El mundo vive uno de sus momentos más convulsos desde la creación de las Naciones Unidas en 1945. Al shock que representó la pandemia para la humanidad, se suman ahora los efectos de la guerra de Ucrania. Otras amenazas, como la del cambio climático, o la de una eventual recesión económica global, se ciernen sobre nuestras cabezas. En este contexto, ¿qué futuro les aguarda a nuestros hijos?

Esta pregunta se puede abordar de diversas maneras. La primera nos llevaría a contemplar parsimoniosamente lo que ocurre a nuestro alrededor, asumiendo con resignación los cambios y confiando en que nos afectarán lo menos posible. Otra sería aventurarse a discutir los desafíos que tiene Uruguay, las relaciones con sus vecinos y su interacción con el mundo en general. Aunque esta última implique asumir un alto grado de incertidumbre, es seguramente la más aconsejable.

Para la ONU, Uruguay ha sido un referente regional en materia de democracia, derechos humanos e inclusión social. De algún modo, Uruguay puede considerarse una prueba de fuego para la Agenda 2030. Si el país puede consolidar una senda de crecimiento económico que asegure la sostenibilidad ambiental y logra erradicar la pobreza infantil -un reto que tiene al alcance de la mano-, habrá marcado el camino para buena parte del planeta.

Transformarse en un país desarrollado en lo económico, lo social y lo ambiental requerirá afrontar numerosos retos. Las brechas del sistema educativo, el envejecimiento de la población, la baja inversión en ciencia y tecnología o la geopolítica de su estrategia de inserción internacional son sólo algunos de ellos. La transformación necesaria del país requiere un esfuerzo de varios gobiernos, que trascienda las urgencias de un solo ciclo. Por dicho motivo, la ONU en Uruguay ha lanzado una serie de conversatorios a este respecto.

Nos acompañan algunas figuras uruguayas de la política, el arte, la ciencia y el periodismo. Este año hemos iniciado la conversación sobre los desafíos de la crisis climática, así como sobre el espacio de la economía social, que no deje a nadie atrás. Otros diálogos nos aguardan el año entrante.

La transformación necesaria del país requiere un esfuerzo de varios gobiernos, que trascienda las urgencias de un solo ciclo. Por dicho motivo, la ONU en Uruguay ha lanzado una serie de conversatorios.

La Agenda 2030 nos invita a construir un nuevo paradigma, donde economía y ambiente no sean adversarios, sino socios bien avenidos. Donde se pueda crecer económicamente sin comprometer el ambiente de las generaciones futuras. Donde eliminar la pobreza y la exclusión se convierta en un imperativo moral.

¿Puede Uruguay producir sin contaminar el agua o generar emisiones? Es muy probable. De hecho, la fascinante transición energética ya ha situado el país a la vanguardia del mundo. El trabajo actual en ganadería y clima empieza igualmente a dar pistas interesantes.

¿Puede Uruguay eliminar la pobreza infantil? Seguramente está en condiciones de hacerlo a corto y medio plazo, con una inversión focalizada, con el acompañamiento para la inclusión laboral y con mucha -y buena- educación, como ocurrió en el pasado. No olvidemos que casi un niño de cada cuatro (menores de cinco años) está hoy en la pobreza, un drama evitable. Esta situación representa, además, un coste colosal para el desarrollo sostenible del país y, en buena medida, un terreno abonado para la ilegalidad.

¿Puede Uruguay sostener un crecimiento alto, ajeno a las fluctuaciones de los precios internacionales de las materias primas? Puede, si invierte, por ejemplo, en innovación, ciencia y tecnología y atrae inversión. Si América Latina está a punto de completar una década perdida, como anunció la Cepal, Uruguay debe asegurarse que no inicia otra de la misma manera.

¿Cuáles son las prioridades y las reformas necesarias? ¿Estamos en el buen camino? ¿Hay cosas que repensar? El gobierno, la oposición, los sindicatos, las universidades, los medios y la juventud uruguaya deben ayudar a ofrecer algunas respuestas. Ahora se trata de retomar las buenas ideas, actualizarlas, enriquecerlas y priorizarlas, para construir una mejor sociedad. Un país, Uruguay, donde su peso global no se mida por la suma de sus habitantes, sino por su capacidad de imaginar otros futuros posibles para la humanidad.

Pablo Ruiz es coordinador residente de las Naciones Unidas en Uruguay.