El 5 de octubre se hizo pública la iniciativa de la Intendencia de Montevideo y el Municipio B de construir un equipamiento en Ciudad Vieja para “la cultura”, “la formación en destrezas variadas, bajo la nomenclatura de talleres”, “promover la participación ciudadana” y brindar “espacios públicos calificados”, entre otros. El área a intervenir se encuentra en la “Diagonal Fabini” o, como referencia, Piedras y Juncal. El proyecto lleva por nombre Mariano Arana.
Si los vecinos de la Ciudad Vieja y del resto de Uruguay quieren participar e introducir actividades en la agenda del barrio se las pueden arreglar con los espacios ya existentes, como los que se enumeran más abajo. A modo de ejemplo, la capilla Medalla Milagrosa, en Reconquista y Misiones, congrega a personas que quieren superar el consumo problemático de drogas. En la producción académica contemporánea, dentro de las políticas y actividades de equipamientos culturales, existe un apartado que propone la apertura y la participación de la comunidad con sus intereses, necesidades y nuevas ofertas. Esto puede verse como una oportunidad de servicio a la comunidad residente y no residente por parte de quienes tienen capacidades ociosas de espacio y tiempo.
Con respecto a los servicios culturales, sociales y deportivos, hoy la Ciudad Vieja no sólo está bien servida, sino que presenta la mayor concentración de todo Montevideo y de Uruguay. En teatros y espacios para las artes escénicas tiene el Solís (dos salas y más espacios), el Auditorio del Sodre (dos salas y más espacios), Lindolfo, la sala del Museo del Carnaval, Las Bóvedas y la sala Camacuá. En museos conocidos como históricos tiene las casas de Fructuoso Rivera, de Juan Antonio Lavalleja, de Manuel Ximénez y Gómez, de Giuseppe Garibaldi, de Juan Francisco Giró, de Manuel Montero —Museo Romántico—, el Palacio Taranco —Museo de Artes Decorativas— y la casa de Tomás Toribio —Museo de la Construcción—, sumadas a una variedad de instituciones como Las Bóvedas, Al Pie de la Muralla, la sede histórica del Banco República (cerrada hace ya unos cuantos años, pero con reaperturas parciales para bienales de arte contemporáneo) y la Junta Departamental. Otros museos son el de las Migraciones, el Gurvich, el Torres García, el Cabildo de Montevideo, el Museo de Arte Precolombino e Indígena, el Museo Andes 1972, el Espacio Figari y la Sala de Arte Carlos F Sáez.
También están los centros culturales de México, Venezuela y España, las bibliotecas José Figueira (infantil), Antonio Pena (UTU) y la del BROU. Hay algunos espacios religiosos abiertos a la comunidad, como la Catedral de Montevideo o la parroquia San Francisco de Asís y la sin uso Sinagoga Sefaradí. También encontramos instituciones deportivas como AEBU, Hebraica y Macabi, Waston, Neptuno (hoy sin uso, una presencia fantasmal), las canchas de fútbol Alas Rojas (baby) y Guruyú (adultos). Para no abrumar, recuerdo sólo los principales espacios públicos: la Plaza de Deportes n.° 1, de la calle Juan Lindolfo Cuestas, las históricas plazas Zabala y Constitución (la Matriz), la de la Independencia, y el espacio público más importante de todo Uruguay, la Rambla Sur, entre la Escollera y la calle Andes, que desde ahí continúa hasta Carrasco. También cabe citar las instituciones públicas y privadas de educación formal y contención, como CAIF, clubes de niños, escuelas, UTU y liceos.
En definitiva, la Ciudad Vieja es un lugar repleto de infraestructuras con servicios públicos y privados sin fines de lucro. También es el área que cuenta con la mayor cantidad de padrones patrimoniales de todo el país. Todo esto se observa mejor mediante cartografías que ilustren las distintas funciones: museos, espacios de artes escénicas, centros educativos, centros deportivos, bienes inmuebles patrimoniales, organizaciones sociales, oferta gastronómica, servicios de salud, espacios públicos…
Decía recientemente Gonzalo Halty (exdirector del Sodre y de Cultura de la Intendencia de Montevideo): “Primero colocamos los ladrillos y después vemos cómo resolvemos la gestión del teatro; no debería ser así” (la diaria, 5/9/23). Se deben determinar las necesidades, las carencias y por otra parte las existencias, y evaluar si están colmadas o compitiendo entre sí y/o con baja aceptación, así como evaluar la posible complementación entre lo que existe y la nueva oferta que se quiere agregar. Hoy resulta de primer orden brindar más servicios los sábados y domingos y menos de lunes a viernes y en horarios de oficina. Debería ser así en los museos, en las instituciones como el registro civil, por ejemplo habilitando celebrar los matrimonios y concretarlos en algunas de las casas históricas para darle más jerarquía e insistir imaginando más acciones en esta línea.
Hoy la Ciudad Vieja es un lugar sin gente y lleno de servicios. Tiene 12.000 habitantes y recibe por día 30.000 visitas por razones laborales y de trámites.
Parecería que la Ciudad Vieja es linda, atractiva (el Día del Patrimonio lo demuestra), pero no es una zona de anclaje para la residencia. Pues bien, una alternativa es llevar un proyecto de porte para la creación de soluciones habitacionales que densifiquen el territorio. Esto requeriría un acuerdo mayoritario en torno a la edificación en altura en la zona. Se podría continuar y profundizar los criterios que gestaron las edificaciones en Rambla-Barrio Sur, tales como la sucesión de inmuebles con viviendas de FECOVI, los de la Rambla y Paraguay del Plan Nacional de Vivienda y, desde el punto de vista formal (no de programa), el relativamente novel Plaza Alemania, al costado del hotel Ibis. Edificios exentos, no apoyados en nada, despejados.
En este caso, las oportunidades en Ciudad Vieja están también en los bordes, desde Plaza España hasta la Escollera y, siguiendo por el tramo portuario, todo lo que rodea a la Plaza de Deportes n° 1, incluido el viejo edificio de la Facultad de Humanidades, lo que permitiría incorporarle altura por sobre el límite (como se hizo en la farmacia Atahualpa, en Millán y Reyes, y con la vivienda de Bello y Reborati en Gonzalo Ramírez y Juan Paullier). En este marco, se podría evaluar el traslado del Servicio de Balizamiento de la Armada para ganar más espacio residencial.
El criterio básico es: dentro de la trama urbana, edificaciones de baja altura, como es tradición; no hay nada que agregar, está muy bien gestionado, hay acumulación, resulta ejemplar. En los bordes, alturas máximas, con programas de vivienda de 20 niveles. Estamos hablando de unos diez o 12 edificios. Esta propuesta debería verse como una solución urbana de carácter nacional en cantidad y calidad; un negocio inmobiliario con protagonismo público y privado, con y sin fines de lucro; una oferta con varias modalidades (compra, alquiler, subvención total a término) algo que desarrolle e incluya.
Debería formularse una institución para la concreción, para la gestión, así “afinar bien el lápiz como visión de conjunto y metro a metro” y gestionar los fondos con eficacia y eficiencia. Se podría crear un fideicomiso. Es ineludible el liderazgo de la Intendencia de Montevideo y del Ministerio de Vivienda, con la observación de la Comisión de Patrimonio Nacional. El lapso entre el momento fundacional oficial del proyecto y la inauguración del último edificio no debería sobrepasar los tres años. Sobra. La cantidad de personas que atraería esta propuesta ronda las 3.500, a lo que habría que agregar todo lo que desate esta iniciativa en el interior del barrio, con proyectos concatenados, con exoneraciones si tienen como destino viviendas y servicios de propiedad pública como centros educativos, de salud y otros.
Hoy la Ciudad Vieja es un lugar sin gente y lleno de servicios. Tiene 12.000 habitantes y recibe por día 30.000 visitas por razones laborales y de trámites. La iniciativa propuesta no produciría gentrificación —o sea, expulsión de residentes actuales por otros de mayor nivel económico—. La Ciudad Vieja no es atractiva para el capital especulador. Los nuevos vecinos tendrán características socioeconómicas similares a los actuales o algunos más bajas.
Si Uruguay pudo construir en tiempo y forma un Parque Posadas, una Rambla Sur, un estadio Centenario, las decenas de miles de viviendas por ayuda mutua existentes, el Ferrocarril Central, las plantas complejas de procesamiento de celulosa, ¿por qué no puede asumir el desafío de densificar la Ciudad Vieja, aportando soluciones de vivienda cuya necesidades no cuestionan ni partidos políticos, ni organizaciones sociales, ni académicos, ni empresarios, ni la opinión pública en general?
Manuel Esmoris es máster en Gestión Cultural y fue presidente de la Comisión de Patrimonio.