Esta semana el Grupo de Reflexión sobre Educación realizó un conversatorio sobre el Plan Nacional de Educación; a propósito de la instancia compartimos algunas ideas.

La convocatoria llevaba por título una pregunta donde se hace referencia a la posibilidad, y vaya si las preguntas de posibilidad son interesantes para conversar.

El país cuenta con una serie de antecedentes en este tema que vienen de bastante lejos, desde la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), por mencionar alguno, pasando por lo que fue el trabajo en el marco de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) sobre el Plan Nacional en el período 2005-2010, hasta los acuerdos multipartidarios sobre educación. Por lo tanto, no estamos frente a un tema inédito, tenemos algunos mojones desde donde orientarnos.

Adelanto que entiendo esa posibilidad como cierta, pero ello requiere de generosidad y de una conversación que lo posibilite, así como de advertirnos que algunas formas hacen muy difícil un Plan Nacional de Educación. Son aquellas formas de mirar el tema que podemos identificar como más prescindentes de las múltiples voces que deben ser convocadas para la tarea.

En este sentido, estamos transitando un lustro bastante culebrero, en el que la ausencia de las voces de muchos ha sido parte de la administración de lo educativo.

Las propuestas del Plan de Política Educativa Nacional de la administración actual fueron anunciadas con vocación de plan, pero quedaron sólo en la vocación. Aquella intención de habilitar el debate democrático, particularmente en el Parlamento, terminó en una breve noticia en las web institucionales y una reunión de la comisión específica. Poca cosa para lo anunciado.

A esto debemos sumar una especie de uso proselitista de los temas educativos, que no era de estilo en el país, que durante décadas abrazó una perspectiva de autonomía de lo educativo y de preservar estos temas de algunas de las formas de las políticas partidarias.

También podemos identificar en los obstáculos el tono de la conversación en los temas que nos convocan. Los tonos de algunos actores, particularmente algunas autoridades, no parecen ser los mejores para construir acuerdos. Las diferencias en un sistema democrático y en un tema tan complejo son bienvenidas y necesarias, nos permiten afrontar los desafíos, los tonos de la conversación son los que obturan o abren las posibilidades de construir acuerdos para mejorar.

Afortunadamente en Uruguay esto parece configurar una pausa, una especie de excepción en una sociedad que tiene un conjunto importante de acuerdos que muchas veces pasan desapercibidos.

Los acuerdos que existen

Nuestra sociedad tiene acuerdos en materia de mejorar la cobertura en primera infancia, en media superior y en materia terciaria y universitaria. Lo mismo sucede con la perspectiva integral de lo que tienen que aprender nuestros gurises en el tránsito por las aulas.

La necesidad de extender el tiempo pedagógico está asociado con esta perspectiva y con las necesidades de cuidados de las familias.

También existen amplios acuerdos en la necesidad de mejorar las trayectorias educativas y los aprendizajes de nuestros estudiantes.

La cuestión docente, su reconocimiento social, la formación inicial y en servicio, también forman parte de los acuerdos que existen en Uruguay.

Es posible rastrear estos y muchos otros en los acuerdos multipartidarios del año 2010, firmados por los cuatro partidos con representación parlamentaria en ese momento, y esto constituye una base importante para esta conversación más allá de los derroteros que se sucedieron después.

Con quiénes se construyen los acuerdos

Un acuerdo social implica más actores que los partidos políticos, y esto no es menor. Los temas de la educación son parte del debate ciudadano, incluyen a los actores directamente involucrados: estudiantes, familias, docentes y funcionarios, la academia, pero incluyen muchos más actores.

Un amplio acuerdo social no puede dejar de incorporar las voces del mundo productivo, trabajadores y empleadores. No puede dejar de incorporar las particularidades de las regiones de nuestro país. Ni tampoco de las religiosidades.

Estamos transitando un lustro bastante culebrero, en el que la ausencia de las voces de muchos ha sido parte de la administración de lo educativo.

Un acuerdo social incorpora todas las voces de nuestra sociedad necesariamente, inclusive las minoritarias o menos escuchadas. Es de la sociedad que provienen los valores que construyen el nosotros y que se enseñan en nuestras aulas.

Los acuerdos por construir

Algunos temas necesitan continuar construyendo acuerdos; a modo indicativo, traemos algunos de ellos a esta conversación.

Los desafíos pendientes exceden muchas veces lo estrictamente educativo en su comprensión más restringida, ya que tienen que ver con otras dimensiones de lo que ocurre en nuestra sociedad.

La protección social y la pobreza infantil son parte de los temas que nos desafían. Los últimos años están signados por un aumento de la pobreza infantil en un país que disminuye su cantidad de nacimientos, se ha debilitado la matriz de protección social. Estos son temas que nos interpelan, pero que exigen acciones concretas para resolverlos de forma urgente.

En materia de cobertura de diferentes tramos de la educación tenemos desafíos de porte en la primera infancia y en los estudios superiores, terciarios y universitarios. En esta vinculación a propuestas educativas se juega el derecho a la educación de casi la mitad de la población en esos tramos etarios, se juega el desarrollo de las infancias y también el desarrollo descentralizado del país. Son desafíos importantes y requieren de esfuerzos acordes para afrontarlos.

Existe otro conjunto de temas que deberíamos mirar para definir si forman parte de esos acuerdos. La democracia y la necesidad de promoverla, cuidarla y potenciarla. En el mundo los desafíos a las democracias como la mejor forma de gobierno y administración de lo común están a la orden del día. Cada día más ciudadanas y ciudadanos no ven como un problema la ausencia o el debilitamiento de nuestras democracias.

La paz y la convivencia en un mundo más complejo y en una región desigual parecen ser también temas a ser abordados en esos acuerdos.

La necesidad de incorporar lo ambiental en todas las dimensiones de la vida humana, de forma de cultivar un estilo de vida que no comprometa a las generaciones que vienen y que cuide a las actuales. La producción, el estilo de consumo, el uso que hacemos de los recursos naturales, entre otros temas requieren de intervenciones de la educación.

Otro de los desafíos es la construcción de igualdad como imperativo ético en sociedades que son desiguales. Muchos de los desafíos de la educación tienen que ver con esto, la desigualdad de ingresos y acceso a derechos, la desigualdad de género, las diferentes brechas que afectan a nuestras sociedades requieren del concurso de varias políticas, la educación es una de ellas.

El futuro tiene profundos desafíos en materia de conocimientos, nuevos tipos de saberes interpelan la tarea de la educación, los avances en la sociedad de la información y comunicación nos enfrenta y enfrenta a las nuevas generaciones a toma de decisiones más complejas y a cambios sustantivos en la sociedad, el mundo productivo y dimensiones que aún no visualizamos con claridad. Nuestras sociedades se enfrentan a cambios profundos que nos van a interpelar acerca de las formas para no dejar a nadie atrás.

Sin ser exhaustivos, estos son algunos de los desafíos que parece necesario abordar. Afortunadamente esta instancia se realiza en estas fechas, que son las mismas en que los partidos políticos discuten y elaboran sus propuestas de cara a las próximas elecciones. Es una linda posibilidad de que estos temas sean incorporados, de hecho ya existen algunos documentos circulando que hablan de una Estrategia Nacional de Educación, y esperemos se sumen más propuestas en los próximos meses.

Para cerrar, recordar las palabras de Miguel Soler en 2015: “Se trata de una labor prioritaria, que no requiere mayor presupuesto, que ha de resultar del trabajo conjunto de las entidades públicas vinculadas al desarrollo y a la educación, de los sindicatos de trabajadores y educadores, de las fuerzas políticas, de los promotores de la cultura, de los orientadores de la economía y de todos los contribuyentes a la felicidad colectiva”.

Bienvenida esta invitación a pensar en futuros posibles, a conversar y a construir los futuros necesarios.

Pablo Caggiani es maestro, exintegrante del Consejo de Educación Inicial y Primaria y actual director del Instituto Nacional de Evaluación Educativa por el Frente Amplio.