El modo en que debiéramos ordenar nuestra vida social fue uno de los temas fundamentales que ocuparon a Carlos Vaz Ferreira. Considera la cuestión social desde las intuiciones de libertad e igualdad, que en esta oportunidad presentaremos en sus rasgos fundamentales, y en otras contribuciones de esta serie se desarrollarán algunos de ellos.

Para Vaz Ferreira, la libertad es un principio básico que ha de regir el ordenamiento de la vida social para que sea aceptable. Acude para su consideración a la guía del sentimiento de las personas de buena voluntad antes que a otras formas posibles de análisis.

La significación de la noción de “libertad” está lejos de ser unívoca. Su aclaración no es una tarea de determinación de algún “significado verdadero”. En las sociedades modernas llegó a constituirse en sentido común una concepción de la libertad, posteriormente caracterizada como libertad negativa, que consistiría en la capacidad individual de actuar sin interferencias, entendiendo por tales todas las que provengan de conductas no válidas de los otros individuos. A partir de un supuesto sobre la psicología humana se cree que, si cada uno actúa según sus propios impulsos, la libertad es usada para la búsqueda de la propia utilidad, o, a lo más, la de los más allegados. En la segunda mitad del siglo XIX, el positivismo evolucionista le añadió a esta concepción una pretendida fundamentación en la biología mediante la extrapolación del mecanismo de evolución por selección natural al campo de la sociedad humana. El positivismo decimonónico vio en el mercado el equivalente a las condiciones que en la naturaleza imponen las presiones selectivas de la especie.

La concepción de la libertad en Vaz Ferreira tiene dos sentidos no diferenciados expresamente, pero claramente distinguibles: un principio normativo de libertad, entendido como exigencia de no interferencia en la conducta y en la interioridad subjetiva y como protección de la espontaneidad de los individuos, asegurando la no interferencia en las relaciones sociales por un Estado extralimitado o impidiendo acciones ilegítimas de otros individuos.

La prioridad de la interioridad, junto con la pretensión de favorecer la conciliación antes que la agudización de los conflictos, lleva a que Vaz Ferreira conciba la solución de los problemas sociales bajo la forma de la búsqueda de coincidencias a través de compromisos que conserven mínimos irrenunciables. Sólo así sería posible concordar la diversidad de interioridades eventualmente valiosas con la negación de que cualquier preferencia subjetiva valga. El mantenimiento de mínimos impediría la desaparición de valores y haría posible la conciliación.

Se debe asegurar a la libertad un espacio suficiente para que el individuo pueda considerar significativamente que conduce su propia vida. Así se posibilita que cada uno “reciba las consecuencias de sus aptitudes y de sus actos”. La libertad es una propiedad de la acción del individuo, que implica el rasgo “determinante de la superioridad de nuestra especie”, “favorable a las diferencias individuales”, constituyendo una tendencia “fermental”, que logra la adhesión de los espíritus sinceros. La restricción de la libertad supone la presencia de “autoridad, leyes, gobierno, prohibiciones, imposiciones, demasiado de todo eso”, hasta llegar a organizaciones sociales como la de los artrópodos, en la que “la perfección va unida a la detención del progreso” (T. VII, p. 24).1

Un elemento central del pensamiento de nuestro filósofo es la protección de la intimidad en las relaciones primarias y en la subjetividad. La existencia misma de la libertad, sostiene Vaz Ferreira, supone que el ser disponga de una interioridad eficaz, es decir, que sea “no totalmente dependiente del mundo exterior” (T. II, p. 29). El sentimiento de la propia interioridad es a la vez la prueba de la eficacia y la eficacia misma: “Este ser se siente sujeto y por consiguiente se considera a sí mismo naturalmente, no artificialmente desde afuera [...] sino naturalmente desde sí mismo, desde adentro; este ser que considera al mundo exterior como distinto de sí tiene fuerza, debe sentirse libre. Y este sentimiento ya puede adelantarse que no es un sentimiento ilusorio” (T. II, p. 253-254).

Se puede suponer que este énfasis en la prioridad de la interioridad tiene entre sus múltiples fuentes las exigencias defensivas que le imponía a la subjetividad la existencia de una cierta debilidad de la conquista de la privacidad en la cultura nacional de la época. José Pedro Barrán data recién hacia 1860 el pasaje desde una “barbarie” que “había convivido con la desvergüenza de un yo exhibicionista” a “una sensibilidad alerta a la preservación de los ‘secretos’ del hogar y la persona”.2 La expansión del Estado, el surgimiento de nuevos actores políticos con el batllismo y en última instancia el dinamismo de la constitución del espacio público, ante una privacidad no totalmente arraigada en la civilización nacional, hacen aparecer lo que Vaz Ferreira considera el mayor peligro de las “épocas democráticas”: la presión conformadora de lo social, ante la cual es necesario “conservar la independencia personal contra la influencia de las masas, de las turbas, del público, de la gente, de la opinión, de todo lo que es colectivo; conservar la persona” (T. III, p. 253-254). El efecto de lo que llama “el amasamiento” es el rebajamiento moral, una “influencia absolutamente deletérea” que, por medio de la preocupación por la reputación social, lleva a que el individuo se aparte de lo que su interioridad le dicta y se sumerja en la masa, extremo de la exterioridad en la que fácilmente olvida lo que le es propio y se pierde.

La respuesta de Vaz Ferreira a las amenazas a la libertad es la defensa de la interioridad a fuerza de hacerla incomunicable, ni el lenguaje ni la conducta la expresan de un modo suficiente y fiel. Proclamación, a la vez, de su inaccesibilidad y de su valiosa riqueza, reconocible sólo por la misma interioridad. Por esto su discurso social y político en muchos momentos requiere de la complicidad en lo que cree que puede ser aceptado por cualquier sujeto de buen espíritu, esto es, por todo aquel que esté igualmente dispuesto a escuchar la voz interior que habla un lenguaje que no puede ser dicho.

Vaz Ferreira realiza sus definitivas intervenciones sobre cuestiones sociales desde la cátedra de Conferencias de la Universidad en 1920, recopiladas bajo el título “Sobre los problemas sociales”, que prolongan observaciones que ya había realizado en las conferencias Sobre la propiedad de la tierra, de 1914, publicadas en 1918.

La temática social se convierte en el centro de la discusión política de nuestro país a partir de la segunda década del siglo XX, en el marco del proceso batllista. La discusión sobre cuestiones económicas y sociales sustituye los viejos temas del enfrentamiento de los partidos, pero sigue vehiculizándose a través de las divisas tradicionales. La emergencia de la clase obrera por los cambios productivos y por el destino que tuvo una parte importante de las oleadas inmigratorias de la época, conjugado con el radicalismo político de la generación que se aglutina en torno a la figura de José Batlle y Ordóñez, explican la aparición frecuente en el lenguaje político de la época de términos como “socialismo”, “obrerismo”, “popular”, “reformismo”. En este proceso, el Estado uruguayo adquirió en forma temprana un rol difícilmente identificable con los intereses de una sola clase, apareciendo más bien como la herramienta de experimentos sociales de reforma.

El año 1916, a partir del resultado de las elecciones de la Convención Nacional Constituyente, frenó los aspectos más radicales del reformismo batllista. Es en esta época que Vaz Ferreira da sus conferencias sobre la cuestión social. Su forma es la de una intervención filosófica: interesa la determinación de principios por su mutua confrontación en el plano de las ideas, no hay una alusión directa a hechos de la realidad inmediata, la ejemplificación es genérica y no menciona a los participantes concretos de los debates sociales y políticos. Este estilo de discutir principios no es exclusivo del lenguaje filosófico, guarda semejanzas con aspectos del debate político nacional de la época. Los intelectuales batllistas, provenientes muchos de ellos de las aulas de la Facultad de Derecho, confiaban intensamente en la capacidad de transformación de la sociedad por la ley, y en esta dirección concebían experimentos sociales, muchas veces más audaces que los que el juego real del poder permitía llevar a cabo. No era sólo una actitud filosófica, ni era extraño al clima de época plantear los problemas fundamentales de la organización social, como si bastara nuestra convicción moral para dar forma a la realidad. La ubicación de Vaz Ferreira en estos debates es la de un individualista con sensibilidad moral a algunas exigencias básicas de la igualdad.

Dentro de esta concepción de la libertad, el individualismo es asociado con las tendencias favorables a la personalidad, a las diferencias individuales y a la libertad. Esta última “es uno de los determinantes de la superioridad de nuestra especie” y tiene que ver con “posibilidades futuras, mejoramiento, fermentalidad” (T. VII, p. 26). Adscribe a la tendencia individualista los rasgos de ser “tan psicológica” y favorable, defiende la libertad promoviendo así el “bien sensible y posible [...] sino todavía a las posibilidades del futuro, nuestros privilegios de especie en marcha”.

Son rasgos fundamentales del pensamiento social de Vaz Ferreira las siguientes afirmaciones: 1. el conjunto no claramente diferenciable de individualismo, libertad y personalidad describe una actitud en la cual la dirección está dada, fundamentalmente, por el ocuparse de uno mismo, orientada por el criterio de que cada uno ha de recibir las consecuencias de sus propias actitudes y actos, atender a los intereses de los otros, compensar desventajas –la “beneficencia”, en el lenguaje de Vaz Ferreira– acompaña la actitud individualista como perfeccionamiento; 2. esta actitud es “tan psicológica”, forma parte de la naturaleza del individuo al punto de que las perspectivas sociales que necesitaran de la generalización de sentimientos altruistas “supondrían un cambio psicológico demasiado grande”, por lo que “son utópicas para la mentalidad humana” (T. VII, p. 23). La orientación hacia los propios intereses individuales se correspondería con nuestros intereses como “especie en marcha”.

Vaz Ferreira desarrolla el principio individualista hasta sus últimas consecuencias y así logra extraer de una forma original interesantes consideraciones críticas sobre el régimen social vigente. “El individualismo nos aparece como la teoría que de hecho sostiene el régimen actual” y agrega en tono de perplejidad: “aparecen asociados al individualismo rasgos del orden social vigente que merecen nuestra antipatía”: “la desigualdad excesiva; [...] la inseguridad; [...] el triunfo del no superior, o cuando más del que es superior en aptitudes no superiores, por ejemplo la capacidad económica. Demasiada preeminencia de lo económico, absorbiendo la vida” (T. VII, p. 23).

La tendencia individualista y la concepción de la libertad que le es propia son consideradas como impulsos naturales y, como tales, sus conceptos son, para Vaz Ferreira, independientes del orden socioeconómico del capitalismo, son propios de la especie.

Podemos afirmar que el individualismo en el que piensa Vaz Ferreira coincide con lo que en la teoría ética se denomina egoísmo psicológico, para el cual “estamos constituidos todos de tal manera [...] que buscamos siempre nuestra propia ventaja o nuestro propio bienestar, haciendo siempre aquello que creemos nos proporcionará el mayor excedente posible sobre el mal”.3 La reivindicación del interés de la especie y de la preservación de la capacidad creativa de la individualidad son razones para sostener su valor, pero no hacen al contenido mismo del principio; este radica simplemente en lo que, supone Vaz Ferreira, es el modo natural de ser humano, sin desmedro que los individuos más complejos y evolucionados desarrollen también fuertes sentimientos de naturaleza altruista.

A partir de la confluencia entre individualismo radical y la relevancia que otorga a los sentimientos altruistas Vaz Ferreira desarrolla una perspectiva singular que lo distingue tanto de las visiones de tipo socialista como del liberalismo conservador de su época, aspectos que bosquejaremos en una nota posterior.

Miguel Andreoli es docente libre de Filosofía de la Práctica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Hago una consideración más detenida de estas cuestiones en “Pensar por ideas a tener en cuenta: elementos de filosofía política en Vaz Ferreira”, www.csic.edu.uy/content/pensar-por-ideas-tener-en-cuenta-elementos-de-filosofía-política-en-vaz-ferreira. La mejor introducción al pensamiento de Vaz Ferreira en Ardao, Arturo, Introducción a Vaz Ferreira, Montevideo, Barreiro y Ramos, 1961.


  1. Las citas de Vaz Ferreira se hacen de la Edición Homenaje de la Cámara de Representantes de la República Oriental del Uruguay en XXV tomos, Montevideo, 1963. 

  2. Barrán, José Pedro (1982). Historia de la sensibilidad en el Uruguay, Tomo 2, El disciplinamiento (1860-1920), Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, Facultad de Humanidades y Ciencias, p. 257. 

  3. Frankena, William K (1965). Ética, México, UTEHA, p. 30.