Leí la noticia de un llamado laboral para personas con discapacidad en la Intendencia de Canelones (IC), algo que siempre celebro. Al ver los requisitos necesarios para aspirar a los diferentes puestos, noté que más de la mitad de los cupos estaban destinados a personas con primaria completa y ciclo básico aprobado. Este requisito me produce sentimientos encontrados; por un lado, una enorme alegría por dar más oportunidades a las personas que no han podido culminar sus estudios y, por el otro, un sentimiento de aflicción. Me pregunto: ¿por qué esos requisitos? Federico Lezama, director del Área de Discapacidad de la IC, plantea en una entrevista, de forma muy clara y sin rodeos, que existe una gran cantidad de personas con discapacidad que siempre quedan por fuera de los diferentes llamados laborales. ¿La causa? No cumplen con los requisitos necesarios, tienen falta de formación, no han tenido las oportunidades de insertarse en el sistema educativo y permanecer en él. Podemos encontrar infinitas causas a la deserción: personales, familiares, económicas o sociales. En esta oportunidad, no quiero buscar “culpables”, sino reflexionar desde mi rol como maestra con discapacidad: ¿qué puedo hacer a partir de hoy en más?

Los conceptos de persona, discapacidad, educación y trabajo son claves para construir y transmitir una nueva concepción social de las personas con discapacidad. En relación al concepto de “persona”, el psiquiatra infantil Ariel Gold plantea que una persona vale por lo que es, nada más y nada menos que por ser un ser humano, al igual que otro semejante o muy diferente, pero nuestro valor como tal es exactamente el mismo.

Las personas con discapacidad pedimos aceptación, pero en esa aceptación debemos comprender que el resto de los integrantes de la sociedad no siempre disponen de información pertinente para prevenir actitudes discriminatorias.

Al aceptar y comprender las diferencias e igualdades que tenemos todos, nos será más sencillo comprender lo que somos y lo que tenemos. Soy persona y puedo tener o no una discapacidad, que es una condición irreversible, que, dependiendo del grado, me va a permitir, o no, hacer determinadas cosas. Pero nunca dejaré de ser persona.

Las personas con discapacidad pedimos aceptación, pero en esa aceptación debemos comprender que el resto de los integrantes de la sociedad no siempre disponen de información pertinente para prevenir actitudes discriminatorias y que el acceso a ella forma parte de procesos de sensibilización que dependen del interés personal en asumirlos y del Estado en promoverlos. Intentar vincularte desde la empatía, sin enojarse ni victimizarse, exige mucha serenidad y constancia. Cuando formamos parte del sistema educativo de forma activa, debemos involucrarnos docentes y alumnos, con y sin discapacidad; es nuestra responsabilidad, junto con el Estado, informarnos y formarnos.

Cuando la carrera deja paso a la formación, y así la necesidad de terminar deja paso a la posibilidad de pensar y crecer en cada encuentro, seguro que se puede construir una mejor sociedad, y proveer ámbitos que inviten a las personas con discapacidad y a su entorno a seguir formándose, estudiando y pensándose como actores de la educación.

En esta idea de persona-formación-educación aparece un nuevo concepto: el de “trabajo”. Si buscamos su significado en el diccionario de la Real Academia Española, aparecen diferentes conceptos, todos enfocados hacia un mismo lado: la producción, el esfuerzo, la fuerza, la economía, la ganancia como contrapunto a la pérdida. Pero no es sólo eso. El trabajo hace al concepto de persona, me hace sentir como tal; soy capaz de crear, generar cosas a partir de esto, y va más allá de la materialización de lo que haga. Tener un empleo me hace crecer, ser un mejor ser humano, adquirir conocimientos –y si tengo una formación, más aún–, proyectarme como persona económicamente, familiarmente, sentimentalmente. Considero importante dejar una serie de preguntas que como sociedad nos deberíamos hacer: ¿qué tan accesible es la educación?, ¿qué tan formados estamos los docentes para trabajar con la discapacidad?, ¿por qué a medida que indagamos en los niveles educativos de las personas con discapacidad la mayoría no superan educación primaria y ciclo básico?

La educación es la herramienta para cambiar la sociedad. Desde el primer encuentro con ella tomamos contacto con el conocimiento y estímulos que nos permitirán hacernos nuestro propio camino. Es importante recordar que el conocimiento es poder, poder continuar estudiando, poder trabajar, poder ser un mejor ser humano.

Evelyn Marchicio es maestra.