Estamos transitando un tiempo en el que los anuncios gubernamentales empiezan a ser explícitos. La autoridad máxima de la ANEP anunció que se privatizarán servicios en la educación para los centros de tiempo extendido. Más que nunca es necesario pensar el futuro que queremos para la educación de nuestro país. Lo que sigue es un aporte en esa dirección.
Quizá la punta de lanza de esta situación de exceso de autoridad haya aparecido con la sanción a 15 docentes de la filial San José de la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria (Fenapes). Estos trabajadores fueron sancionados con la separación del cargo y la retención de 50% de su salario.
Por otro lado, la misma Fenapes fue investigada por una comisión del Parlamento que contó con el apoyo de toda la coalición gobernante. El 16 de junio de este año se anunció por todos los medios de prensa que se pasarían los detalles a la Justicia. Pasaron 15 días y todavía la denuncia no se hizo efectiva. El daño y las horas de exposición que tuvieron los voceros de esa comisión inquisitorial ya quedó en el imaginario colectivo, y los integrantes de este sindicato ya fueron acusados como si fuesen delincuentes.
Todo este clima anunciaba cómo sería el gobierno de turno con las organizaciones críticas y opositoras. Situaciones similares se vivieron en la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) y en diversos organismos estatales.
Las últimas movidas (hasta el momento) de exceso de autoridad muestran la obsesión por controlar a los opositores que tiene este gobierno. Por un lado, la intervención al Club Social y Deportivo Villa Española por parte del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). La sanción de quitar a las autoridades electas fue la más dura y sin buscar otras alternativas. Lo peor de esta sanción es que en el texto de la intervención se dice explícitamente que se controlará el contenido de las redes sociales del club. La libertad de expresión (derecho básico del liberalismo) es puesto en duda y bajo tutela ministerial.
Y para finalizar esta tendencia autoritaria es que la ANEP, el 22 de junio, publicó una circular en la que advierte (¿amenaza encubierta?) que en las Asambleas Técnico Docentes (ATD) no se pueden tratar temas que no estén contenidos en el temario de dicha asamblea. Como plantean los integrantes de las mesas permanentes de las ATD, esto es dar una carta abierta para que las autoridades puedan hacer y deshacer a su gusto.
¿Qué harán con estas asambleas?, ¿las intervendrán como a Villa Española?, ¿hasta dónde llega la ilusión de controlarlo todo?, ¿dónde quedó la libertad pregonada por las autoridades?, ¿hay libertad mientras no se critique a las autoridades?
Aportes de José Luis Rebellato
La obra de José Luis Rebellato, pensador de origen canario nacido en 1946 y fallecido en 1999, bien podría ser útil para pensar los procesos político pedagógicos que estamos atravesando y para lo que queremos construir como alternativa al modelo dominante autoritario actual.
Uno de los primeros mojones a presentar es desde dónde este pensador encara su obra: “Desde la gran y hermosa tarea de luchar por la liberación nacional y continental, tarea de nuestros pueblos proyectados a romper las cadenas de la esclavitud y de la opresión, a través del ejercicio del poder y del saber” (Rebellato, “El marxismo de Gramsci y la nueva cultura”).
Es importante aclarar esto porque, desde la concepción de este autor, los proyectos deben ser evidenciados y no deben ser encubiertos. Ahora bien, debemos contextualizar esa cita. Este texto fue escrito para una presentación pública hacia 1988. Es decir, otro mundo.
Sin embargo, el fondo de esa afirmación sigue estando vigente. Aunque hoy las cadenas parecen más difíciles de romper y quebrar. ¿Por qué? Porque, como decía el mismo autor citando a Gramsci, para romper las cadenas habría que realizar una “revolución cultural” y esta “no consiste únicamente en que las masas “adquieran” cultura, sino en una crítica radical de la cultura establecida [...] la revolución cultural supone una ruptura [...]: desde las ciencias a la política, desde la teoría del conocimiento a la ética, desde los órganos de poder popular a la organización política”, señalaba Rebellato en la obra citada.
Sin dudas que la educación deberá concordar con un nuevo proyecto político que se plasmará en el futuro. Pero, como decía el mismo Rebellato, no hay que esperar a que todo cambie para intentar hacer algo hoy.
Los pasos a dar para un cambio político-educativo deben tener como horizonte último este aspecto (si es que se pretende cambiar la realidad a fondo). Quizá fue uno de los debes de los gobiernos progresistas, no ir a fondo con los cambios e intentar hacerlos con los protagonistas. Tal vez el ejemplo más claro de esto fue el Congreso de Educación Julio Castro y la posterior decisión de no hacerlo vinculante con la Ley de Educación, lo que trajo un profundo conflicto con varias organizaciones que participaron en él. Un segundo gran conflicto fue con el decreto de esencialidad en 2015.
En otro pasaje de la obra de este “intelectual radical” podemos encontrar, en línea con lo ya mencionado, la siguiente enseñanza que toma del pedagogo brasileño Paulo Freire: “Los procesos educativos deben ir unidos a procesos y proyectos políticos y estos deben ser construidos con el protagonismo de los sujetos populares y del pueblo como sujeto” (Rebellato, Ética de la liberación).
Parte de la obra de Rebellato tiene una gran afinidad con la construcción freireana de la educación, que no se encierra en el aula ni en el centro educativo. Todo lo que pasa en la sociedad pasa en las instituciones escolares: desde primaria, secundaria y a nivel terciario. Omitir o desconocer esto es una jugada ideológica. El mismo Freire contaba en sus charlas (se pueden leer en sus últimos libros) que muchos no lo consideraban pedagogo por decir lo que decía, le negaban su existencia profesional. Los que le negaban su profesionalismo se llamaban a sí mismos neutros y profesionales. Hoy sucede algo similar con las decisiones de la ANEP respecto de la manía de coartar la libertad de los docentes para discutir temas que hacen al diario vivir de la educación: el hambre de los estudiantes, los recortes presupuestales, la falta de espacios y lugares adecuados para trabajar con los estudiantes, etc.
Estas posiciones planteadas por Rebellato y Freire parecen utópicas, pero si realmente se pretende cambiar a fondo la educación del país, se deberán estudiar y, especialmente, se deberán crear e inventar nuevos espacios, nuevas propuestas para que todos los sectores populares puedan constituirse en sujetos populares, para que puedan construir su futuro y, de esa manera, defenderlo porque lo hicieron suyo.
Así se superarán las “democracias restringidas; democracias donde la gobernabilidad se edifica sobre la base de la injusticia y la exclusión; democracias que desconocen las graves deficiencias en la calidad de vida de los sectores populares” (Rebellato, Ética de la liberación).
Sin dudas que la educación deberá concordar con un nuevo proyecto político que se plasmará en el futuro. Pero, como decía el mismo Rebellato, no hay que esperar a que todo cambie para intentar hacer algo hoy. Siempre teniendo como referencia la construcción de nuevos proyectos sociales para que todos los seres humanos puedan vivir y desarrollar todo su potencial y que no solamente unos pocos privilegiados puedan hacerlo.