En reiteradas oportunidades, recientes y no tanto, me he visto obligada a argumentar en favor de la enseñanza de la filosofía, ya sea en diálogo con estudiantes, con colegas de otros campos disciplinares o en ámbitos cotidianos discutiendo alguna que otra noticia de actualidad. Es por ello que en esta oportunidad y en coincidencia con la conmemoración del Día Internacional de la Filosofía, propongo un argumento en favor de la filosofía. Para ello me valgo de autores clásicos y, a mi entender, ineludibles en la reflexión sobre la importancia de enseñar esta disciplina.

¿Por qué es importante aprehender filosofía?

Jean-Jacques Rousseau sostiene en Emilio: “Nacemos débiles, tenemos necesidad de fuerza; nacemos desprovistos de todo, tenemos necesidad de asistencia; nacemos estúpidos, tenemos necesidad de juicio. Todo lo que nosotros no poseemos por nuestro nacimiento y de lo que tenemos gran necesidad al ser mayores nos es dado por la educación”.

En esta cita, Rousseau sostiene que la educación tiene la difícil tarea de facilitarnos el rico patrimonio epistémico que nos permita, a cada uno de nosotros, desarrollarnos como hombres y mujeres. Una idea similar es la que Immanuel Kant propone en Sobre pedagogía. Allí escribe: “El hombre es la única criatura que tiene que ser educada, y es a través de la educación que llega a ser hombre”. Entendida de esta manera, la educación, sostiene el filósofo prusiano, debe estar orientada al desarrollo de aquellos atributos que se presentan latentes en el hombre desde su nacimiento y que requieren de estímulos externos para manifestarse. Concibe al hombre como un ser inacabado y a la educación como la herramienta mediante la cual desarrollarse.

Podríamos decir que, por más que el hombre sea un animal racional, esta racionalidad no tiene lugar si no se cuenta con el estímulo que lo permita. La pregunta que deberíamos hacernos es si todo estímulo genera los mismos resultados, si cualquier tipo de educación es útil para el desarrollo pleno de nuestra condición de seres racionales.

En Lecciones sobre pedagogía, Carlos Vaz Ferreira sostenía que la educación debe perseguir dos fines. Uno reglado, orientado a la adquisición de conocimientos, y otro fermental, estimulante y sugestivo, para que los espíritus se ensanchen, función sin la cual “tienden a producirse los espíritus limitados, estrechos: sin vistas, sin horizontes; sin hondura y sin vuelos”. Podríamos inferir entonces que no toda educación persigue ni alcanza los mismos objetivos. En este sentido, podríamos contar con una educación limitada a la función reglada que cumpla con la adquisición y reproducción de conocimientos estáticos y limitados. Ora podríamos pensar en una educación que parta de la rigurosidad conceptual, que se apoye en el conocimiento acumulado pero que, al mismo tiempo, permita ascender, ir más allá de lo conocido y aventurarse en el conocimiento nuevo. Función propia de la enseñanza de la filosofía. Para Vaz Ferreira, la filosofía cumple con el propósito fermental, no sólo a través de la crítica y de la reflexión sino también a través de la toma de conciencia de la ignorancia del hombre sobre los fenómenos del universo. Tal como lo sostiene Ardao en Introducción a Vaz Ferreira, para este pensador, enseñar filosofía es enseñar a bienpensar, sentir y actuar.

Por otro lado, más próximo a nuestros días, Cornelius Castoriadis sostiene que la democracia y la filosofía nacieron conjuntamente como un intento de trascender los órdenes preestablecidos, con el objetivo de sobrepasar lo hegemónico a través del análisis crítico y reflexivo en aras de la libertad, igualdad y justicia. La filosofía, según Castoriadis en El mundo fragmentado, crea en los individuos una subjetividad reflexiva a través de la cual es capaz de reconocerse como sujeto circunscripto y condicionado por el entorno. De este modo, la atrofia del pensamiento crítico y el menosprecio por saberes como el filosófico no sólo atenta contra el individuo sino también contra el colectivo, la lucha por la democracia es una lucha por la autonomía tanto individual como colectiva. Pero ¿es acaso esta tarea posible?, ¿es posible la enseñanza de la filosofía?

La enseñanza de la filosofía concebida como el impulso hacia el pensar por sí mismo, como el impulso hacia el sapere aude kantiano, hacia la mayoría de edad que nos libere de la tutela del pensamiento de otro, es una tarea imposible. Imposibilidad que en 1765 el mismo Kant reconocía. Es imposible enseñar filosofía, es cierto, si se la considera como un cuerpo de conocimiento completo y estático. Cuando enseñamos filosofía, lo hacemos a través del sistema de pensamiento de tal o cual autor, no sólo por la relevancia misma del autor sino por lo sugestivo de su pensamiento. El valor de la filosofía, tal como se señaló más arriba, está en lo que genera en quien la aprende, siendo este el puntapié inicial para poder filosofar. Las habilidades y competencias que se estimulan y desarrollan a través del pensamiento filosófico colaboran con la formación de un ciudadano libre, activo, con una clara conciencia participativa en temas de interés general. Participación que se aleja de la reproducción de discursos vacíos, se funda en el sapere aude kantiano y permite alcanzar la mayoría de edad como sujetos críticos y racionales. Mayoría de edad que se manifiesta ante la posibilidad de no ser sumisos frente a un discurso intencionado y manipulador que haga creer que las cosas son lo que no son.

Al aproximarnos al conocimiento filosófico, entonces, accedemos al pensamiento genuino, autónomo y libre. Nos lleva a un tipo de pensamiento que se opone a la sumisión y guía el carácter democrático que todo ciudadano del mundo debe tener. En efecto, la filosofía nos enseña a pensar, a ser-racionales, a ser-espíritus-libres y con ello a ser-humanos. Este es el valor pragmático de la filosofía. Pero ¿por qué insistir con la importancia de la enseñanza en la filosofía?

La filosofía nos enseña a pensar, a ser-racionales, a ser-espíritus-libres y con ello a ser-humanos. Este es el valor pragmático de la filosofía.

Hoy más que nunca se observa una manipulación intencionada de los hechos en favor de una u otra perspectiva, manipulación que se toma con naturalidad dando lugar a lo que se conoce como posverdad. Si bien es cierto que este fenómeno no es reciente, sí lo es su alcance y constancia en el ámbito político tanto internacional como local. Es en este escenario donde se hace acuciante recordar la importancia de la enseñanza de la filosofía. Este conocimiento no sólo permitirá, a quien lo quiera, adentrarse en las profundidades de lo aún sin conocer, tal como decía Vaz Ferreira, sino que también permitirá a todo el que se acerque a la buena enseñanza de la filosofía liberarse de la tiranía de la ignorancia.

Es por esto mismo que, a instancias de la Unesco, desde 2005, cada tercer jueves del mes de noviembre se celebra el Día Internacional de la Filosofía. El objetivo de esta conmemoración no sólo es reconocer el valor histórico de este pensamiento, sino también subrayar la importancia de la enseñanza de la filosofía en los jóvenes para su desarrollo pleno como ciudadanos del mundo.

Karina Silva es doctora en Lógica y Filosofía de la Ciencia y docente de Filosofía.