Los organismos de derechos humanos de las Naciones Unidas (ONU) reconocen que tienen un vacío en el abordaje internacional del problema de las acusaciones mundiales de intolerancia religiosa, racismo, lavado de dinero y crímenes de lesa humanidad de las iglesias fundamentalistas que incitan y comenten actos de odio contra los afroumbandistas y otras diversidades sociales.

Hace mucho tiempo en este sur del sur, además de la discriminación histórica por orígenes étnico-raciales, los cultos afro y la religión umbanda somos objetivo de exterminio por parte de las extremas derechas disfrazadas de culto de las llamadas iglesias fundamentalistas seudoevangélicas o neopentecostales con distintos nombres. La principal es Pare de Sufrir (Iglesia Universal del Reino de Dios), pero hay más, con manifiestos objetivos de poder social, económico y político, que usan los ataques a la comunidad afroumbandista como pretexto, mientras crecen sus negocios con ganancias destinadas a paraísos fiscales y son investigados por lavado de dinero vinculado al narcotráfico en varias partes del mundo y países vecinos.

Aquí en Uruguay dicen por la televisión que curan la depresión, siguen ofendiéndonos demonizando la ritualidad espiritista y animista afroamericana y asociándola a maldades, brujería y magia negra, construyen templos monumentales en el centro de la capital, desfigurando la fisonomía propia de Montevideo y ubicándose en avenidas principales, comprando cines o manzanas enteras, como el templo mayor en 18 y Pablo de María, valorado en 15 millones de dólares, con capacidad para 3.000 personas y estacionamiento para 300 autos, pastores pagos en euros con pisos enteros en barrios suntuarios, autos de alta gama y decenas de inmuebles por todo el territorio exonerando fortunas en impuestos, dineros que gastan en medios masivos de comunicación para perseguir a la comunidad creyente en cultos afroumbandistas hace casi 30 años, alegremente.

El tema de la salud psíquica de la población religiosa afro por este acoso continuado desde hace décadas es un planteo que estamos estudiando la posibilidad de llevar ante los organismos de salud pública uruguaya. Algunas personas han cerrado templos afectadas emocionalmente, o se han visto impedidas de ritualizar. Se provocó la muerte de una mae de Santo en Bahía, en Argentina el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo les prohibió usar terminología afroceremonial, hace poco apareció un espía en la presentación de un libro de nuestra autoría en una sala teatral, y sólo esperamos que se dé la discusión regional intracomunidad y a todos los niveles, porque la necesitamos urgentemente. Sus prédicas intolerantes sustentadas por capitales millonarios generan un poder de alienación de dimensiones impredecibles, y es muy grave la situación de peligro social no sólo para las religiones afro.

Los que ungieron a Bolsonaro en 2019 son los mismos que el año pasado fueron expulsados de Angola por causa de lavado de dinero, evasión y expatriación de divisas de forma irregular, además de racismo, discriminación, abuso de autoridad y vasectomía forzada de pastores. Tenemos el ejemplo de la necropolítica bolsorracista, en la que desde la bancada evangélica expresan sin ningún recato “¿A quién le interesan los negros macumberos?” o dichos como “La religión es libre, pero el candomblé y la umbanda no son religión”.

Luego de muchas acciones legales e institucionales, todas registradas, infructuosamente encaradas por la comunidad afrouruguaya reunida en Atabaque, a Uruguay lo han neutralizado, echaron raíces. Argentina está en espera, y siguen atacando con virulencia en Brasil porque es cuna y hay fuerte resistencia desde la izquierda y los terreiros de matriz afro, unidos como bastiones culturales de identidad que se han propuesto ennegrecer el poder, con todo lo que implica de esperanzador y luminoso la gran cantidad de candidaturas afrodescendientes a espacios de decisión política.

Recordemos también, y no es menor, que de estas iglesias millonarias y violentistas surgieron los precursores de la ideología de género, entre otros mensajes ultraconservadores.

Allá se ha comprendido que la lucha por equidad e inclusión debe darse con todas las herramientas unidas, y que atacan el culto no por casualidad, sino porque es corazón y sangre de la matriz negroafricana. Y no es necesario ser creyente, porque la defensa de los ritos sagrados es parte esencial de la cultura que bajó de los navíos negreros. Herramienta contrahegemónica por excelencia. Es necesario comprender que la demonización y la falsa laicidad, excluyentes de religiones discriminadas, son instrumentos de opresión del racismo estructural, conspiran contra la diversidad e impiden que la comunidad afrouruguaya militante tome los temas étnico-religiosos y los defienda como parte de sus derechos humanos y su memoria ancestral.

La filosofía racista y de prédica de odio contra los cultos de matriz afro se resume en el libro que escribió Edir Macedo, su líder, en 1997, Orixás, caboclos y guías: ¿dioses o demonios? Dice su prólogo: “a través de los vehículos comunicacionales y de las iglesias que ha establecido por los rincones de nuestra patria y en el exterior, el obispo Macedo ha desencadenado una verdadera guerra santa contra toda obra del diablo. En este libro denuncia las maniobras satánicas del kardecismo, de la umbanda, del candomblé y otras sectas similares, colocando al descubierto las verdaderas intenciones de los demonios que se hacen pasar por orixás, exus y erés, y enseña la fórmula para que la persona se libere de su dominio”. Textual y aberrante. Esto, que fue prohibido algún tiempo, hoy está masificado, impreso y en internet, y, aunque dice “liberado por la justicia” –o sea que hubo y hay reclamos sobre los derechos que lesiona dicho texto–, han vendido siete millones de ejemplares, según ellos, y fue traducido a varios idiomas. Ojalá alguien repare en este crimen de lesa humanidad que se perpetra acá y en varias partes del mundo con la parafernalia enorme de quien compra todas las estrategias, hasta sentencias. Tengo un ejemplar: hace muchos años un joven umbandista que ahora es pai lo entregó en mis manos llorando de indignación.

Recordemos también, y no es menor, que de estas iglesias millonarias y violentistas surgieron los precursores de la ideología de género, entre otros mensajes ultraconservadores.

Nos visitó en Uruguay el consultor independiente sobre Derechos de los Afrodescendientes, Pastor Elías Murillo Martínez, miembro colombiano del Foro Permanente de las Naciones Unidas, y le planteamos la desesperada y desesperanzada interrogante.

La pregunta es si al menos se piensa o si se está haciendo algo desde los observadores internacionales de derechos humanos por este problema que aqueja a la religiosidad de matriz afro en lo directo, pero que supone un riesgo globalizado para las libertades y los derechos de las sociedades democráticas en general. Y respondió textualmente: “Reconocemos que tenemos un vacío en el abordaje internacional de estos temas”. O sea que, como dijo Artigas: “Nada podemos esperar si no es de nosotros mismos”. Hace muchas cosas la ONU, no lo dudo, pero ni siquiera ha visualizado esto tan flagrante y mundializado. En resumen, no se está haciendo nada por detener este flagelo.

Susana Andrade es procuradora, activista social y exdiputada. Es presidenta de la Institución Federada Afroumbandista del Uruguay e integra el Grupo Atabaque por un país sin exclusiones.