En los últimos días se hizo público que en los alrededores y dentro del local del Instituto Batlle y Ordóñez (IBO), en el barrio Prado de Montevideo, apareció propaganda nazi-fascista1. Ante esta situación el colectivo docente hizo pública una declaración en la que afirmaba que “este hecho no es aislado. Se enmarca en una serie de acciones similares que han tenido lugar en el liceo desde principio de año, tales como la ruptura y vandalización de carteleras vinculadas a la educación sexual integral y la promoción de derechos”.

Por el planteo allí realizado, no fue un episodio aislado. En notas anteriores hacía referencia a que la derecha en la región y en nuestro país viene avanzando y consolidando su accionar. La influencia del presidenciable Javier Milei en Argentina; el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil; las opiniones de Agustín Laje son reproducidas miles de veces en las redes y terminan influyendo en las masas y en la sociedad en su conjunto.

El sentido común dominante hoy es el que propone todos los días la derecha a través de algunos políticos profesionales (en Uruguay hay ejemplos muy claros que juegan este papel), de varios programas televisivos y radiales, de las redes sociales y varios “influenciadores” que tienen un discurso camaleónico y siempre teñido de odio.

En la nota de Daniel Feirstein2 y otras obras que estudian las derechas contemporáneas se puede leer que las posiciones conservadoras de ultraderecha actuales ponen en peligro la democracia y tienen una base firme en el odio. Buscan que la sociedad se polarice para quebrar y romper cualquier posibilidad de diálogo.

Quebrar el pensamiento, la reflexión y el diálogo

La propaganda lanzada en el liceo IBO busca explícitamente eliminar la reflexión y la discusión. Apuesta a la acción y a la irracionalidad. Este es el sustento de su accionar y su base ideológica.

La propaganda lanzada en el liceo IBO busca explícitamente eliminar la reflexión y la discusión. Apuesta a la acción y a la irracionalidad. Este es el sustento de su accionar y su base ideológica.

El rechazo al pensamiento y a las humanidades en particular viene desarrollándose en el sistema capitalista desde hace décadas. Para aterrizar en nuestro país podemos decir a modo de hipótesis que estas formas de saber están siendo cuestionadas y criticadas sin ninguna fundamentación razonable desde hace años, pero la administración encabezada por este gobierno llegó a golpear al conocimiento crítico (filosofía, historia, geografía, física, etcétera) al que se percibe como responsable de la crítica el sistema hegemónico.

Este rechazo está basado también en que para acumular riquezas (que es lo importante para el sistema) no es necesario leer atentamente, entender lo que plantea un texto, comprender lo que sucede en la sociedad, acercarse a las formas complejas de escribir, etcétera. Nada de esos esfuerzos es necesario para lo que más se promueve en la sociedad: el ocio, el bienestar corporal y la satisfacción inmediata. “Los medios de comunicación producen una forma peligrosa de despolitización e indiferencia –una suerte de caída colectiva en una existencia con un trastorno obsesivo-compulsivo– que no permite a las personas concentrarse, tomarse su tiempo, desarrollar un sentido crítico, o crear las condiciones para una lectura y una escritura reflexiva”, sostiene Henry Giroux en La educación y la crisis del valor de lo público.

Es por eso que una forma de contener estas posiciones ultraconservadoras hostiles a la democracia es la producción y difusión de reflexiones, discusiones e intercambios sobre diferentes temáticas que preocupan a diversos colectivos de nuestra sociedad. Discutir proyectos nuevos permitirá profundizar la democracia. Detenerse en el presente y no imaginar novedades en el proyecto político que vendrá es asumir que no se puede cambiar la realidad en la que vivimos.

Es cierto que no se vislumbran ni hay indicios de un futuro mejor en el corto plazo. Las sociedades contemporáneas globales están ancladas en el presente y parecen no tener imaginarios nuevos a construir. Por este motivo los proyectos que se pretendan renovadores y realmente productores de nuevos sentidos deberán poner énfasis en las ideas, en la construcción colectiva de pensamiento, en las humanidades que tiendan a profundizar y a complejizar un mundo cada día más borroso.

Un punto a renovar en forma profunda es que en los centros de enseñanza, desde primaria a la universidad, existan lugares para la reflexión. Hoy muchas veces no hay tiempos ni lugares para esa actividad. La formación actual (pienso ahora en la terciaria-universitaria) lleva a una carrera de continuo estudiante o de estar continuamente pasando por un filtro lo que se va a plantear, y esto debe ser aceptado por una “comisaría” de pensamiento, sobre todo en lo tendiente a las formas de presentación académicas y a ciertos temas a pensar o a investigar3.

Lo que ha ganado es la visión tecnocrática y productivista sin tiempo de reflexión para poder desarrollar un pensamiento autónomo y no seguidor de líneas de investigación que se marcan fuera de quien va a desarrollar la indagación o de los problemas que se tiene como región. ¿Hasta cuándo ocurrirá que no exista un espacio académico dedicado a estudiar de forma crítica el pensamiento y las teorías/conceptos creados por cientistas y pensadores de nuestra región?

La negación de la vida

Las fauces del capital convierten todo en mercancía y llevan a cualquier investigación científica, relación, objeto, deporte o expresión artística a convertirse en mercancía. La acumulación de riquezas no se detiene ante la vida: si hay que desaparecer y asesinar a millones para acumular riquezas, se lo hace y esto es lo que requiere el sistema para no detenerse.

Es en esta lógica sistémica que las derechas y sus proyectos conservadores se presentan como rebeldes y contrasistémicos. Esta asombrosa broma (de mal gusto) es difícil de desmontar. Esas posturas se presentan de manera histriónica en las redes o en espectáculos montados en los medios para intentar romper con un molde que denuncian como políticamente correcto.

En su presentación cínica, cualquiera que pretenda argumentar y desarrollar un trabajo sistemático o una posición fundamentada que complejice la realidad dicotómica que presentan estos grupos es tratado automáticamente de “cómplice defensor del sistema capitalista internacional financiado por las corporaciones transnacionales de George Soros”, “agente del foro de San Pablo y del marxismo cultural”, “adoctrinador de ideas contra la familia”, etcétera. Esas “denuncias” atraen a muchas personas, y algunas, por lo visto, se están dedicando a hacer –por ahora– propaganda fascista.

Héctor Altamirano es docente de Historia.


  1. Además de este hecho, ocurrió otro luego de escrita esta nota. El 28 de octubre, un militante social relacionado a las causas de derechos humanos que buscan justicia respecto de la última dictadura militar recibió una amenaza anónima con una bolsa y una frase que decía: “Acá hay huesos. No hay en los cuarteles, giles”, firmado por la Juventud Uruguaya de Pie (JUP). 

  2. https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2023/10/el-fascismo-del-siglo-xxi/ 

  3. Puede profundizarse en este punto, entre otros, en Nicolás Guigou, Kabbalah, comunicación y antropología: las maneras de hacer/pensar teorías en la contemporaneidad, 2017.