La aceleración temporal que vive el capitalismo parece confirmar un hecho cultural (eurocéntrico) paradójico: la carrera por el “progreso” alarga nuestra “expectativa de vida” biológica pero, a la vez, aumenta la acuciante sensación de vivir cada vez menos. El incremento incesante de tránsito hacia un anhelado espacio mejor tiende a anular el único espacio-tiempo posible de vida. Al trabajo hemos añadido más trabajo para hacerlo más productivo, para cambiarlo o simplemente para buscarlo. La rutina improductiva amenaza devorarnos sin piedad.

Yo mismo, fiel exponente de esa ansiedad, decidí ayer saltearme cinco años de vida y renunciar al desenvolvimiento de la política tradicional y del aburrimiento infinito que me causa su repetición. Grave error, porque como ya reflexionó Kierkergaard, la repetición nunca es lo que parece. En fin, el hastío me jugó una mala pasada y me dispuse llegar de una a 2028, salteándome el período electoral, la predominancia del simulacro y la vuelta a empezar desapasionadamente, de un nuevo ciclo de sustitución de cargos y discursos vacíos. Creo que al fin y al cabo, aunque sea en sueños, lo logré. Sepan disculpar, amigos lectores, algunos errores de percepción, ya que sólo pude ver el año 28 con los ojos del 23; de todas maneras, paso a contarles algunos detalles que llamaron mi atención distorsionada.

En primer lugar, por encontrarme (como todo el mundo) en 2023, a punto de viajar a Argentina, encontré –para mi gran sorpresa– las oficinas de Buquebus cerradas durante la mayor parte de la semana. “¿Qué sucede?” pregunté. “Pero señor, ¿no se ha enterado lo que está pasando en Argentina?”, me espeta un guardia de seguridad… Para hacerla corta me entero de que los viajes de uruguayos a Argentina han disminuido dramáticamente: a la violencia, el robo y el saqueo, algunos de gran brutalidad, del otro lado del charco, se ha sumado al hecho de una persistente y mayor ola de visas y divisas de allá hacia aquí, por lo cual la diferencia cambiaria se ha licuado… La mentira de su presidente (ahora obligado a vivir encerrado y custodiado con sus perros en Olivos) de que “Argentina es un país de mierda” en 2028 parece una profecía autocumplida.

Decido pues viajar a mis pagos. En primer lugar, olvídense de ver el hermoso paisaje que hoy los recibe apenas pasamos Portezuelo… Una espantosa cortina de edificios se rompe por trechos muy cortos iluminando fragmentos de un mar extrañamente verdoso. Reflexiono (no sin darme cuenta de que lo hago desde mi insoportable pesimismo): así se ve el verdadero progreso cuando se saltean las etapas de los sueños y los trabajos (el tránsito) y se llega directamente al resultado.

Abro la diaria (¡por suerte ha sobrevivido! y, me dije, no todo está perdido), Orsi es presidente (ta, eso ya lo sabía) y el pie de una foto donde sonríe con Sanguinetti (su mera presencia es lo único que me asombra) dice algo así como “lograr acuerdos de Estado” (ta, eso también lo sabía). Buscando alguna novedad y tal vez por no haber llegado aún a las páginas sobre ciencia y tecnología me asusta lo mismo, es decir, filosóficamente, Lo Mismo. Sin embargo, de inmediato me detengo en una encuesta impensada: la Usina de Percepción Ciudadana ha solicitado ante una nueva campaña electoral que el entrevistado elija entre dos opciones, entre sensaciones que le provoca la instancia electoral. Leo: “1) siente que se le va la vida, que el futuro de los suyos y el de sus hijos, su trabajo, salud, educación y medioambiente se juegan ese día. 2) Siente que es algo muy pasional, como un clásico tipo Peñarol-Nacional”. La abrumadora mayoría inclinándose por la segunda opción me hizo pensar que se está iniciando, por fin, una revisión sobre los mecanismos de una democracia muy poco participativa.

El incremento incesante de tránsito hacia un anhelado espacio mejor tiende a anular el único espacio-tiempo posible de vida.

Busco noticias sobre lo que pudieran ser los nuevos logros del nuevo gobierno frenteamplista. Con satisfacción veo que el combate a la pobreza y la indigencia ha tenido algún resultado positivo, sin embargo, la primera percepción visual de las gráficas expuestas es que las líneas son apenas inclinadas. Me interiorizo un poco más: hubo un crecimiento electoral de sectores críticos (y autocríticos) en el FA, sobre todo de “Izquierda y Libertad”, con lo cual lograron hacerse de dos ministerios, el de Desarrollo Social y el de Trabajo y Seguridad Social, pero eso no habría logrado apaciguar las aguas a la interna, sino todo lo contrario; la economía, en manos de Mario Bergara, asigna muy pocos recursos para el gasto social en pos de mantener los equilibrios fiscales. Las contradicciones en el progresismo amenazan con facilitar el ascenso de una nueva línea política nacionalista, ultra. Leo nombres nuevos que lamentablemente no retengo pero enseguida percibo el inmenso odio detrás: “El fracaso de la izquierda, la creciente inseguridad y el crecimiento exponencial del narcotráfico, la desregulación financiera presionada por los nuevos dueños argentinos y brasileños del Uruguay”.

Ahí, por suerte, desperté. Debo aclarar: como en todo sueño, no soy yo el que habla sino mis miedos.

José Stagnaro es maestro de Primaria, magíster en Ciencias Humanas y docente en Formación Docente.