Este 8 de marzo de 2023, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, pasará a ser un hito histórico para el movimiento sindical uruguayo. Es la primera vez que se resuelve convocar un paro general de 24 horas de mujeres trabajadoras, asalariadas o no, del ámbito productivo y reproductivo. Toda resolución tiene un proceso, y este pasó por un debate amplio y profundo, que nos llevó varios años a todos los sindicatos, federaciones, confederaciones, filiales nucleadas en la Convención Nacional de Trabajadores y Trabajadoras-Plenario Intersindical de Trabajadores y Trabajadoras.

Las mujeres que participamos en la vida sindical somos mujeres organizadas. Cada una, desde su sindicato o federación, somos trabajadoras que actuamos en los diferentes conflictos, luchamos por salario, condiciones de trabajo y cada vez más derechos. Vivimos inmersas en la lucha de clases y somos luchadoras sociales, porque no somos ajenas, al igual que nuestros pares, a las causas populares por un país más digno. Cada día, y en todos los ámbitos, luchamos por igualdad.

De hecho somos todas feministas desde nuestro accionar cotidiano, aunque tal vez no todas se identifiquen con el vocablo, ya que hay una enorme diversidad de feminismos, diferentes visiones de feminismo en términos generales. Por eso las trabajadoras sindicalistas también sentimos la necesidad de identificarnos desde nuestro lugar, el lugar donde actuamos todos los días, el lugar donde nos comprometemos con las luchas de la clase obrera y trabajadora. Por eso nuestra consigna “Feminismo de clase, antirracista y anticapitalista”. Somos feministas entre la enorme diversidad de feminismos, y definirnos como feministas de clase también fue un largo proceso.

Estamos contra todo tipo de discriminación, por eso también nos definimos antirracistas, porque el racismo es una forma de legitimar política, social y económicamente la superioridad de alguien sobre alguien, y las mujeres afro lo han padecido más que nadie a lo largo de la historia, como también las mujeres de los pueblos originarios, migrantes y otros colectivos.

Como feministas involucradas en la lucha de clases, somos anticapitalistas porque nuestro movimiento sindical se define de esa forma y porque nuestra voz es a favor de un mundo sin explotación, sin explotados ni explotadas y sin explotadores ni explotadoras.

Es más que justo que reivindiquemos todos nuestros espacios libres de violencia. Nuestros ámbitos de militancia, al igual que toda la sociedad, son transversalizados por la cultura patriarcal. Y sólo la sororidad entre nosotras no alcanza; es necesario avanzar en la deconstrucción del machismo en todos los planos sociales, también en los sindicatos.

Porque tenemos identidad de clase con perspectiva de género, entendemos que la mal llamada ideología de género por algunos actores de la derecha de este país es sencillamente para encasillar a las mujeres en ese lugar, para luego arremeter contra todos nuestros derechos y cuestionar nuestros avances. Las trabajadoras no tenemos ideología de género, tenemos ideología de clase.

Por eso la plataforma de las mujeres trabajadoras no es ni puede ser ajena a la plataforma del movimiento sindical. Por eso en la actual coyuntura nuestra lucha va enmarcada contra las políticas de recorte del actual gobierno de derecha, sobre todo en este momento en que se pretende aprobar una reforma de la seguridad social que no es justa, que no es solidaria, que no es integral y en la que las mujeres somos las más perjudicadas del espectro social.

Hoy las mujeres trabajadoras de este país hablamos de feminismo de clase y reivindicamos los derechos de las trabajadoras, las asalariadas y las no asalariadas. Y vamos por la organización de todas.

Analicemos: nos han impuesto una ley de adopciones que perjudica a los hogares más pobres, privilegiando a las familias más ricas; pretenden imponernos una ley de tenencia compartida adultocéntrica que vulnera los derechos de niñas, niños y adolescentes y privilegia al progenitor aunque sea un violento; aparece un proyecto de ley de subrogación de vientres que permitiría la mercantilización de nuestros cuerpos; y ahora pretenden desvirtuar el convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo. Fuimos el primer país del mundo en ratificarlo y ahora somos el primero en presentar un proyecto de ley que lo utiliza en su exposición de motivos pero lo desvirtúa en su concepción, eliminando la expresión “violencia basada en género”.

La precarización laboral sigue teniendo cara de mujer, y cara de mujer pobre. 261.000 mujeres ganan menos de 25.000 pesos, y entre ellas hay 88.000 que ganan menos de 15.000. ¿Cuán independientes podemos ser las mujeres? Cuando nuestros ingresos no logran solventar nuestro sustento y mucho menos permitirnos disfrutar de una vida digna, irremediablemente caemos en una violenta dependencia económica y con una total ausencia políticas públicas que den respuestas a las desigualdades.

Generar las condiciones para la participación política y social de las mujeres también es una ardua tarea que tenemos que emprender con más ahínco, ya que históricamente a los varones nunca les interesó, o nunca les fue conveniente que dejáramos nuestro rol abnegado de entrega y de cuidados que nos impuso la cultura patriarcal. El trabajo no remunerado termina sosteniendo al sistema económico.

Porque no todo es amor. Cuando termina siendo una obligación, es trabajo no remunerado. Horas y horas de tareas que están al servicio de otros y, por transitiva, al servicio del capitalismo, con las que invisiblemente las mujeres hacemos que el sistema funcione. Este trabajo no remunerado significa aproximadamente 20% del producto interno bruto de Uruguay. Si lo comparamos con otras actividades económicas es bastante superior a lo generado por otros rubros económicos, incluyendo el comercio.

Este miércoles convocamos a parar a las mujeres, con un paro general de 24 horas del PIT-CNT en el marco de la huelga internacional feminista (independientemente de que, según las discusiones de las filiales, cada sindicato resuelve cómo lo desarrolla) y claramente rescatando el papel de los feminismos que han pujado en todo el mundo para que esta ola feminista erosione cada vez con más fuerza una cultura ancestral. Hoy las mujeres trabajadoras de este país hablamos de feminismo de clase y reivindicamos los derechos de las trabajadoras, las asalariadas y las no asalariadas. Y vamos por la organización de todas.

Flor de Liz Feijoo es secretaria de Género y Equidad del PIT-CNT.