Recién arribado de la cumbre del Mercosur (en la que el presidente de la República volvió a insistir en su idea, que hasta ahora ha recogido escaso apoyo de los países vecinos, de firmar un tratado de libre comercio con la República Popular de China), Luis Lacalle Pou protagonizó un grave incidente con el intendente canario, Yamandú Orsi.
Sin dar respuestas satisfactorias sobre algunos de los hechos por todos conocidos, en los que se vincula al gobierno nacional con redes de narcotráfico, el presidente decidió pisar fuerte y en una actividad empresarial ocurrida en la localidad de Progreso increpó al intendente de Canelones de un modo inesperado. Y es que tal parece que al presidente le molestaron las recientes declaraciones del precandidato presidencial frenteamplista sobre el caso Marset, en las que expresó que los relatos del gobierno y del narcotraficante eran muy similares. Lacalle Pou parecería estar arrinconado, si le sumamos al oscuro panorama los casos resonados del exsenador nacionalista Gustavo Penadés y del exjefe de custodia presidencial Alejandro Astesiano, de los que tampoco pudo el presidente esclarecer nada más que su lealtad demostrada a sus amigos y círculo cercano primero, y su desconocimiento sobre esos mismos vínculos y las correcciones correspondientes luego. Orsi también hizo declaraciones sobre estos casos que molestaron al presidente.
El papel de compadrito no parece adecuado para una persona que carga la investidura de ser presidente de la República. Cabe recordar que hace un tiempo atrás, al presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, le había hecho lo mismo, dedicándole un frío saludo en un encuentro público y un rezongo ante las cámaras de televisión.
El papel de compadrito no parece adecuado para una persona que carga la investidura de ser presidente de la República.
“Tratá de cuidar los modales, vamos a tener que hablar mejor si querés tener una buena relación”, le dijo el presidente al intendente de Canelones que en ese momento lo saludó. Luego, cuando Orsi fue interrogado por los periodistas, replicó que esas palabras estaban totalmente fuera de tono. Lacalle Pou argumentó que respondía de forma pública a palabras de Orsi, que habían sido “también públicas”. Argumentativamente, podemos decir que pese a la diferencia entre un caso y el otro, Lacalle Pou pretendió equiparar ambos casos, justificando su accionar en un planteo bastante infantil. Y es que el entredicho también tiene un contexto político, que sucede al mismo tiempo en el que trascendió una encuesta de opinión pública en la que aparentemente el candidato frenteamplista vencería con clara ventaja en el hipotético caso de que le tocase enfrentarse en un eventual balotaje ante quien cuenta con más chances –según los sondeos– de ser el candidato de la coalición, Álvaro Delgado.
El grito efímero
Se trató de una escena bien montada, porque el encuentro entre ambos se produjo justo ante el séquito de periodistas que cubrían la presencia del presidente en el evento. El momento fue elegido, en lo que claramente se trató de una escena de barrabravismo político, metiéndole la pesada de garrón a “su adversario” de un modo fuera de lugar si lo pretendido es el diálogo institucional. Tanto fue así, que tomó totalmente por sorpresa al intendente canario.
Cabe dimensionar que la escena no es sólo la escena real, sino también sus comentarios y reproducciones multiplicadas en los medios y redes sociales. Así, esta fue comentada en forma inmediata por los principales actores del gobierno que comenzaron a agredir a Orsi de diferentes maneras, insistiendo más o menos en que no estuvo a la altura del enfrentamiento, y que no le había respondido [al presidente] como un hombre. El ministro de Defensa Nacional, Javier García, dijo: “cuando están cara a cara no dicen nada”. Es decir que en jerga popular, el ministro de Defensa Nacional dijo sobre un precandidato presidencial de la oposición que fue un blandito, que no resistió, que no aguanta nada. Por su parte, el ministro de Desarrollo Social, Martín Lema, dijo que Orsi tuvo un “gesto mezquino y cobarde”. También el senador suplente nacionalista, Sebastián da Silva, para quien el agravio y el insulto son una marca registrada como práctica diaria y que ha llamado al intendente canario “Tribilín” o “inútil público”, en este episodio se despachó afirmando que Orsi “no banca la toma”.
Y como no podía ser de otra manera, Graciela Bianchi, la senadora estrella de las trifulcas por redes sociales, inefable productora y afirmadora diaria de irrealidades, escribió en su cuenta de X que la escena mostraba al presidente y su “fuerza de líder”, a la vez que la falta de reacción de Orsi, quien “responde después, no de frente, mirando a los ojos”.
Es casi hipnótico…
De esta manera, el reclamo del presidente parece ser muy selectivo y arbitrario, pues no hace ninguna referencia a los agravios y los niveles de violencia que sus dirigentes practican todos los días. Así, sin tomar en cuenta a los agitadores profesionales de las redes (cuya tarea mezquina no merece mayores comentarios), hay que ponerle a este modo de comunicar el nombre que tiene: se trata del método fascista, en el que se dice, acusa y culpabiliza al otro de lo que ellos mismos hacen. De esta manera, se busca siempre apelar a la victimización, a la violencia “en defensa propia” y a la proyección en un otro de lo que ellos mismos, desde la institucionalidad de gobierno, expresan.
Entonces, si bien Lacalle Pou opta por presentarse como un sujeto dialoguista, simpático, macanudo, bondadoso, que siempre escucha y considera al otro, lo cierto es que con este acting él mismo rompió la máscara, dejando salir cierta deslealtad, que cabe señalar en el hecho de tratarse de una situación preparada para desacomodar a su “contrincante”. Es decir, políticamente el presidente aplicó el famoso garrón, que poco tiene para congratularse en los códigos en los que pretende lucirse. Y es que Lacalle pretende mostrarse siempre como un verdadero hombre de acción (siempre en movimiento, enérgico y viril, con el pecho siempre hacia adelante) dedicado constantemente a la inauguración febril, en una frenética actividad fundante. Quien supo llevar esta convicción al límite fue Sebastián da Silva, que ha dejado para la posteridad política una frase muy propia, “siempre en el camino, nunca en la posada”, frase discutible e interpretable si las hay, que se habría recientemente transformado en una remera que el senador reparte entre sus seguidores.
Pero Lacalle Pou tiene una historia que no está en sincronía con lo que pretende mostrar en el presente, ni en su ya lejana juventud, antes de dedicarse a la política profesional. Tampoco se condice con su práctica, ejerciendo ya como representante nacional. Aunque todo ejercicio mnémico pueda ser duro y doloroso, es necesario. Por eso cabe recordar que Luis Lacalle Pou pertenece al selecto grupo de representantes nacionales que protagonizaron escenas pugilísticas en el recinto parlamentario. De fácil acceso es el video que registró el hecho célebre, reproducido y comentado múltiples veces, quizá la más reconocida fue la producción del programa Bendita TV. Allí, se puede ver al actual presidente en sus épocas de diputado, increpando a otro representante, quien le gritó además una frase que se volvió la comidilla popular: “imberbe” y “oligarca puto” (y que también supo transformarse en una remera emblemática). Así, se dirigió a su colega y fue detenido antes de alcanzarlo y mientras era sujetado agredió sorpresivamente de un puñetazo a otro bastante mayor de edad, si vale la pena tenerlo presente en los códigos varoniles de pelea. Luego, recibió como réplica una serie de duros golpes por parte de otro diputado, que lo dejaron bastante maltrecho.
Tu aliento vas a proteger, en este día y cada día
Sabemos que todos los analistas políticos suelen destacar el poder comunicacional del presidente, quien se ha entrenado y preparado para la tarea que realiza. Pero debe señalarse que también suele ser tratado muy amablemente por el periodismo que acompaña cada uno de sus movimientos. También es notorio que no se trata de un hombre de ideas ni de conceptos. Lo suyo es el movimiento perpetuo. Su frase más repetida, “Duro con las ideas, suave con las personas”, no es muy suya tampoco, ya que es una adaptación criolla de la que impusieron Roger Fisher, Bruce Patton y William Ury (1981) en el texto referente en materia de negociación humana, Obtenga el sí. El arte de negociar sin ceder (ED. Gestión Barcelona). Allí, los autores buscan enseñar cómo gestionar y solucionar conflictos entre las personas, sin agredir, sin destruir al otro ni ponerlo en escenarios humillantes o violentos, sino tratar de satisfacer los intereses que ambas partes puedan tener.
Así, la frase original es “Duro con el problema, suave con las personas”.
En la escena a la que hacemos referencia e insistimos, en tanto escena preparada y guionada, el presidente desechó las enseñanzas del manual del Método Harvard de Negociación y decidió pesetear en vivo y para la tribuna a una de las autoridades más importantes del país y referente de peso del Frente Amplio, que además de partido de oposición es la primera fuerza política electoral. Eso, sin contar el hecho de que Orsi sea hoy uno de los candidatos que mejor se perfilan hacia las elecciones nacionales. Y es que desde hace mucho tiempo han intentado mostrar a Yamandú Orsi como un individuo débil, que sería una especie de títere del MPP, es decir, del sector “más radical” de la fuerza de izquierda, a ojos de la tradicional mirada de los sectores que más se expresan como un riñón de los centros de poder, el cuco de siempre, los tupamaros.
El método elegido nos parece un notorio error, porque en los tiempos que corren no parece gustarle a nadie una escena de Tarzán político o de macho alfa. En todo caso, si el presidente quería recriminarle alguna palabra, parecería más prudente que hubiese hecho uso de esa supuesta capacidad de diálogo para producir una conversación a solas, en forma privada y verdaderamente mano a mano. O al menos podría haber cuidado las formas para que el reproche no tenga terceros que hagan de eso un circo, independientemente del alto voltaje que pueda tener una discusión (y que, cabe decirlo, es humano). Pero al presidente le faltó la dignidad para el código deportivo, tener presente que si hay un problema, puede arreglarse en el vestuario, no ante el humo de las cámaras y con la prepotencia que busque impresionar a los amigos. A nadie le gusta que se busque humillar públicamente a un otro, y aquí claramente se trató de pasar al ataque con artillería pesada y apelando a la plana mayor de sus dirigentes, ya que el gobierno viene siendo cuestionado en múltiples áreas. Buscando evitar los cuestionamientos, por ejemplo, del asunto gravísimo para múltiples trabajadores de la mutualista Casa de Galicia (en donde el presidente dio la espalda a los trabajadores, a pesar de que antes había afirmado que se iban a ocupar de su situación, para luego llamarse a silencio). Rodeado de amigos, pelea cualquiera.
Pero al final, la distracción fue exitosa. La escena, que sería más ajustada para un viejo programa deportivo o para un magazine de espectáculos de la tarde, sacó por un rato el foco de los graves problemas del país.
En esto no debería convertirse la política, aunque esto sea lo que este gobierno encarne. El país merece más.
Nicolás Mederos es profesor de Filosofía, escritor y comunicador. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.