A más de 280 días de la invasión rusa a Ucrania, la situación no ha dejado de agravarse. Lejos del fin de la anunciada como una breve operación militar especial por parte de Rusia, la guerra sigue, ha cobrado un altísimo costo humano, las infraestructuras de Ucrania están siendo devastadas y las pérdidas rusas han sido enormes.
La ayuda militar occidental ha mostrado un nivel de atraso tecnológico de las fuerzas rusas muy evidente y la situación política interna en dicho país es objeto de las más diversas versiones.
Europa vive una crisis económica muy grave. Las sanciones a Rusia les han costado muy caro a los países europeos y la multiplicación de sus presupuestos militares no cesa.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) está a punto de incorporar a Finlandia y a Suecia, y Estados Unidos ha recuperado plenamente el liderazgo de Occidente y revitalizado a la alianza militar como nunca.
Rusia canceló recientemente la reanudación del diálogo con Estados Unidos por retomar la vigencia del tratado de no proliferación de armas nucleares, y la carrera armamentista disparada no cesa de crecer en el mundo.
Los cambios en los mandos militares rusos alimentan versiones, suministradas por las comunidades de inteligencia occidentales, de crecientes tensiones políticas en el gobierno ante los fracasos militares.
El gobierno de Volodímir Zelensky rechaza cualquier salida diplomáticamente viable, y Vladimir Putin no tiene opciones sin conseguir algún éxito que le permita asegurar algo del territorio reivindicado que ha invadido y cuyo control ha perdido parcialmente.
El propio gobierno de Estados Unidos no consigue presionar a Zelensky, que ha obtenido un manejo político con cierta independencia y aparentemente maneja, aun parcialmente, una agenda propia, sabiendo que Occidente no puede dejar de sostenerlo.
China no tiene piezas a mover para encontrar una salida, y su propia situación interna en el mar de la China y con Taiwán hace que tampoco le sobren opciones de presión política a Putin.
Ninguna agencia pronostica, más allá de las tensiones ya comentadas, posibilidades, en un plazo breve, de un cambio en Rusia.
Este panorama alienta visiones de prolongación de la guerra. Y la prolongación de la guerra va de la mano del aumento de posibilidades de extensión de esta fuera de los límites actuales. Una extensión geográfica y una escalada del conflicto pondrán al mundo al borde de una conflagración nuclear.
Rusia no soportaría ser aplastada por Occidente con el inmenso arsenal nuclear disponible. Tampoco China podría dejar sola a Rusia en esa hipótesis.
La superioridad tecnológica en materia de diversidad y modernidad de técnicas de lanzamiento de armas nucleares de Occidente no permite impedir una ofensiva rusa con capacidad destructiva masiva. El tema hoy es que si sigue pasando el tiempo, nos acercamos a un abismo sin retorno.
Llevó mucho convencer a la humanidad de que si no cambiamos sustancialmente nuestro modo de vida el planeta dejará de ser habitable. No existe ese tiempo para convencernos de que puede no haber quienes lo habiten.
Un clamor por la paz, contra el holocausto nuclear y por el fin de la carrera armamentista podría y debería ser posible. Hagamos de la paz en Ucrania una consigna universal.
Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos