El 19 de junio, la senadora nacionalista Graciela Bianchi publicó en Twitter un fotomontaje que mostraba al entonces candidato a presidente de Colombia (posteriormente electo) Gustavo Petro junto a Pablo Escobar y otros secuaces, compartiendo sin camisas y en un ambiente de extrema camaradería alguna que otra bebida. En esa publicación, Bianchi afirmó: “La terrible constante en Iberoamérica en las últimas décadas: guerrilla, narcotráfico y llegar al gobierno usando las formas democráticas que no se respetaron. Sobre Uruguay recae una gran responsabilidad histórica”.

Al ser advertida de su error (que la foto se trataba de un fotomontaje), la senadora, tercera en la línea presidencial del gobierno, lejos de amilanarse y retirar la fake news, arremetió declarando: “Lo que importa es que fue o pudo ser”, y aseveró que debía lograrse una “abstracción” de lo escrito, afirmando que “la realidad no es un montaje. Hay que aceptarlo”, según insistió con testarudez.

Sin embargo, lejos está de tratarse de un caso excepcional, pues la reproducción de fake news ha sido una práctica suya repetida en los últimos años, pero también de otros actores políticos, tanto en nuestro país como en la región y el mundo entero. Vale la pena recordar algunos ejemplos concretos que también fueron difundidos por la senadora: denuncias sin fundamento sobre los vínculos familiares de funcionarios públicos de importancia (olvidando particularmente los pertenecientes a su fuerza política), la divulgación (entre alabanzas) de que el presidente Luis Lacalle Pou había sido elegido por la ONU como el mejor presidente de América y quinto del mundo entero –cuando se trataba de información falsa–, o, en plena pandemia, compartir una foto de personal sanitario en un carrito, en un ambiente rural, atendiendo a la población alejada de los centros de salud, diciendo que esto representaba “la lucha de nuestro país”. También en este caso le advirtieron oportunamente de su error, ya que no se trataba de Uruguay sino de Santiago del Estero, en Argentina, a lo que ella contestó: “La literalidad es una manifestación de ignorancia”, en un ejemplar e inédito caso de realismo literario, pero con sello propio.

Analizaremos el papel fundamental que cumple la senadora en el mundo político nacional debido a su (muy) particular forma de desempeño, iniciadora periódica y permanente de las llamadas shitstorms (literalmente, “tormentas de mierda”). Plantea además un problema serio en relación a la importancia del lugar de la verdad y la mentira en la dinámica de la comunicación actual.

En ese sentido, Bianchi se propone siempre a ella misma como alguien que habla desde el lugar “bien ganado de la verdad”: adopta esa actitud de forma constante, apoyada en su extenso currículo de exdocente y exdirectora de liceo (con la supuesta potestad de mandar a estudiar a todo aquel que le retruca o la cuestiona), y exhibe como garantía de sus afirmaciones su largo legajo. Por si fuera poco, refuerza sus afirmaciones desde el lugar de exfrenteamplista (y secretaria del fallecido senador Germán Araujo), exsindicalista (se llegó a definir como fundadora de la Federación Nacional de Profesores de Secundaria), planteando sus opiniones desde un lugar de desenmascaramiento constante de los hábitos, planes, métodos e intenciones de la izquierda, adoptando así el lema: “Yo los conozco, yo estuve allí, sé cómo piensan y cómo actúan, y por tanto voy a decir la verdad”.

En general, Bianchi suele adoptar también un estilo acusativo y culpabilizador y al mismo tiempo se expresa como una férrea y tenaz defensora del presidente, de quien hace un verdadero culto, incluso identificándose como “luisista”. Diariamente adopta el papel de superadora de los meros hechos, presentándose como alguien que trasciende las simples circunstancias cotidianas y que prácticamente se encuentra más allá del bien y del mal. Con sus múltiples actitudes, en buena medida (y en eso el ejemplo de su cuenta de Twitter es elocuente) propone un borramiento difuso entre lo real y lo ficcional, al mismo tiempo que se define como alguien que dice una verdad total.

Valga recordar brevemente a Jacques Lacan, para quien aquel que se propone decir lo real sobre lo real y lo verdadero sobre lo verdadero está mintiendo, además de señalar el carácter de disparate de la realidad.

Chul Han advierte que es justamente a través de las redes sociales que logra imponerse hoy la comunicación afectiva por sobre la racionalidad discursiva, prevaleciendo por sobre la argumentación de lo veraz.

“En el abismo, tu reflejo”

De todas maneras, creemos estar en condiciones de poder darle a la senadora Bianchi parcialmente la razón. En sus escrituras, trata siempre de ajustar sus expresiones desde una verdad emocionalizada, concepto que expresa las formas que caracterizan a la política del momento y en general a través de un tono de violencia que busca herir y generar adhesiones emocionales, mucho más que argumentativas.

Diariamente Bianchi cumple un papel muy importante en la comunicación y en el modo de presentar los problemas de gobierno, confrontando desde una fuerte defensa cualquier oposición y crítica, pero siendo fundamentalmente una creadora de climas.

En ella se expresa como en nadie un modo actual de hacer política, en el que predomina lo emocional por sobre todo lo demás.

Según describe y analiza Byung Chul Han (2021),1 la enorme acumulación actual de datos, lejos de enriquecer el debate y la comprensión de los problemas, nos sitúa constantemente ante un flujo permanente de acontecimientos, de informaciones repetidas y cambiantes, del que los llamados informativos son su expresión más extrema. Es decir, se pasa de una noticia a otra sin ninguna clase de jerarquización y a una velocidad que inhibe cualquier posibilidad de reflexión seria. Sin embargo, estos formatos también son constructores de realidad, en el sentido de que influyen en nuestro comportamiento y entendimiento, pero particularmente en la forma en que reaccionamos emocionalmente ante la realidad. La antropología, por medio de múltiples ejemplos, ha evidenciado cómo las creencias tienen efectos de realidad.

En la actualidad entendemos que los mecanismos de comprensión de las cosas son primero emocionales y luego cognitivos, por lo que las emociones suscitadas (y Graciela Bianchi es genial en su rol de generadora de emociones) condicionan toda nuestra comprensión intelectual de algo. Chul Han advierte que es justamente a través de las redes sociales que logra imponerse hoy la comunicación afectiva por sobre la racionalidad discursiva, prevaleciendo por sobre la argumentación de lo veraz. Se impone no lo veraz, sino aquello que logra tener un mayor potencial de excitación. (2022: 35)

En este sentido, Chul Han también reflexiona sobre las llamadas fake news. En primer lugar entiende que son efectivamente información y que como tal corren veloces por sobre cualquier proceso de verificación, que siempre requiere tiempo, trabajo, estudio y reflexión. La información, por el contrario, no necesita esos tortuosos caminos de demostraciones. La noticia siempre se trata de un recorte intencional de la realidad y es construida por personas que establecen una narración deliberada; al enunciarse ya impone todo su efecto, y al final la verdad –si es que se llega a producir– nunca se puede alcanzar, cumpliendo la afirmación hecha por el célebre escritor irlandés Jonathan Swift en 1710: “La falsedad vuela y la verdad viene cojeando tras ella”.

De este modo, parece que la información es resistente a la verdad, al volverse realidad psíquica, y no cede como creencia total ante la verdad. La primera impresión de un hecho será siempre la más importante –lo saben los políticos, los publicistas y las encuestadoras– siguiendo la máxima del box: quien pega primero pega dos veces.

Así, estos actores se desviven diariamente por producir todo esto y, lejos de mostrar la realidad, la construyen.

Nicolás Mederos es profesor de Filosofía y escritor. Fabricio Vomero es psicólogo, magíster y doctor en Antropología.


  1. Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia (2022). Taurus. Buenos Aires.