Con la frase del título comienza la conmovedora canción de Jorge Drexler, que en su letra hermosa y humanista considera a todos hermanos y abomina de la violencia y la guerra. Afirma que nunca hay un bando ganador y expresa que no hay un solo trozo de piedra que valga lo que una vida.
Viendo el desarrollo desgarradoramente trágico de lo que sucede en Gaza, no hay manera de callar ni disimular el inmenso dolor y la indescriptible indignación por lo que allí está pasando.
La horrible masacre perpetrada por el terrorismo de Hamas y la toma de rehenes, la mayoría de los cuales permanecen cautivos, ha obtenido una desenfrenada respuesta del gobierno de Benjamin Netanyahu, que no ha diferenciado objetivos y ha matado deliberadamente al barrer a la población gazatí, ha destruido y arrasado con todo el norte y parte del sur de la Franja de Gaza y lleva más de 20.000 muertos, de los cuales 14.000 son niños y mujeres.
Esta respuesta, invocando el derecho de defensa, viola la legislación internacional, el derecho humanitario y es una espantosa carnicería que debe ser detenida.
No es comprensible la votación de abstención del gobierno de nuestro país a dos mociones ampliamente mayoritarias de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que se pronunciaban por un alto el fuego por razones humanitarias.
Agua potable, energía eléctrica, medicamentos, comida y abrigo es lo que no tienen los gazatíes.
Las imágenes muestran gente de todas las edades, en harapos, tirándose encima de las botellas de agua de los pocos camiones que han podido entrar, así como niños que recogen agua del mar y se la beben para intentar calmar su sed.
No es comprensible la votación de abstención del gobierno de nuestro país a dos mociones ampliamente mayoritarias de la Asamblea General de la ONU, que se pronunciaban por un alto el fuego por razones humanitarias.
Es difícil expresar el horror y la desesperanza que genera escuchar declaraciones que enarbolan el antisemitismo cuando leen opiniones como estas.
Es muy difícil entender a quienes justifican esta masacre, y peor a quienes anuncian que seguirán perpetrándola hasta acabar con el “enemigo”.
Esto es terrorismo, repudiable como el de Hamas. Y no se pretenda decir quién empezó esta guerra, porque esto lleva muchas décadas.
Es una vergüenza para el mundo que esto no tenga fin. Vergüenza para quienes se abstuvieron en la ONU, peor para quienes votaron en contra. Vergüenza para quienes vetaron en el Consejo de Seguridad de la ONU resoluciones de igual objetivo, pero de este órgano, de carácter vinculante.
Crece día tras día el clamor por terminar con la barbarie. Las manifestaciones se producen en cada vez más ciudades del mundo. Las corrientes humanistas de todos los continentes deben sumarse a dicho clamor por detener un genocidio.
Inmediatamente después tiene que encontrarse una forma de encauzar el cumplimiento de un mandato de la ONU que estableció la creación de dos estados independientes, de Israel y de Palestina. Con toda la ayuda necesaria para que se pueda hacer realidad, terminando con los terrorismos de Hamas y de Netanyahu y sus seguidores.
Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.