“Se necesita una tribu para criar un bebé”.
Aforismo ancestral
Un bebé es un gran tesoro que recibe la sociedad, es la garantía de su permanencia y de su crecimiento. Pero es una promesa que esa sociedad debe contribuir a que se haga realidad.
Ya hace mucho tiempo que sabemos que el genoma, por más perfecto que sea el legado de miles de millones de años de experiencia y de transformación, no es suficiente para asegurar un desarrollo saludable. El genoma creado y perfeccionado en la relación de los seres con su entorno necesita de ese mismo entorno para crear su obra magnífica que es el ser humano.
El entorno tiene sus figuras estelares que somos nosotros, las personas que integramos las sociedades.
El genoma es como el plano de una casa; en realidad es mucho más que eso, pero para que la casa sea una realidad se necesitan muchas manos que trabajen, muchos insumos, mucho tiempo de dedicación y cuidados. Luego de este ejemplo, imaginen cuánto precisa un bebe para “ser”, crecer, transformarse, crear y contribuir al trabajo colectivo de la existencia en común.
Recibir bebés es un compromiso de toda la comunidad, es crear espacios saludables, la mística de que hay cosas centrales a la existencia, como es la de preservarla en las mejores condiciones para todos.
Se necesita generosidad, mirar más allá de nosotros mismos, de nuestro pequeño vergel y cuidar más de una rosa.
Estas reflexiones a propósito de los bebés son centrales al pensar la sociedad, y no son materia sólo de quienes trabajamos con la primera infancia. Según el paradigma que la sociedad tenga de los bebés, de los niños, se estructurará para cuidarlos y alentar su llegada.
En nuestro país nacen pocos bebés, menos de los que se necesitan para mantener la población.
Es muy revelador el hecho que la mayoría de los bebés nacen en familias pobres, y que los sectores de la población más vulnerables son la infancia y la adolescencia.
Nuestra pirámide poblacional es deforme, una pequeña base que sostiene una estructura abultada en la zona de las edades medias. Esto trae consecuencias negativas, como cierta rigidez frente a los cambios, un predominio del pensamiento adulto que cercena o sofoca el sentir de los jóvenes, que es el que más dinamiza las sociedades.
Es muy revelador el hecho que la mayoría de los bebés nacen en familias pobres, y que los sectores de la población más vulnerables son la infancia y la adolescencia. Es lo opuesto a lo que señalamos al principio, que son los sectores a los que deberíamos cuidar y promover más.
Porque no se trata sólo de alentar a traer niños al mundo, sino luego pensar si vamos a acompañar a esos niños para que lleguen a ser jóvenes y adultos felices.
¿Les aseguramos un hogar, un hábitat confortable? ¿Una alimentación adecuada, una educación que promueva las potencialidades que han heredado? ¿Cuidamos a sus familias, a su entorno próximo, valoramos y estimulamos a sus educadores en esa función central que tienen de acompañarlos hasta la adultez?
Esto es un tema de la más rica política social y de la mejor conciencia ciudadana.
Pensar en los bebés, en lo mucho que necesitan nuestra ayuda y compañía, nos hace ser mejores personas, y con mejores personas la sociedad se supera, se hace más humana, como debe ser.
Los bebés nos animan a ser conscientes de la importancia de la vida.
Por eso se creó la Comisión del Bebé de la Asociación de Psiquiatría y Psicopatología de la Infancia y de la Adolescencia (Appia) en 2009. Desde ella impulsamos una ley que consagró en 2013 el Día Nacional del Bebé, que celebramos el primer viernes de octubre, pero para el que trabajamos todo el año a nivel nacional.
La comisión del Día Nacional del Bebé tiene una integración multiprofesional e interinstitucional. Sus objetivos son múltiples: hacer visibles las competencias infinitas de los bebés, pero también sus necesidades para que estas se expresen en toda su potencialidad; crear una red nacional de personas y de instituciones que ayuden a hacer visibles esas cualidades y necesidades; y pensar juntos los mejores planes y estrategias para rodear a los bebés de las mejores condiciones de vida.
Dora Musetti es pediatra, psiquiatra y psicoterapeuta de niños, adolescentes y grupos, y secretaria general de la Asociación de Psicopatología y Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia en Uruguay.