Esta primera justa electoral en el nuevo ciclo de renovación política que se está por iniciar plantea una serie de dudas y reflexiones, más allá de los preconceptos que usualmente se manejan. En primer término, es muy importante tener presente que en las elecciones internas de junio de 2024 los votantes votan al interior de una opción partidaria. En este contexto, el discurso de los candidatos en sus respectivas campañas es determinante para obtener el apoyo necesario. No obstante, ese mensaje es público, con lo cual el resto de la sociedad que no va a votar en esta elección o lo va a hacer en otra opción partidaria va a estar en conocimiento de las otras propuestas electorales.

A su vez, al no ser obligatorio el voto, el electorado que se expresa se trata por lo general de ciudadanos con mayor conciencia política. Ello implica que el discurso de los candidatos debe hacerse a sus propios correligionarios, pero en el entendido de que también lo conocerán los futuros adversarios. En el caso del Frente Amplio, los candidatos tendrán que estar muy atentos a qué decirles a los frenteamplistas pero indirectamente al resto de la sociedad uruguaya.

Desde estas coordenadas, corresponde tener presente el estado de ánimo del progresismo, en el que se conjuga un sentimiento de profundo rechazo por la gestión de la coalición de gobierno, pero en simultáneo el recuerdo de varias insatisfacciones provocadas por los errores de los anteriores gobiernos progresistas y en consecuencia la expectativa por escuchar alternativas claras y atrapantes que justifiquen el regreso al gobierno nacional.

Un error lamentablemente muy frecuente es pensar que los importantes apoyos registrados por las encuestas, en caso de ser válidos, están perpetuados en el tiempo. La realidad indica que el proceso electoral es muy dinámico y los apoyos rápidamente pueden convertirse en ausencias.

Tal vez sirva traer a colación un ejemplo reciente muy ilustrativo. En la campaña electoral para la Intendencia de Montevideo de 2020, dentro del FA cuando dio inicio el proceso, la candidatura de Daniel Martínez estaba al tope de casi todas las encuestas. Ello no era una sorpresa, ya que su gestión como intendente de Montevideo había sido muy buena, tal vez una de las mejores gestiones del FA en Montevideo. La postura de sus asesores en la campaña electoral fue de un llamativo silencio y confianza en que la gente valoraría su gestión apostando a que esa ventaja inicial sería indescontable.

Por su parte, la competencia de Martínez, Carolina Cosse, asumió una postura enérgica y elocuente, centrando en su perfil la crítica al gobierno nacional recién iniciado, señalando su crítica y oposición a las primeras medidas adoptadas. La realidad demostró cómo esta postura hizo posible un sostenido crecimiento de Cosse que le terminó dando la victoria. La derrota electoral sufrida por el FA generó un sentimiento de revancha que encontró definitivamente en Cosse una postura mucho más acorde con ese sentimiento. Confiarse en las encuestas puede ser letal, máxime en una elección interna donde es impredecible saber qué cantidad de ciudadanos concurrirán a las urnas.

El electorado frenteamplista necesita y desea propuestas nuevas y contundentes que ilustren sobre otro proyecto de país posible. La radicalidad de las propuestas no debe ser un extremismo elitista, sino desde una visión de la realidad concreta, un horizonte de transformaciones. Para ello hay que saber conjugar las necesidades objetivas de la gente con el diseño de una perspectiva de cambios que le den un nuevo sentido al futuro inmediato. Todo ello sostenido en el “estado del alma” de la gente, es decir, en los parámetros de la subjetividad social existente.

El electorado frenteamplista necesita y desea propuestas nuevas y contundentes que ilustren sobre otro proyecto de país posible.

Expresión de todo lo anterior, entre otras cosas, es asumir los siguientes ejes prioritarios en la actual campaña electoral:

La ética en la gestión de gobierno. El actual elenco gobernante ha sorprendido por la magnitud de la corrupción demostrada: clientelismo desbordante, espionaje, acoso laboral, tráfico de influencias, acoso sexual, extorsión, nepotismo; un estilo de gobernar que degrada las instituciones democráticas. En definitiva, un gobierno que ha llevado al país a los peores recuerdos de corrupción de los años 60 con los gobiernos blancos de esa época (y las actuales irregularidades son mucho más graves). Ante ello la gente exige un código de conducta estricto y transparente que permita seguir creyendo en el sistema político y no “que se vayan todos”, sino que se vayan los corruptos.

La defensa de la vida. Las variadas y graves agresiones al medioambiente tienen como común denominador atacar a las diversas expresiones de la vida: los recursos naturales en general y el agua en particular, la atmósfera, la salud humana y animal, la alimentación, entre otros. Este deterioro del entorno humano no es casualidad ni obra divina, es producto de la acción social y por lo tanto puede y debe ser revertido.

Un nuevo modo de producir y de consumir. Identificar las necesidades y los problemas lleva a definir sus alternativas. En ello no puede existir un designio de reproducir el cuadro de vida de las denominadas sociedades desarrolladas. Otros valores, como la defensa de la vida, la redefinición de la convivencia, la solidaridad como factor estructurante, entre otras, deben llevar a pensar y redefinir el proyecto de vida, en el que no debe faltar nada de lo básico y la garantía de igualdad de oportunidades para todos, pero en un nuevo proyecto de vida socialmente acordado. Con la gente en su máxima expresión, discutir y avanzar en un nuevo contrato social.

La apuesta por las mujeres y los niños. Es en este sector de la sociedad uruguaya donde se concentran las mayores carencias. Se trata de obtener un gran consenso en ello, para poder afectar todos los recursos que se requieran y aprobar todas las normas que sean necesarias. La escala de la sociedad uruguaya lo permite con relativa facilidad; lo que se requiere es voluntad política y consecuencia en un accionar sistemático que haga posible superar esta dolorosa realidad.

Los avances programáticos alcanzados constituyen un valioso marco de actuación a cuyo interior es posible concretar diversas alternativas. Es misión de los compañeros candidatos ofrecerle al público frenteamplista su propia impronta dentro de un esquema de inquebrantable unidad.

El discurso electoral de esta elección interna debe saber conjugar los ejes prioritarios que se asumen en referencia a los acuerdos programáticos del FA en proceso de aprobación, pero sabiendo elaborar una síntesis con claridad propositiva; el carácter concreto de las propuestas tiene que permitir que cualquier frenteamplista las comprenda para poder hacerlas suyas. A su vez, el resto de la sociedad puede ir calibrando la diferencia entre una continuidad conservadora y antipopular (la sociedad de los “malla oro”) y una propuesta llena de esperanza y con la perspectiva de un sentido de la vida diferente.

Álvaro Portillo es integrante del MAS-959, Frente Amplio.