En Uruguay aún hoy es poco frecuente escuchar “persona con discapacidad”. La enorme mayoría de la población –incluso personas vinculadas al ámbito de la discapacidad y hasta familiares– todavía utiliza “discapacitado”. Como sustituto apareció la expresión que analizamos en esta nota: “persona en situación de discapacidad”. Es posible que derive de la traducción literal del francés y pretenda reflejar mejor “la perspectiva social de la discapacidad”. Quienes vivimos la discapacidad, en sus múltiples y muy variadas formas, damos testimonio de que esa expresión no puede estar más alejada de la realidad.

Intentaré fundamentar por qué considero que la expresión “persona en situación de discapacidad”, tan frecuente en medios académicos y oficiales de Uruguay, no refleja la realidad de quienes vivimos la discapacidad.

Mi argumentación se sustenta en una experiencia de 40 años que comenzó en 1982, cuando nació mi tercer hijo, y supe que tenía síndrome de Down, y abarca también mi propia discapacidad visual producto de un proceso degenerativo de la retina. En el primer año de vida de mi hijo ya estaba vinculándome con otros familiares y con espacios de participación, entendiendo que sus progresos dependerían en una medida importante de los cambios que debían producirse en la sociedad y que yo también era responsable de que esos cambios ocurrieran. Hubo varias experiencias que no cuajaron, hasta que unos padres de recién nacidos fundaron la Asociación Down del Uruguay en 1986 y allí me sumé con entusiasmo.

Estos largos años de activismo en defensa de los derechos de las personas con discapacidad, junto con mi profesión de traductora (inglés y francés), me permiten argumentar con convicción acerca del uso del lenguaje en esta cuestión.

Actualmente, en el mundo hispanoparlante la expresión aceptada es “persona con discapacidad”. Así quedó demostrado en la Cumbre Satélite de América Latina y el Caribe que se desarrolló en febrero pasado, con exposiciones de representantes de América Latina y España durante más de siete horas. En esa oportunidad sólo se oyó la expresión “en situación de” cuando la representante del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) de Uruguay mencionó el título del protocolo para la inclusión educativa que se aprobó en 2019 en nuestro país. Nadie más la usó.

Pero vayamos al fondo del asunto. Decimos “persona con discapacidad” para referirnos a alguien que tiene alguna deficiencia en alguna de sus funciones, ya sea motriz, sensorial, mental o intelectual. En el preámbulo de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD, 2006), se reconoce que “la discapacidad es un concepto que evoluciona y que resulta de la interacción entre las personas con deficiencias y las barreras debidas a la actitud y al entorno que evitan su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”. No hay discapacidad sin la deficiencia que la persona lleva consigo. Las condiciones sociales la hacen más llevadera o más pesada, pero la “situación”, como una circunstancia transitoria e independiente de la persona, no existe.

Unos cuantos años antes de que se aprobara la CDPD ya reclamábamos que se mencionara a la “persona” y se entendiera lo inadecuado del término “discapacitado” como adjetivo y, con más razón, como sustantivo. De hecho, en las etapas preparatorias de la CDPD, trabajando como traductora en el servicio de traducción al español de las Naciones Unidas en Nueva York, me acerqué al revisor jefe, que fijaba la terminología para unificar criterios en los documentos que traducíamos en el servicio. Juntando un poco de coraje, le dije que debía usarse “persona con discapacidad” y no “discapacitado”. Fui escuchada y en los documentos de las Naciones Unidas comenzó a aparecer “persona con discapacidad”. Así, la expresión “personas con discapacidad” quedó fijada, tanto para los textos preparatorios (2004 o 2005) como, finalmente, para la Convención (2006), como es sabido.

Desde luego que las personas con discapacidad estamos en desventaja. De ahí la necesidad de reivindicar derechos y, en ciertos casos, establecer formas de compensación.

El español expresa la idea de manera clara y respetuosa, mucho mejor que el francés, que en algún punto debió recurrir a situation de handicap para separarse del adjetivo handicapé. En la versión española de la CDPD se utiliza “persona con discapacidad”, mientras que en la francesa el término es personnes handicapées (o sea, “personas discapacitadas”). Luego, en francés echaron mano a en situation de handicap, que tiene el mérito de evocar “discapacidad” junto con “desventaja”, uno de los sinónimos de handicap (otros son “obstáculo”, “traba”, “freno”, “molestia”, “penalidad”).

El campo semántico de “discapacidad” es mucho más reducido y concreto que el de handicap, por lo cual la traducción palabra por palabra, entendiendo “discapacidad” por handicap, no se ajusta al sentido original. El francés no puede recurrir a un giro como “con discapacidad”, que en español nos da la ventaja de evitar el adjetivo o sustantivo “discapacitado”, lo que nos permite hacer referencia a una característica de la persona y no a su definición ligada sólo a una deficiencia, mientras que un hablante de francés tiene a su favor que con handicap evoca tanto la discapacidad como la desventaja.

Está también la cuestión de los verbos. Dos en español, “ser” y “estar”, con sus matices de permanencia e impermanencia, y uno en francés: sólo être. Con lo cual être en situation de handicap puede evocar tanto lo permanente como lo transitorio.

“En situación de discapacidad”, por el contrario, sólo puede acompañarse de “estar”, que apela a una falsedad, porque no existe “estar” para la discapacidad, que, por definición, es permanente.

Por último, es realista asumir que son nulas las posibilidades de que un cambio social, por más idílico que se lo quiera imaginar, haga desaparecer la discapacidad, sea del tipo que sea. Nuevamente la transitoriedad resulta irreal: no hay una situación de discapacidad.

Los profesionales que confunden los conceptos y pretenden imponer una terminología que desconoce la realidad de las personas con discapacidad inventando una “situación” que podría cambiarse al toque de una varita mágica deben entender que la traducción palabra por palabra no suele ser una buena idea. Eso sí: los necesitamos invirtiendo su capacidad y su esfuerzo en educar a la población en el respeto y en el uso de un lenguaje adecuado.

Desde luego que las personas con discapacidad estamos en desventaja. De ahí la necesidad de reivindicar derechos y, en ciertos casos, establecer formas de compensación. Somos “personas”, no “discapacitados”. Soy una persona con discapacidad (porque veo muy poco), no una persona discapacitada, porque mi discapacidad es visual, mientras que yo sigo siendo una persona íntegra y digna. Tampoco “estoy en una situación” ajena a lo que pasa en mi cuerpo.

Nidia Viña fue presidenta de la Asociación Down del Uruguay (1990-1995, 2015-2019) y es traductora pública.