Muchas acciones del gobierno y sus aliados buscan polarizar a la sociedad para generar un clima pesado, de confrontación e irracional. ¿A qué se debe esta situación? Una posible respuesta a esta pregunta es que el gobierno se debilita día a día y no logra convencer y, por tanto, tiene que imponer.

Frente a esa lógica es necesario construir alternativas de diálogo e intercambio para alcanzar espacios democratizadores para cimentar una sociedad en la que todos los seres humanos puedan vivir, no apenas sobrevivir o ser descartados por su condición social y el lugar donde nacieron.

Las últimas decisiones del gobierno van generando cada vez mayores resistencias en buena parte de la población. Además, sus decisiones van empeorando la economía y eso se hace sentir en los bolsillos (las últimas encuestas son indicadores que nos permiten hacer esa lectura).

Además de las decisiones de reformar la seguridad social sin negociar con la oposición, decidieron pisar a fondo el acelerador en la educación en toda la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP): formación docente, secundaria, UTU y primaria (también en la educación privada se impondrán los cambios y si esto ocurre aumentarán los conflictos); el seguimiento y la persecución a las ollas populares; la defensa del ministro de Interior, que tiene una pésima gestión. Demuestran que el gobierno pretende dejar claro que es el que tiene el control de la sociedad.

Esta forma de actuar va en línea con lo que José Luis Rebellato y Pilar Ubilla llamaron “modelo democrático autoritario” en su obra Democracia, ciudadanía, poder (1999): “El pueblo cada cinco años elige sus representantes y deposita en ellos su confianza, pero también el ejercicio de la decisión. Una democracia de cúpulas”.

Es decir que su modo de concebir la democracia es la formalidad de las elecciones quinquenales. Pero después no se sienten obligados a tener que negociar las decisiones con la oposición política ni social. Estos sectores no integran la cúpula de la sociedad.

Con quienes sí sienten la obligación de consultar y de dejarse influir es con los grandes empresarios y las grandes empresas, con los exportadores, con la Cámara de Comercio, con los dueños de los grandes medios de comunicación (aliados claves en su política de comunicación). Esta visión la ha expresado más de una vez el gobierno: estos sectores integran la cúpula que puede dirigir el país, ya que son los que invierten y dinamizan la economía. El gobierno también negocia (escuchan y toman sus recomendaciones a través de la voz de los cabildantes) con los altos mandos militares: los intocables.

Por el camino quedan los trabajadores organizados, las poblaciones de los barrios populares (en donde la inseguridad no se detiene sino todo lo contrario, avanza sin parar: los asesinatos aumentan día a día); los usuarios del sistema de salud ni siquiera son tenidos en cuenta (la salud tanto pública como privada de “bajo costo”: solamente los usuarios que pagan grandes sumas de dinero están logrando acceder a servicios médicos de calidad); la comunidad científica tampoco es escuchada; los pequeños productores y el comercio minorista tampoco son tenidos en cuenta en las políticas generales del gobierno.

No parece absurdo pensar que para lograr que la mayoría de la sociedad acepte esta política de corte autoritario se esté tejiendo una línea política de confrontación directa con el movimiento popular.

Todas las decisiones apuntan a defender a las cúpulas, a los sectores que pueden tener una familiaridad directa con el gobierno, porque son parte de la élite y de grupos pequeños que comparten modos de vivir, prácticas, lugares en común. Es decir, son parte del círculo de poder. Estos sectores son los que obtienen beneficios de tributaciones, de exoneraciones, de libertad para operar su capital. Con la misma lógica se intenta que lleguen capitales extranjeros sin casi tener controles, fomentándose así que ingrese dinero para ser restituido en el sistema formal.

No parece absurdo pensar que para lograr que la mayoría de la sociedad acepte esta política de corte autoritario (al decir de Rebellato y Ubilla) se esté tejiendo una línea política de confrontación directa con el movimiento popular. En los hechos la política llevada adelante es un ataque directo a los derechos de las grandes mayorías. Pero para sostener ese ataque en este momento se están divisando algunas provocaciones.

Las redes sociales son un factor clave en esta estrategia de polarización (los videos e información falsa se replican en ellas de manera exponencial), lo mismo los grandes medios de comunicación. En las primeras las cuentas falsas pululan, creando discordia y enturbiando la comunicación. Allí algunas figuras del gobierno juegan un papel destacado en los ataques a trabajadores, organizaciones sociales, sindicales y estudiantiles; eso va construyendo un clima social de crispación y de odio. En la región las derechas vienen llevando adelante esta estrategia desde hace años.

Quedan 14 meses para ingresar de lleno en el año previo a las elecciones. De alguna manera lo que sucede en este momento está mostrando cómo será lo que viene, aunque todo hace suponer que se irá polarizando cada vez más la situación social y política. Contra esa lógica hay que construir alternativas de diálogo e intercambio, siempre intentando construir en colectivo, teniendo como horizonte una sociedad justa. La Intersocial va construyendo ese camino lento pero seguro, y como dijo Alfredo con esa voz y esas guitarras inolvidables: “No hay cosa más sin apuro que un pueblo haciendo la historia”.

Héctor Altamirano es docente de Historia.