En el barrio Peñarol se vive un infierno. Ocurrieron 17 homicidios en diez meses. Una nueva banda criminal tomó el control del barrio y desbancó al clan de la familia Segales descuartizando y quemando rivales.
La realidad es muy diferente del relato autocomplaciente y triunfalista del gobierno, que asegura que se ha desarticulado una banda criminal de las cinco que operan en la zona.
En los últimos días, el clan de la familia Segales, relacionado con el narcotráfico en el barrio, quedó duramente golpeado en su estructura porque otra banda criminal se impuso con un método feroz: secuestrando, torturando, quemando, asesinando y enterrando gente para desaparecerla. En el barrio con más homicidios del país se presume incluso que hay más cuerpos enterrados de personas que desaparecieron y que aún no se han encontrado.
Atribuirse el éxito de una banda criminal que desplaza a otra como mérito propio de la política de seguridad es irrisorio, además de irresponsable. La banda fue sustituida por otra aún peor que hoy se consolidó. Pero en la persistente construcción del relato, el gobierno se esfuerza en atribuirse lo que insólitamente considera un logro.
Los investigadores policiales tienen claro el escenario, pero no pueden evitar que las ansias de protagonismo político de las autoridades presenten un panorama de situación bajo control. Son conscientes de la gravedad de lo que sucede y observan en silencio, sin poder contradecir en público el relato. Sienten hasta vergüenza ajena por la liviandad con la que se abordan problemas complejos.
En el barrio Peñarol operan varios grupos vinculados a la distribución de drogas con vínculos hacia otras actividades delictivas. Hasta hace un tiempo, la familia Segales mantenía el liderazgo, pero en una confrontación de diez meses fue desplazada por La Tita, una mujer que implementó en forma minuciosa el modelo mexicano de control territorial. En menos de un año, se convirtió en la patrona del vecindario.
La caída del clan Segales
La banda de los Segales estaba constituida por Walter Segales, padre de cinco hijos a los que se sumaban algunos otros parientes, además de personas del barrio. No era un grupo numeroso, pero mantenían en la zona al menos cuatro bocas de drogas. En noviembre de 2021, Walter Segales fue encontrado muerto en su casa como consecuencia de un paro cardíaco. Su caso fue caratulado por la Policía como “fallecimiento sin asistencia”. En ese momento estaba en condición de emplazado por la Fiscalía, ya que debía de responder en el marco de una investigación de tráfico de drogas en la que una de las evidencias era lo encontrado días antes en un allanamiento en su propia casa.
El equilibrio en la ecuación de fuerzas se alteró a partir de esa muerte. La banda de la familia Vallejo, otro de los cinco grupos que se disputan la zona, resolvió destronar a la banda de los Segales. Pero en la dinámica de ganadores y perdedores que produce un enfrentamiento abierto le allanaron el paso a otro grupo que, a fuerza de la violencia inusitada y el terror, se hizo más fuerte y dio el jaque mate.
En los primeros días de enero de 2022, en plena tarde veraniega y desde un auto, integrantes del clan Vallejo dispararon más de 20 veces hacia la casa de la familia Segales, matando a uno de los cinco hijos, de 32 años, e hiriendo a otro, de 26 años de edad. Desde esa fecha hasta mayo hubo nueve homicidios en la zona, cifra que se duplicó entre julio y noviembre. Las muertes siguieron y comenzaron a aparecer cuerpos calcinados y desmembrados en las calles del barrio. A partir de ahí, la situación empeoró aún más.
Mauro Segales, uno de los hijos de Walter, tomó el mando al morir su padre. Los vacíos de poder se olfatean en las estructuras criminales. Sabedor de que la ausencia de su progenitor podía interpretarse como debilidad de la banda, resolvió atacar. Junto a uno de sus lugartenientes, apodado El Keto, en la antesala de la Noche de la Nostalgia, robaron la droga que distribuían tres vendedores de La Tita. Ella había decidido abrir una fuerte competencia en un escenario de alta movilidad y de muchas oportunidades.
Es así que, en la noche del 23 de agosto, además de rapiñarles la droga a los distribuidores, asesinaron a cada uno de ellos con un disparo en la cabeza. El triple homicidio se produjo en un baldío en camino Edison y Watt. En la madrugada tiraron en los pastizales los cuerpos de un hombre de 49 años, otro de 44 años y una mujer de 49 años.
Jessica Paola Silva Montero, de 27 años de edad, alias Beba, fue testigo casual de aquella masacre. Ella era una consumidora de drogas y estando en las cercanías del baldío presenció la ejecución. Inmediatamente después de observar lo sucedido fue a la casa de La Tita para entregarle información y conseguir a cambio un pago en sustancias por el dato tan relevante que aportó. La Tita se enfureció y, en represalia, mandó matar a El Keto. Pero ese atentado no fue exitoso: las balas le rozaron la cara, pero no lograron el objetivo. Eso sí, los disparos le dejaron la marca de “cara cortada” en ambos pómulos.
Cuando hay acción, hay reacción. La consecuencia del fallido atentado a El Keto fue que este y Mauro Segales secuestraron a Beba. La noche del 29 de octubre, la subieron a un auto y la llevaron por la fuerza a la casa de Claudia Gisele Viana Caramez (hermana de El Keto), quien prestó su hogar en pleno barrio Peñarol para que fuera sala de tortura y calvario. En su presencia, la golpearon y la interrogaron hasta matarla. En el ínterin le sacaron fotos y la filmaron para enviar esas imágenes a parientes y allegados como forma de señal mafiosa. Luego la descuartizaron en el living con un serrucho y pusieron partes de su cuerpo en cuatro bolsas de nailon negras. Ambos asesinos le indicaron a la dueña de casa que ella debía descartarse del cuerpo, tirando en diferentes lugares las bolsas que contenían las partes del cuerpo desmembrado. La escena de sangre en las paredes y pisos de la morada era dantesca, pero la mujer salió a dispersar por el barrio, a manera de señal mafiosa, las partes del cadáver. Luego de ubicar los restos del occiso en diferentes lugares, retornó a su casa para baldear el living y tratar de limpiar todas las manchas de sangre que habían quedado. Terminó su tarea cuando ya había amanecido.
Dejó una de esas bolsas en una boca tormenta en la esquina de Edison y Marconi. Los vecinos denunciaron que veían “un paquete y una bolsa” en una alcantarilla y que se registraba un fuerte olor a putrefacción. Se constató, al llegar la Policía Científica, que en esa bolsa había partes del cuerpo de una mujer en estado de descomposición.
Horas después, asustada por la situación, la mujer que tiró los restos se presentó a la seccional, acompañada por su madre, para entregarse y al mismo tiempo denunciar en la Policía a su hermano, El Keto, y a Mauro Segales. Este último fue detenido y actualmente cumple prisión preventiva. El Keto logró escapar de la Policía.
El ascenso de La Tita
Pero la historia de muerte y venganza continúa. Un joven de 24 años apodado Brasil había sido pareja de Beba, con quien tenía un hijo de dos años. Tanto Brasil como Beba eran consumidores de drogas y clientes recurrentes de una de las bocas que regentea La Tita. Al enterarse del descuartizamiento de la madre de su hijo, Brasil juró venganza y se puso a la orden de la jefa emergente para hacer justicia. Hace unas semanas, Keto y su hermano Pachi seguían siendo buscados por la Policía, pero fueron emboscados por los lugartenientes de La Tita, quienes le dieron a Brasil un papel protagónico en la venganza. El golpe contra los hermanos Viana Caramez fue una señal contundente del nuevo poder ascendente. Luego de asesinarlos con dos tiros a cada uno, varios consumidores que estaban en la boca participaron en el enterramiento de los cuerpos, en un ritual macabro previo a esparcirles cal. El Keto fue enterrado, pero el codo quedó a la vista, mientras que a Pachi lo tiraron en una zona de cañaverales de muy difícil acceso, cerca de un arroyo.
Luego del doble homicidio, Brasil y su nueva pareja se fueron a Artigas, de donde es oriundo. Ahí le confesó a su padre que había vengado el descuartizamiento de su exesposa y este lo denunció a la Policía. La joven que acompañaba a Brasil intentó una última jugada para protegerlo: se presentó a la Policía para informar que sabía con precisión la ubicación de los cuerpos, lo que permitió los hallazgos. Las delaciones mediante llamadas anónimas de los participantes del ritual macabro permitieron aclarar los homicidios y encontrar los cuerpos enterrados en pleno barrio Peñarol.
El nuevo plan de Heber
Hoy el clan de la familia Segales fue desplazado en su liderazgo, aunque no dejó de existir. Pero quien ganó la pulseada lo hizo aplicando una dinámica criminal que comenzó a asomar en el país emulando la modalidad mexicana de control territorial. No hay un éxito del Estado. Lo que está en juego es la gobernabilidad, y como sociedad estamos cada vez más en deuda con la democracia.
Eso implica un Estado que no pudo parar la espiral de violencia ante la escalada de homicidios, descuartizamientos e intentos de desapariciones de cuerpos. Fue en mayo que el ministro del Interior anunció en Peñarol un plan para combatir los homicidios. Desde entonces hasta la fecha aumentaron 25%.
En estos días el ministro Heber anunció un nuevo “Plan de Prevención de Homicidios”. Nadie sabe si el plan anterior existió y era real o fue otro anuncio vacío. En todo caso, lo que no se puede discutir es que fue un fracaso, porque aumentaron los homicidios que pretendía disminuir. Pero de eso nada dijo.
Los políticos deberían acostumbrarse a debatir con rigurosidad. A días del inicio del cuarto año de gestión, Heber anuncia en un programa de televisión que va a reclutar exdelincuentes como consultores del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para que hablen con los sicarios, promuevan un alto el fuego y los convenzan de dejar de asesinar. Serán contratados bajo el nombre de “interruptores de violencia”.
La cúpula del Ministerio del Interior parecería no tener noción de lo que sucede en la dinámica criminal. Tal vez esa sea la razón por la cual plantean la idea de pagarle un sueldo de consultor internacional a exmafiosos para que logren convencer a La Tita y al clan Segales, utilizando la palabra y técnicas de psicología conductual, de que depongan su actitud. El ministro Heber ejemplificó que, ante el cobro de cuentas impagas de los narcos por la compra en las bocas de venta de drogas, es necesario tener gente “en el terreno” para que “las consecuencias de esa guerra que tenemos [en referencia a la Policía] contra el narcotráfico no se transformen en muertes”.
Este gobierno está confundido, sin rumbo ni estrategia. Recurre como manotazo de ahogado a un préstamo millonario para una propuesta que el propio Heber reconoció que no sabe si funcionará. Es la improvisación y el talenteo al mando del Ministerio del Interior. Además, Heber dijo que el acuerdo con el BID está “por firmarse” y que espera ponerlo en práctica recién “el año que viene”, o sea en 2024, que es el último año de gobierno y en pleno calendario electoral.
Las experiencias de mediadores o referentes de pares no son pertinentes para desarticular el accionar de organizaciones criminales. Son instrumentos para apoyar procesos de reinserción en el mundo educativo y laboral cuyo “trabajo” debe ser en la economía formal y real a través de empresas o empleos públicos. Este tipo de acompañamiento puede ser utilizado en casos de procesos de egreso de la cárcel o en el cumplimiento de medidas alternativas a la libertad de personas primarias. Se trata de que personas de las comunidades puedan ser un punto de apoyo para una mejor reinserción social.
Pero en esta propuesta la confusión conceptual es total, la incertidumbre mayor y la deriva segura.
El anuncio del gobierno desmoralizó a la Policía y cayó como un balde de agua fría porque no valora su trabajo profesional. Ni se preocuparon por consultarla. Uruguay tiene una crisis de seguridad que hay que afrontar con políticas integrales serias y respaldando a la Policía. No acepto que se pretenda ridiculizarla y menoscabarla en su moral bajo el argumento de que “no entienden el léxico” de la delincuencia.
Con los sicarios y narcos no se negocia. Y menos aún se les anuncia que con deuda externa se contratará a personas de sus propios entornos para que los hagan desistir y capitular. El anuncio público de Heber es la antítesis del profesionalismo y la seriedad. Ya puso en alerta a los criminales y expuso a los policías a represalias. Se deberá hacer responsable.
Gustavo Leal es sociólogo