En estos momentos nuestra educación pública está pasando por un proceso inconsulto de reforma educativa, que excluye a los docentes. Resulta hipócrita escuchar a políticos decir que no se puede realizar una reforma sin la participación de los docentes, para luego mandar sin tiempo de leer y reflexionar un proyecto de reforma. Se trata sólo de cumplir protocolarmente y legalmente con lo establecido en la Ley de Educación vigente, pero no existe interés de que participemos en su elaboración y, mucho menos, en su discusión.

Se habla de que la educación pública excluye. Sí, es cierto, excluye, pero solo a las personas que tienen determinadas discapacidades, ya que, o bien su infraestructura no está adaptada a sus necesidades, o bien no existen suficientes intérpretes de lengua de señas, o bien la currícula no está adaptada. Pero al resto de la población, no la excluye.

Lamentablemente no se dicen las cosas como realmente son, porque “no es políticamente correcto” acusar a padres de negligencia o de faltar a los deberes inherentes a la patria potestad. Hay estudiantes que dejan de estudiar porque hay padres que se lo permiten. Pero también hay estudiantes que desertan porque la situación socioeconómica que sufren les impide poder estudiar. Un estudiante con hambre no aprende, un estudiante que vive en un rancho de lata y nailon, tampoco. Ahí es la propia sociedad que los excluye, no porque los padres no los quieran mandar a estudiar, sino porque no tienen las mínimas necesidades básicas satisfechas, no viven, sino que tratan de sobrevivir, literalmente.

Me consta que las instituciones educativas hacen lo posible para no excluir, pero claro, ¿cómo puede una institución educativa pelear contra el hambre que sufren sus estudiantes si no tienen los recursos para hacerlo? ¿Cómo puede una institución educativa luchar contra la deserción cuando sus estudiantes viven en ranchos de lata y nailon amontonados en una misma “habitación” carentes además de baño? ¿Cómo lucha una institución educativa contra el hambre o el frío y la humedad que calan profundamente en los huesos de los estudiantes? ¿Puede un estudiante pensar en aprender cuando la heladera (si es que tiene) está vacía y no sabe siquiera cuándo va a comer?

Hace 21 años que soy docente, y la gran mayoría de esos años he trabajado y todavía trabajo en liceos de contexto crítico. ¿Cómo logras que un adolescente que no sabe su fecha de nacimiento y vive en un monte junto a otros adolescentes aprenda? Hace ya tiempo atrás un alumno me pidió que le ayudara a crearse un mail (estaba en Informática en el Programa Aulas Comunitarias) y cuando le pregunté su fecha de nacimiento, no la sabía. Sabía cuándo era su cumpleaños, pero no en qué año había nacido. Terminé deduciendo su año de nacimiento al preguntarle la edad. Ese estudiante vivía junto a otros adolescentes en un monte cercano al liceo. ¿Cómo puede el sistema educativo incluir a esos estudiantes cuando no cuentan con los recursos necesarios para hacerlo?

No hay suficientes psicólogos y mucho menos trabajadores sociales que permitan a la institución educativa trabajar con las familias. Con suerte tendrán un solo psicólogo y, con mucha más suerte, contarán con un trabajador social. No es suficiente para poder trabajar en un cambio educativo si no se cuenta con profesionales que trabajen junto con los docentes. Ni hablar que no existen profesores especializados en dificultades de aprendizaje que trabajen junto con los docentes con aquellos estudiantes (que no son pocos) que tengan dificultades de aprendizaje.

Creer que una reforma educativa a nivel de contenidos va a cambiar la realidad educativa es poco menos que pecar de inocentes, o “vender humo” para luego culpar luego a los docentes de sus fracasos en materia de gestión de las políticas educativas.

¿Por qué Finlandia está como está? Por la sencilla razón de que tienen una sociedad homogénea, es decir, no hay pobreza, no hay gente comiendo en ollas populares, además de tener un presupuesto por lo menos seis veces mayor al nuestro y que, desde hace por lo menos 50 años, se encuentra invirtiendo fuertemente en la educación. Tienen un sistema fuerte de tutorías que permite a un estudiante rezagado ponerse al día. No tienen un docente tutor con 20 horas semanales para 1.300 estudiantes como pasaría en uno de los liceos en donde trabajo, sino que cada grupo tiene sus docentes tutores. Sin dejar de mencionar que no hay más de 20 alumnos por grupo.

En nuestro país,tenemos un rezago presupuestal de casi 50 años. Desde mitad de los 60 hasta 2006, el presupuesto de la educación era paupérrimo, llegando incluso a poco más del 2% del PIB. Eso generó un gran atraso en inversión educativa, y no bastó con aumentar la inversión como se aumentó durante los gobiernos del Frente Amplio, que, aun así, fue insuficiente. Hubo un salto importante en cuanto a inversión, pero el presupuesto sigue siendo inferior a lo planteado a nivel mundial, el famoso 6%, y ahora este gobierno viene reduciéndolo a través de los recortes que se están aplicando.

Este gobierno está pensando en una “reforma educativa”, pero no piensa atacar los problemas reales que hoy tenemos en la educación y que afectan directa e indirectamente en la promoción de los estudiantes.

El presupuesto es una pieza fundamental en todo proceso de reforma, pero también es fundamental tener políticas que transversalicen a las educativas. Las políticas sociales, laborales, de vivienda y de salud, son fundamentales para que la educación logre salir del pozo en que está. Pero nada de eso existe.

La educación tiene muchos problemas externos a ella que la afectan considerablemente, lo que, sumado a un presupuesto insuficiente, hace que cualquier reforma que se quiera realizar termine en el fracaso.

La mayor tasa de deserción se da en las instituciones de contexto crítico, y la gran mayoría está dada por las condiciones socioeconómicas en las que vive el estudiante. Los estudiantes que viven en “modo supervivencia”, es decir, que no saben cuándo van a comer y no saben si van a poder calentar sus cuerpos los días de invierno, obviamente no van a tener las condiciones necesarias para poder aprender.

En la deserción que ocurre en instituciones educativas de clase media y alta son otros factores los que juegan. Principalmente, la omisión de los deberes inherentes a la patria potestad, es decir, los padres permiten que sus hijos deserten, padres que no apoyan ni respaldan a las instituciones educativas, que no van a las reuniones a las cuales se los convoca, que no envían a los hijos a especialistas para ver si sus hijos tienen dificultades de aprendizaje, entre otros temas. Sin dejar de mencionar el flagelo que representa la violencia doméstica y cómo esta afecta a los estudiantes y a la institución educativa.

Tanto la violencia doméstica, ya sea física como sicológica, como la indiferencia y el abandono a los cuales son sometidos los adolescentes (y los niños), afectan notablemente sus aprendizajes y su rendimiento escolar... y no son pocos casos.

Ninguna reforma educativa podrá ser exitosa en tanto y cuanto no aborde estos temas desde políticas transversales a las políticas educativas, desde una coordinación entre los distintos organismos gubernamentales y, obviamente, realizando una fuerte inversión, no solo en la educación.

Ninguna reforma educativa será exitosa si los docentes tienen que seguir trabajando la cantidad de horas que trabajan y por el salario que trabajan. Tampoco sirve de nada tener un título universitario si los problemas de base no se solucionan. Si a eso le sumamos que no tenemos los recursos didácticos suficientes, porque se te exige usar las TIC pero la institución educativa no cuenta ni con suficientes televisores o cañones, ni con salones adaptados al uso de computadoras portátiles (hay un solo enchufe en los salones, ¿cómo se pretende cargar las notebooks de los estudiantes?), entre otras cosas. Incluso hay docentes que no pueden comprarse una computadora, porque dan clase en Bachillerato y Ceibal no les da un equipo, ya que solo se les da a los que trabajan en Ciclo Básico.

Entonces, este gobierno está pensando en una “reforma educativa”, pero no piensa atacar los problemas reales que hoy tenemos en la educación y que afectan directa e indirectamente en la promoción de los estudiantes. ¿De qué sirve reformar la educación si los estudiantes van a seguir pasando hambre y frío? ¿De qué sirve reformar la educación cuando no hay un sistema de contención ante la violencia y el abandono parental? A eso le sumamos que aumentó la cantidad de alumnos por grupo producto de los recortes que se hicieron y se siguen haciendo.

Pero lo peor de todo es que dicen que esta reforma está pensada para el estudiante, mientras no buscan mejorar las condiciones en las que estos viven.

Lo que sí tengo bien claro es que quienes van a terminar siendo los responsables si esta reforma fracasa ‒porque, quiérase o no, va a terminar fracasando‒, y como siempre ha sido desde que los políticos se encargan de diseñar las políticas educativas, van a ser los docentes. Pese a quien le pese, la realidad es que los docentes nunca fuimos escuchados, mucho menos en este gobierno.

Los docentes no estamos poniendo “palos en la rueda”. Queremos una reforma, sí, pero es fundamental entender que hay factores que inciden directa e indirectamente en los procesos enseñanza-aprendizaje y que no son tenidos en cuenta por quienes nos gobiernan. Una reforma pedagógica o de contenidos no va a solucionar los problemas que hoy tenemos en la educación, no va a terminar con la deserción y la repetición, porque las causas que promueven la deserción y la repetición son otras. Algunas dependen directamente del presupuesto de la educación… otras no dependen siquiera de la educación.

Emiliano Galasso es docente.