El 8 de diciembre de 2021, Marcelo Abdala, presidente del PIT-CNT, invitó al senador Guido Manini Ríos “a debatir públicamente sobre democracia, derechos y libertades sindicales amparadas por la normativa”, a lo que este se negó, argumentando que “hablar de democracia, libertad y derechos con un comunista que fue a alabar obsecuentemente a [Nicolás] Maduro me parece una payasada” y que hablará “con quienes crean realmente en esos valores”.1

Esta argumentación es la aplicación práctica de la tesis del “enemigo interno” de la Doctrina de Seguridad Nacional con la que Estados Unidos comandó a las fuerzas armadas en la ola golpista que asoló América Latina, Uruguay incluido, en los 60 y 70 del siglo pasado.

“Si bien la Doctrina de Seguridad Nacional [de Estados Unidos] ubicó como principal enemigo al comunismo internacional, con epicentro en la Unión Soviética y representación regional en Cuba, entendía que era a Estados Unidos a quien correspondía combatir a esos países. Los estados latinoamericanos debían enfrentar al enemigo interno, materializado en supuestos agentes locales del comunismo. Además de las guerrillas, el enemigo interno podía ser cualquier persona, grupo o institución nacional que tuviera ideas opuestas a las de los gobiernos militares”.2

La organización de golpes de Estado constituye, en forma químicamente pura, no sólo violar los derechos humanos, sino incitar y organizar esta violación por militares de los países agredidos. Supone un profundo proceso de resocialización militar, en el sentido que no sólo transforma al civil en soldado, sino en “soldado de la guerra interna”: hasta el punto de decir que defienden los derechos humanos cuando los violan.

Arrancan del supuesto de que Estados Unidos es el adalid de la democracia y de los derechos humanos, pese a la evidencia empírica de golpes de Estado, invasiones, tortura, violación de la normativa, tratados e institucionalidad internacional.

Por su parte, la Constitución de la República se sustenta sobre otras bases, al establecer que “Ella [la República Oriental del Uruguay] es y será para siempre libre e independiente de todo poder extranjero” (artículo 2), a la vez que, “todas las personas son iguales ante la ley no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos o las virtudes” (artículo 8). La tesis del “enemigo interno” es antagónica al ordenamiento constitucional y al sistema democrático basado en él, al provocar la división, el antagonismo y el odio.

Liberar a los represores condenados

El miércoles 22 de diciembre de 2021, los senadores Guido Manini Ríos y Raúl Lozano, de Cabildo Abierto (CA), visitaron a los represores recluidos en la Unidad 8 (Domingo Arena) por delitos vinculados al terrorismo de Estado.

Esta acción forma parte de la promoción que los senadores llevan a cabo para que la coalición de gobierno apruebe el proyecto de ley de CA para otorgar prisión domiciliaria a esos reclusos.

Dentro de la coalición de gobierno todavía no hay definiciones sobre el proyecto, por lo que el senador y líder de CA, Guido Manini Ríos, consideró que el oficialismo no lo ha apoyado “por tibieza” o “por ser políticamente correctos”.

Por su parte, cinco relatores de la Organización de las Naciones Unidas expresaron “profunda preocupación” por el proyecto presentado por CA en el Senado.

Señalan que pone como excusa la pandemia de covid-19 “sin mediar una evaluación de cada caso particular y permitiendo la continuación de dicho régimen con posterioridad a la finalización de la situación de emergencia”.3

Advierten que de aprobarse otorgaría “de forma automática y sin evaluación del contexto en que se encuentra cada recluso, el beneficio de la prisión domiciliaria a personas condenadas por delitos de lesa humanidad y otros delitos graves cometidos durante la dictadura, lo cual es contrario al derecho internacional”.

Asimismo, cuestionan que el proyecto oficialista “no establece que esos beneficios quedarán sin efecto una vez finalizada la emergencia referida”, sino que, “por el contrario, establece expresamente que los beneficiados continuarán con régimen domiciliario, presumiblemente hasta finalizar su condena”.

Variaciones éticas sobre el “enemigo interno”

Cuando Estados Unidos definió la hipótesis de guerra para los ejércitos latinoamericanos, centrada en el “enemigo interno”, además de los instrumentos represivos coordinados en el Plan Cóndor, buscó dotarlos de una ideología que la sustentara. Quienes ahora son dirigentes políticos en Chile, Brasil o Uruguay la siguen promoviendo, echando mano a conceptos primitivos que dividen a la sociedad.

José Antonio Kast, el recientemente derrotado candidato a la presidencia de Chile, que hizo su campaña difundiendo y defendiendo lo realizado por Augusto Pinochet durante su dictadura, ataca al movimiento feminista, asegurando que “este es un movimiento político, no es un movimiento feminista”, y que las verdaderas preocupaciones de la mujer chilena son la seguridad en el barrio y el acceso a los consultorios médicos.4

Jair Bolsonaro, actual presidente de Brasil, para descalificar a una diputada opositora, dijo que “no merece ser violada, porque es muy fea... No soy violador, pero si lo fuera, no lo haría, porque no se lo merece”.5 “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. No voy a decir una hipocresía aquí: prefiero que muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí”.6

Por su parte, el senador Manini Ríos, que cuestiona “la tibieza” de sus socios en la coalición de gobierno, señala que su partido “se atreve a cuestionar a la ideología de género”, que calificó, “sin pelos en la lengua, de perversa”. “Es una ideología que enfrenta al hombre con la mujer, al hijo con el padre. Es una ideología que vino para fragmentar los que les quedaba por fragmentar, después de haber fragmentado a la sociedad entre ricos y pobres, entre explotados y explotadores. Ahora la fragmentación viene en la familia misma”.7

Los remanentes ideológicos, políticos y éticos de la Doctrina de Seguridad Nacional, instrumento estratégico que Estados Unidos transformó en instrumento bélico de los militares contra su sociedad, interpelan a todo el sistema político y a todos los uruguayos, para que ahonden en el estudio y debate de esta amenaza que aún muestra su peligro. El episodio del senador Manini con Abdala es un campanazo de advertencia.

Claudio Iturria es profesor de Historia.