La transformación de la educación media superior es la última etapa de la transformación educativa que impuso el actual gobierno. Si bien el expresidente de la ANEP fue la figura clave para su concreción, su continuidad está asegurada, ya que el aparato técnico que la diseñó e instrumentó sigue intacto, al tiempo que quien probablemente ocupará su lugar se encargará de que esta se consume durante los próximos dos años.

En palabras del presidente de la República, la transformación educativa es parte de la política de gobierno. Atrás quedaron los tiempos en que en nuestro país se firmaban acuerdos multipartidarios en materia educativa y se pensaba en la educación para dentro de treinta años, en un claro afán colectivo por hacer de la política educativa una política de estado que es algo muy distinto. Siendo esta transformación una política de un gobierno que –según las últimas encuestas– no alcanzará la mayoría en el próximo período, es lógico que pretenda culminarla antes de terminar su mandato. Lo terrible es que se ponga de rehén a la educación pública en aras de cumplir con un plan cuya base fue orquestada por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Las bases de la llamada transformación educativa fueron escritas, de hecho, mucho antes de comenzar a dibujarse el programa de gobierno “Compromiso por el país”, con el cual se presentaron al balotaje los partidos que integran la coalición de gobierno. Esto quedó plasmado en un artículo que publicó el diario El País en 2018, bajo el título “Rompan todo: el plan de Eduy21 para la educación”. Dicho artículo tiene su base en una entrevista realizada a integrantes de Eduy21, entre los que estaba la Dra. Adriana Aristimuño, actual titular de la Dirección Sectorial de Planificación Educativa de la ANEP. En él se explicaba el por qué, cómo y para qué de la actual transformación educativa, incluso vaticinando la postura de los sindicatos de la educación al respecto.

El artículo expuso lo que Eduy21 tenía preparado para la educación si ganaba la coalición de gobierno. Lo único que les faltó decir a los integrantes de Eduy21 fue que esta transformación debía desarrollarse en los cinco años de gobierno, contraviniendo el concepto de política de estado –que trasciende los períodos de gobierno– que históricamente caracterizó a nuestro país desde la reforma vareliana.

La ambición y la necesidad de cumplir los compromisos fue lo que llevó al gobierno a romper con toda lógica de reforma educativa. Debido a que se trataba de un plan prediseñado y a que la Ley General de Educación prevé que debe consultarse preceptivamente a las Asambleas Técnico Docentes, se dio cumplimiento formal a este aspecto, pero se desestimaron e ignoraron las opiniones de estos colectivos. De igual forma se desoyeron los cuestionamientos de los sindicatos docentes y organizaciones estudiantiles. En cuanto a la forma en que se puso en práctica, es la primera vez en la historia de la educación uruguaya que una transformación se aplica en forma masiva sin plan piloto previo y haciendo que los estudiantes que comenzaron en un plan culminen ciclos educativos en otro muy distinto.

Es claro que la actual transformación educativa no busca mejorar los aprendizajes, sino obtener mejores resultados, es decir, que los estudiantes promuevan más entre grados y culminen ciclos educativos en mayor número. Para asegurar esto elaboraron, al igual que el Reglamento de Evaluación del Estudiante (REDE) de educación básica integrada, el Reglamento de Evaluación del Estudiante de Educación Media Superior (REEEMS), que flexibiliza los mecanismos de evaluación y pasaje de grado eliminando los exámenes y la repetición y aumentando considerablemente el número de posibles inasistencias, permitiendo que un estudiante supere ampliamente dicho número con sólo la mitad de las asignaturas acreditadas. De esta forma, los “resultados” obtenidos serán inexorablemente mejores en lo que corresponde a pasaje de grado y culminación de ciclos.

Al sometimiento de los contenidos programáticos a las competencias, se le suma la reducción del espacio tecnológico en las propuestas de bachilleratos tecnológicos del plan 2023 y bachillerato técnico profesional plan 2022.

Las autoridades políticas de la ANEP se han enfocado en los resultados y no en los aprendizajes. Esto se refleja en la escasa importancia que le dieron al informe “Aristas” de educación media que recientemente presentó el Instituto Nacional de Evaluación Educativa (Ineed). Dicho informe explicita claramente que ninguna de las metas que se propuso la ANEP en materia de mejora de aprendizajes en el actual período se cumplió.

El impacto negativo en los aprendizajes de la actual transformación educativa se verá mucho después que el actual gobierno haya dejado de serlo, cuando los estudiantes que están hoy prisioneros de este “experimento” comiencen a cursar estudios superiores. Es ahí donde se percibirá el efecto real, pero para los jóvenes que hoy están sometidos a la transformación educativa será demasiado tarde.

La educación técnica y tecnológica que se imparte en UTU no está ni estará exenta de este efecto. Incluso podríamos avizorar que este será aún peor, puesto que, al sometimiento de los contenidos programáticos a las competencias, se le suma la reducción del espacio tecnológico en las propuestas de bachilleratos tecnológicos del plan 2023 y bachillerato técnico profesional plan 2022, en comparación con los anteriores Educación Media Tecnológica (EMT) y Educación Media Profesional (EMP).

Las más de veinte modalidades de Educación Media Tecnológica que tuvo UTU hasta el presente año se reducirán a tan sólo doce el año que viene. Además, las nuevas propuestas de bachillerato –si bien tendrán dos horas semanales más de clase– poseerán una carga horaria menor en las materias del espacio tecnológico. Dicha reducción alcanza un veinte por ciento en algunas modalidades y un cuarenta por ciento en otras. El argumento de las autoridades de la ANEP para reducir dramáticamente los espacios tecnológicos de las propuestas de bachillerato de UTU se basa en la necesidad de dotar de “navegabilidad” a las propuestas de Educación Media Superior, de forma tal que un estudiante pueda transitar “libremente” de una propuesta de UTU a secundaria y viceversa, sin que su trayectoria educativa se vea afectada.

Si bien se desconoce a ciencia cierta cuáles serán los mecanismos para que dicha navegabilidad sea posible en la realidad, es claro que irá en detrimento de la calidad y profundidad en los aprendizajes, sobre todo en la orientación técnico-tecnológica específica de cada modalidad. Pero como dijera Aristimuño en un reportaje realizado en el programa En perspectiva, “muchas personas que vienen del mundo productivo nos decían: no los formen demasiado en nada, fórmenlos en cosas generales que nosotros, luego, en el mundo del trabajo los vamos moldeando (sic)”. Es claro que esta frase ha sido un pilar del diseño curricular de los bachilleratos tecnológicos que UTU desarrollará a partir de 2024: una formación general que apunta al desarrollo de “habilidades blandas” y un delgado barniz en lo tecnológico, sin profundizar demasiado. Eso también facilita la navegabilidad, puesto que quitarle profundidad al espacio tecnológico facilita notoriamente el tránsito entre modalidades educativas diferentes.

Las nuevas propuestas de bachilleratos de UTU enmarcadas en la actual transformación educativa no buscan mejorar los aprendizajes. Por el contrario, siguen la lógica curricular claramente expresada en esa frase lanzada por la Dra. Aristimuño. Este cambio de paradigma traslada la responsabilidad de la formación técnica que históricamente supo asumir nuestra querida UTU a manos de las empresas donde nuestros egresados se insertarán en el futuro. De esta forma tendremos operarios eficaces, con “habilidades” funcionales a la empresa, sin los “problemas” que implica contratar individuos con sólida formación técnica, que conozcan sus derechos y sean ciudadanos pensantes. La transformación educativa no busca formar personas capaces de cambiar el mundo, sino producir recursos humanos cada vez más funcionales al gran capital.

Daniel Devitta es docente efectivo de la DGETP-UTU e integrante del equipo del consejero electo del Codicen Julián Mazzoni.