La palabra “contexto” refiere al “conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales no se puede comprender correctamente”.
Cuando estudiábamos en el Instituto de Profesores Artigas (IPA), en las clases siempre nos enseñaban que debíamos referirnos al contexto en que se daban los hechos históricos a estudiar. Era un mal comienzo no tenerlo en cuenta, el análisis se volvía incompleto.
En el último tiempo hemos visto cómo el gobierno puso sobre la mesa una serie de reformas que parecen tener un carácter urgente: educación, seguridad social, Proyecto Neptuno. Al mismo tiempo retoma la denuncia al senador Charles Carrera, y denuncia ante Fiscalía a la Coordinadora de Ollas Populares, mientras acusa al Parlamento y en especial a la oposición de “traidores a la Patria” (en el caso de los documentos “filtrados”). Para cada uno de estos hechos designa un protagonista diferente. Cada uno debe atender “su juego”.
Dice el Gobierno que la reforma de la educación “no se detendrá”, que la reforma de la seguridad social “antes de fin de año debe estar aprobada en Senadores” y el Proyecto Neptuno se aprueba en el Directorio de Ose en 24 horas luego de ser presentado.
El gobierno retoma la agenda -o “el centro del ring” al decir del dirigente de la coalición multicolor- los medios colaboran y así como unos temas se imponen otros van perdiendo fuerza.
Y entonces volvemos al principio: ¿en qué contexto suceden estas urgencias por diferentes proyectos al tiempo que se ataca a sectores populares?
Podemos especular...
¿En el contexto de que el Gobierno aún no puede presentar ante la opinión pública logros y cambios prometidos?
¿En el contexto de que la promesa del plan de 50 mil nuevas viviendas era una expresión de deseo, como nos dicen ahora?
¿En el contexto de pérdida salarial y de las jubilaciones?
¿En el contexto de datos que muestran el aumento de la pobreza en sectores de mucha sensibilidad social como la infancia?
Es posible...
Pero nada como la difusión y el impacto que tuvo la detención del Jefe de Custodia del Presidente a la llegada de un viaje de placer, detenido como responsable de una banda de delincuentes que operaba en la misma casa del Poder Ejecutivo, a unos metros de las oficinas del Presidente de la República, del Secretario de la Presidencia y del Jefe de Inteligencia del país. Todos juntos.
La discusión sobre hechos de corrupción en el gobierno parece llegar a su punto más alto con el “caso” Astesiano, que venía a continuación del caso Marset, que venía a continuación de las denuncias de subregistros del Ministerio del Interior, que venía a continuación de la entrega del puerto por 50 años con un contrato en donde hay evidencia de los siguientes delitos: “falsificación ideológica de documento público, fraude y abuso de funciones”, que venía a continuación... y la lista sigue.
Para el gobierno es necesario desviar de una vez el foco del tema corrupción, porque sabe que es un tema que permea profundo en la sociedad, ya que los hechos son demasiado escandalosos.
Pero al tiempo de que el tema corrupción en el gobierno parecía llegar a su punto más alto, se auguraban nuevos capítulos: implicancias de jerarcas pertenecientes al Ministerio del Interior, de jerarcas del Ministerio de Relaciones Exteriores, y varios etc. Día a día aparecen nuevas informaciones en el caso Astesiano sobre involucramientos y complicidades en altos niveles de gobierno en acciones ilegales.
Parece evidente que cuando el partido se presentaba peligrosamente amenazante, el gobierno decide cambiar abruptamente la escena, bajar los decibles de los escándalos e instalar otros temas muy postergados de sus promesas y seguir la lógica de atacar y atacar con todo tipo de planteos, tengan ellos 12 años de atraso o sean tan mezquinos como los cuestionamientos a las ollas populares. No importa. Hay que colocar a la oposición a la defensiva.
Para la oposición se vuelve difícil mantener los graves temas sobre corrupción en el centro del escenario, al tiempo que se defiende y defiende al pueblo de las embestidas de las reformas presentadas. Tiene necesariamente que responder. La atención de la gente de izquierda y del pueblo en general se diversifica, la educación debe ser atendida por ser un tema estructural, la seguridad social debe retomar la solidaridad intergeneracional, y además hay que preparar o ayudar en la defensa del senador Charles Carrera y en el ataque a las ollas populares.
Para el gobierno es necesario desviar de una vez el foco del tema corrupción: porque sabe que es un tema que permea profundo en la sociedad, porque los hechos son demasiado escandalosos y tienen mucho de mediáticos, porque desgasta la imagen del gobierno en forma inmediata. Porque sabe que el tema de los pasaportes es solo una parte de todas las actividades que involucran a Astesiano y probablemente a jerarcas de diferentes ministerios: uso ilegal de herramientas del Estado para resolver problemas de particulares, contactos, encuentros a nivel local e internacional. Un escenario sumamente peligroso.
Y entonces parece que Marset se ha desvanecido en el universo, el caso Astesiano parece ser producto de la falta de lealtad de una persona que logró engañar al Presidente, que opta por victimizarse en estas circunstancias ante la sociedad, negando incluso que lo conociera demasiado al tiempo que dice que “profesionalmente era intachable”, el Ministerio del Interior vuelve a informar de cifras auspiciosas desconociendo las denuncias de subregistros, de Katoen Natie ya no se habla y el caso sigue un curso cansino en la Justicia.
La estrategia comunicacional y la táctica política de este gobierno pretenden manipular los contextos como conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales no se puede comprender correctamente nada. Lo hacen usando varios recursos, como la victimización del pobre presidente engañado o la imposibilidad de gobernar por la oposición política o los sindicatos.
Habría que preguntarse si esta fuga hacia adelante, de suprimir todo contexto y presentarse como cruzados, con su contracara de atacar sin miramiento, no son en realidad un síntoma del temor a perder el gobierno. Hay cierta desesperación en estas actitudes tan poco republicanas.
Cristina Becoña es profesora de Historia, integrante del Colectivo del Taller.