El 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, es una fecha con una larga historia de lucha y reivindicación por los derechos de las mujeres y también el momento para reflexionar sobre los desafíos que tenemos por delante en nuestras sociedades.

La construcción de una sociedad más justa e igualitaria implica ampliar los horizontes efectivos de ejercicio de esos derechos y la disminución de los obstáculos, prácticas y construcciones culturales que los limitan y niegan cada día. La participación política es uno de esos derechos fundamentales.

La política no es un ámbito diferente y apartado de la sociedad y, al igual que en esta, están presentes muchos de los elementos que obstaculizan esa participación. La discriminación basada en género, el acoso, la violencia política, la desigualdad en el acceso a oportunidades son algunos de ellos.

“El lugar de las mujeres uruguayas en los cargos de decisión” fue el informe presentado en el marco de la 65ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, órgano auxiliar del Consejo Económico y Social (ECOSOC) de Naciones Unidas. Es el tercer informe que se presenta en este ámbito, y si bien se destacan algunos avances generales, así como la adopción de instrumentos y algunas medidas, sigue estando presente la baja presencia de las mujeres en los ámbitos de decisión y sobre todo una brecha persistente entre la igualdad formal, definida a nivel normativo y legal, y la realidad efectiva que la presencia de las mujeres tiene en los espacios de toma de decisiones.

Revertir esta situación es de fundamental importancia para la construcción de una sociedad más democrática y desarrollada. Tan es así que este es uno de los indicadores relevantes en la Agenda 2030 para lograr la igualdad de género y el desarrollo sostenible.

Hoy sabemos que sólo con reflexionar, generar normativas y actualizar información no es suficiente para lograr los cambios que permitan revertir las situaciones planteadas. Muchas de ellas son estructurales y se basan en una construcción conceptual arraigada que se fundamenta en el mantenimiento de las estructuras de poder y el control de la toma de decisiones. Avanzar hacia una mayor participación y representación cuestiona esas estructuras y ese es el principal obstáculo para que las medidas y las acciones tomadas no pasen en muchos casos de ser sólo una fachada formal que puede tranquilizar conciencias, dar la excusa para alardear de lo geniales y progresistas que somos pero con la certeza de que eso no cambia nada y no hay nada de que preocuparse.

Quizá este sea el principal punto que debamos incorporar a nuestra reflexión y acción política desde la izquierda. Porque que los sectores conservadores adopten esas prácticas sería incluso hasta natural, dada su concepción y visión del mundo. Pero si esta puesta en escena es sostenida por la izquierda y no es capaz de generar un mínimo cuestionamiento, entonces estamos negando nuestra propia esencia transformadora de la sociedad.

Como sosteníamos al principio, la política no es una cosa apartada de la sociedad y en ella estamos comprendidos quienes actuamos desde una sensibilidad y posicionamiento de izquierda. No podemos asumir ningún presupuesto de que somos diferentes per se y que por lo tanto estamos fuera de la construcción social y conceptual del resto de la sociedad. Pero si por definición, por convicción y resultado de nuestra reflexión política sostenemos que la búsqueda de la igualdad y la participación de las mujeres es un elemento sustancial de la construcción de la sociedad en la que aspiramos vivir, no debería quedar lugar para sostener esas ambigüedades.

Por eso es sustancial asumir las contradicciones que tengamos, entender que la participación y la igualdad efectiva no es sólo cuestión de cumplir formalidades y cuotas, de hacer referencia a lo importante que es el tema y darle destaque, sino fundamentalmente de avanzar en los pasos concretos que permitan que esas herramientas sean instrumentos de transformación, que cambien la realidad de la participación, que generen otros resultados y sobre todo que nos permitan mantener la coherencia entre esas definiciones y enunciados que defendemos y la realidad efectiva de nuestras prácticas de cada día.

Grandes son los desafíos y las mujeres hemos sostenido y avanzado en nuestras luchas. Ampliar los espacios de incidencia y participación política es un elemento importante de esas reivindicaciones. Debemos tener claro que continuar avanzando en la lucha por la igualdad en la sociedad es una parte importante de nuestra identidad y como izquierda, en el camino de construir esa sociedad justa e igualitaria a la que aspiramos, siempre los siguientes pasos debemos darlos en casa.

Gimena Urta es dirigente del Frente Amplio.