En el mundial pasado, Shaqiri le marcó dos goles a Serbia y los festejó haciendo el símbolo del águila kosovar. En Qatar se volvieron a enfrentar y volvió a marcar, pero, para festejar, hizo el gesto de “silencio”. Se podría ver la relación de mutua dependencia histórica que hay entre Marruecos y España, y todo lo que le debe la cultura occidental a ese tránsito. A partir de estas dos imágenes, se podría enseñar gran parte de la historia del “mundo mediterráneo”, pero, para ello, hay que saber de historia universal, arte, geopolítica, derecho internacional y sociología. El nacionalismo como corriente moderna nace asociada al liberalismo y al romanticismo, por lo que, además, hay que saber de literatura y las formas en que creó y propagó imágenes, contribuyendo a la construcción de un “nosotros” distinto a un “otros”.
Es hermoso pensar una clase en donde las distintas disciplinas trabajen sin perder su especificidad, pero, claro, va a ser muy difícil si en la formación de los futuros docentes muchos de estos campos del conocimiento desaparecen o son diluidos.
El proceso de elaboración del Plan 2023 se hizo a espaldas de los directamente involucrados, que, desde distintos colectivos, lo rechazaron por forma y contenido. Frente a este vacío, las autoridades de la Educación realizaron una designación arbitraria y política de un grupo de docentes que decidieron hacerles el juego. El resultado fue una malla curricular en la que se ve el desnivel de conocimiento (nadie es experto en todos los campos del saber de su disciplina) y los intereses intelectuales (y personales) de los amanuenses. Finalmente, otro equipo más cercano al poder determinó los últimos retoques. Hasta el momento, no existe ninguna resolución oficial que mencione a los designados que realizaron las mallas.
Una mirada global de la malla curricular que se va a imponer en 2023 en Formación en Educación permite vislumbrar que existe una concepción del mundo que la permea (en particular voy a hacer referencia al campo de las ciencias sociales y las letras). Hay una visión conservadora y eurocéntrica del mundo, en donde se subestima la reflexión teórica y se incorporan asignaturas que no tienen un campo del saber conocido (eliminando en el camino más de 60 materias sin justificación epistémica y/o académica).
La reflexión teórica sobre la disciplina que se enseña es esencial en cualquier carrera de carácter universitario. Problematizar el conocimiento adquirido permite formar un profesional crítico que después de egresar valorará autónomamente su campo del saber. Un docente que debe planificar sus clases para un estudiantado diverso y con distintas expectativas necesita tener un marco teórico que le permita hacer la selección de contenidos e hipótesis, autores o temas a tratar. El recorte de las materias teóricas (las teorías literarias o las historiológicas) busca un docente aplicador de manuales o recetas externas: el modelo coaching. Ya no se trata de problematizar el conocimiento sino brindar un producto “accesible y uniforme”, maleable para poder aplicar determinadas competencias. O, en el caso del profesorado de Geografía, de donde desaparecen materias como Geografía Política o Geopolítica, transformando el estudio de la disciplina en un territorio sin conflictos.
Es tan evidente que se pretende enseñar competencias vacías de contenido que en el profesorado de Inglés, en donde estas se desarrollan hace tiempo, se le modifican o recortan las asignaturas que le dan un marco histórico cultural a la enseñanza de la lengua.
El eurocentrismo destila ranciamente en toda la malla, las unidades curriculares dedicadas al estudio de Europa, sus ideas y acciones, son privilegiadas en relación a América y Uruguay. Esto era tan notorio en Historia y Literatura, en donde se fusionaban América y Uruguay en un solo curso perdiendo especificidad, que tuvieron que dar un paso atrás luego de su exposición pública. No obstante, las cargas horarias se vieron notoriamente reducidas. Llama la atención que en un gobierno que se reivindica portador de las mejores tradiciones nacionales, se margine, a un segundo plano, nuestra historia y cultura (deberíamos agregar que en enseñanza media los estudiantes terminarán tercer año sin conocer la geografía de nuestro país). El carácter conservador se nota en el miedo a lo contemporáneo y a la historia reciente, en donde aparecen un conjunto de precauciones que serían válidas para cualquier período.
Todo el proceso de cambios curriculares en Formación en Educación estuvo atestado de improvisación, arbitrariedad y falta de profesionalidad, con documentos plagiados, mal escritos y peor fundamentados.
Hay una invención de asignaturas que, al carecer de programas, sólo se puede imaginar su contenido y para las cuales no hay docentes formados específicamente. Estos “nuevos campos” del conocimiento no tienen una fundamentación epistémica que valide su inclusión más allá de algún nombre rimbombante (“Lenguaje computacional”). Sin embargo, acumulan créditos y, por lo tanto, horas que son sustraídas a otras asignaturas que constituyen el componente esencial de las disciplinas en cualquier parte del planeta.
Las carreras que comienzan en 2023 tendrán una formación disciplinar claramente menor a los anteriores planes (por contenido y carga horaria en la mayoría de los casos). Tenemos la absorción de la carrera de sociología por la de derecho, una lingüística sin Chomsky, inglés sin fonética o danza sin danza.
Sus egresados contarán con menos herramientas para afrontar las clases y abordar un desarrollo académico de posgrado, por más que les den un título de cartón que los acredite como universitarios.
Se afronta un 2023 caótico a nivel de la enseñanza con 166 grupos menos en Formación en Educación (y más de 200 en secundaria). Esto se traduce: para los estudiantes, en grupos superpoblados o en la imposibilidad de realizar el cursado de su carrera en el interior; para los docentes, que se han especializado en un campo del conocimiento específico, en un futuro sin horas o con trabajo precarizado.
En Formación en Educación se venía trabajando desde 2017, con la participación de las asambleas técnico-docentes (ATD) y las salas docentes, en una reformulación del Plan 2008; sin embargo, la nueva administración, con un discurso refundador, decidió comenzar de cero. Todo el proceso estuvo atestado de improvisación, arbitrariedad y falta de profesionalidad, con documentos plagiados, mal escritos y peor fundamentados. Unas autoridades de la enseñanza que quedaron desprestigiadas frente a los trabajadores que deberían conducir con el ejemplo y no sólo con el principio de autoridad. La rica tradición de la formación docente uruguaya se tira por la borda con el único objetivo de plantar bandera y decir que se cumplió con la misión de transformarla.
E pur si mouve, porque frente a este autoritarismo se generaron lazos de solidaridad y unidad entre docentes y estudiantes a nivel nacional, que condenaron al fracaso la transformación educativa.
Liber Romero es profesor efectivo de Historia Contemporánea en el IPA y CERPSUR.