Este es el año de trillarse todo el país. Acá no valen excusas de ningún tipo, es momento de salir y de ponerse la mochila al hombro para escuchar, dialogar y proponer. El camino de la reconexión del Frente Amplio con las necesidades de la gente común, del sentido común, es moverse en el territorio, moverse en las redes sociales, escuchar, participar y estar. Acá no hay recetas mágicas ni gurús del extranjero que vengan a decirnos qué hacer para sintonizar con nuestra gente, como estila la derecha política.

Eso es lo que estamos haciendo hoy, y eso es lo que vengo haciendo desde hace dos años. El año pasado recorrimos más de 50 localidades en todo el país. No se precisa mucho aparato ni estructura, basta tomarse un ómnibus, mate en mano y con la mochila al hombro a salir a escuchar, salir al encuentro. Esa es la patriada que creo que hoy el Frente tiene que encarar.

Y lo tenemos que hacer porque la emergencia social en la que estamos sumergidos es muy grave, y ha llegado a alcanzar niveles insospechados que comprometen el futuro del país.

Primero, y lo que más nos urge: el interior, especialmente la frontera, ha quedado profundamente olvidado. Un día sí y otro también se cierran emprendimientos productivos, perdiéndose cientos de puestos de trabajo, dada la falta de políticas especiales para los departamentos de la frontera. Bien saben que hemos insistido una y otra vez en alcanzar medidas concretas que atiendan la situación de estos departamentos. Al día de hoy, no hay una sola política ni respuesta desde el gobierno nacional ante este problema. Claro, poco le importa al gobierno herrerista lo que pase de Río Negro para arriba.

En segundo lugar, hay una pandemia silenciosa que nos ha atravesado fuerte y calado hondo en el interior profundo, pero también en las zonas de la periferia de Montevideo y Canelones. Resurgieron la exclusión y la marginación social como nunca antes. Nos han vendido cortinas de humo respecto a que se está ayudando a las ollas populares, y en Salto, no hay ninguna ayuda que venga a las ollas y comedores populares desde el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), todo sale desde la Intendencia y de donaciones de particulares. Y esa situación se repite a lo largo del país. ¿En serio pensamos que desde el hambre podemos construir un país en serio? ¿Y el gobierno qué hace? Nada.

Me gustaría que el camino a la recuperación del gobierno nacional lo podamos encarar en unidad y compromiso. Para alcanzarlo hay que poner lo mejor de cada uno, el 2023 es el año de pisar fuerte la calle.

Aunado a esto, los uruguayos estamos preocupados por los niveles de inseguridad que alcanzan ribetes insospechados. En el primer mes del año hubo más de 40 homicidios en 31 días, un espantoso y triste récord histórico. En un episodio gasallesco que da cuenta de los niveles de inseguridad, hasta el propio ministro del Interior, Luis Alberto Heber, fue víctima de la delincuencia. ¿De qué carteras en el barrio nos habla Heber si ni en su casa puede estar seguro el propio ministro del Interior? ¿Y el gobierno qué hace? Nada.

Hay mucho por reconstruir. Al paso que va este gobierno nos deja múltiples escándalos de corrupción en el Ministerio de Turismo, de vínculos con el narcotráfico entre la Cancillería y el Ministerio del Interior, de títulos falsos por parte de jerarcas públicos, entre otros tristes episodios. Pero el escándalo qué más duele es el que involucra directamente al presidente de la República, el caso Astesiano. Ya sea por la persecución a un líder del movimiento sindical, por la implantación de una red criminal de corrupción en el seno de la Presidencia, por las escuchas y seguimientos ilegales, por los ocultamientos de información tanto del Ministerio del Interior como de la propia Torre Ejecutiva, este es el escándalo más grande que deja al descubierto qué y cómo piensa el Presidente y su entorno. Cómo nos duele que la credibilidad que tanto se trabajó en los gobiernos del Frente esté hoy por los suelos. Estos episodios no son gratis y van a costar muy caro al país en el futuro. Dijeron que estaban preparados, y claro que estaban preparados, preparados para fundir otra vez el país como ya lo hicieron en los noventa y en 2002.

Para cambiar esta realidad es hora de salir y conectar con la gente. Quienes estamos en la oposición política no podemos enfrascarnos en ninguna división. Por eso me gustaría que el camino a la recuperación del gobierno nacional lo podamos encarar en unidad y compromiso. Para alcanzarlo hay que poner lo mejor de cada uno, el 2023 es el año de pisar fuerte la calle.

Andrés Lima es intendente de Salto.