Manuel no es precisamente un magufo. Cuando opina sobre leyes, lo hace con la solvencia que le da su título de abogado y, si lo hace desde una columna de opinión, como edil herrerista, no hay que despreciar su capacidad estratégica. Es tres veces ganador del Campeonato Uruguayo de Ajedrez (2010, 2013, 2015) y ganador de la medalla de oro individual en la Olimpíada de Ajedrez (2006).
Manuel Larrea Llorca se apresta a cumplir 42 años el 9 de febrero; dirigente de la lista 40 (Herrerismo), representa una línea del pensamiento político conservador claramente dominante desde hace décadas en San José. Sus padres son docentes, la familia es considerada gente metódica, esforzada, disciplinada. Ejemplo, si los hay, de hasta dónde puede llegar una sólida educación.
Hace algunos días leí con atención, claro, su columna en defensa de la LUC, publicada por Primera Hora de San José. Manuel no es Pangloss [personaje de Cándido, novela del escritor francés Voltaire]; evita caer en el discurso que sostiene “todo va de la mejor manera, en el mejor de los mundos posibles”. Su argumentación transita la línea de preguntar “¿en qué lo afecta a usted la LUC?”. Explícitamente, menciona, de pasada, que se podría analizar la ley desde el punto de vista de los muchos impactos que tiene en la vida de la sociedad, pero elige darle un enfoque más “personal”. Más “individual”.
Ver el mundo desde el interés propio es una forma de vivir y, como tantos, Manuel lo elige -por lo menos, para el tema que nos ocupa-, con plena conciencia.
Hay un poema que se suele atribuir a Bertolt Brecht: “Primero vinieron por los socialistas, / y yo no dije nada, porque yo no era socialista. / Luego vinieron por los sindicalistas, / y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista. / Luego vinieron por los judíos, / y yo no dije nada, porque yo no era judío. / Luego vinieron por mí, /y no había nadie para hablar por mí”. Su autor fue el pastor luterano alemán Martin Niemöller.
No sólo es válido preguntarse por los efectos de la ley en diversos colectivos; a quiénes cambia el presente y mucho más el futuro. Me parece imprescindible. Pero hay que decirlo con claridad. Ganaron prometiendo cambiar, argumentando que no se hizo nada, que había mucha ineficiencia, corrupción y acomodo, prometiendo 50.000 viviendas y bajar el combustible, terminar con el delito y “arreglar la enseñanza”, más trabajo y no ayudas sociales... Nunca estuvo claro el contenido de la prometida LUC hasta que fue presentada. Incluso después tuvo cambios significativos en su trámite parlamentario y se sacaron cosas que ni los socios del Herrerismo apoyaron, por ejemplo, en materia de privatizaciones.
La batalla contra 135 artículos de la LUC no cambiará el gobierno y menos moverá la aguja en materia de “poder” en el seno de la comunidad. Pero es crucial para promover el debate sobre qué futuro queremos.
Las auditorías prometidas, hasta ahora -y van dos años de gobierno-, poco han mostrado de veracidad sobre duros cuestionamientos y tantas dudas sembradas. Pero en iniciativas como la LUC y el Presupuesto (aprobados), la reforma de la seguridad social (con trámite en pausa), la Ley de Medios (anunciada para este año) aparece claro el verdadero programa del gobierno. Más allá de algún chisporroteo por temas puntuales, la coalición impulsa un programa liberal-conservador, defensor a ultranza del interés privado, el mundo de los negocios, la libertad... del mercado. Son señales claras el acuerdo con Katoen Natie, la suspensión de los controles sobre el sistema de transporte carretero y el debilitamiento de los que se fueron instalando sobre el sistema financiero.
No todo el proyecto de remodelación social que impulsan está en la LUC, pero buena parte sí. El 27 de marzo los uruguayos estamos convocados para dirimir un pleito muy importante, que tiene más que ver con el legado que dejaremos a nuestros nietos que con nuestra vida cotidiana.
Gabriel Boric dijo que “el programa social es compatible con el desarrollo de proyectos de inversión de largo plazo” y, supongo, que se calló, aunque quizá lo piensa, que sólo le sirven los proyectos de inversión de largo plazo que son compatibles con el proyecto social de inclusión y justicia. La política es, además del arte de hacer posible lo que parece no serlo, el de juntar votos para ganar elecciones. De esa forma, Boric anunció que “si Chile fue cuna del neoliberalismo, también será su tumba”.
De eso se trata. La batalla contra 135 artículos de la LUC no cambiará el gobierno y menos moverá la aguja en materia de “poder” en el seno de la comunidad. Pero es crucial para promover el debate sobre qué futuro queremos. La LUC tiene muchas cosas criticables, pero la peor es su falta de calidad democrática. Metieron en un proyecto 30 temas que, cada uno, merecía estudiarlo en una ley aparte. Son como 500 artículos y la “urgente consideración” un impedimento para discutir a fondo temas importantes para ese colectivo al que llamamos “Uruguay”. Cuánto nos afecta debe verse en función de medianos y largos plazos.
En definitiva: poner el acento en si me perjudica “personalmente” es una estrategia brillante. Un argumento bien elegido. Porque otros más sustanciales están ausentes.
David Rabinovich es periodista de San José.