Cuando, en los inicios de 2021, se conoció el primer borrador de la llamada Comisión de Expertos en Seguridad Social (CESS), la senda estaba marcada (y no precisamente por el Che). Entonces, mientras algunos dudaban, desde las páginas siempre abiertas a las opiniones diversas que caracterizan a la diaria, afirmamos que la “reforma” se reducía a “trabajar más, aportar más, estar menos tiempo vivos como jubilados o jubiladas, y cobrar menos”, “quitar derechos a las viudas”, entre otras perlas, y “fortalecer aún más a las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP)”.
En verdad, humildemente debemos señalar que no hacía falta ser doctor en matemáticas, magister en economía, Mandrake o el mago Merlín, para darse cuenta que si no se actuaba sobre los “ingresos” del sistema, no quedaba otra –para la ideología de quienes promueven estos cambios regresivos– que actuar sobre los “egresos”, reduciéndolos significativamente (dado el escenario cuasi catastrófico que se presentaba sobre las cuentas del presunto sistema que tenemos, en particular el del siempre vilipendiado Banco de Previsión Social).
Hubo nuevos borradores, y mientras otros señalaban que la reforma era “ambigua y daba para terminar como en Chile o en un sistema como el de Suecia”, nosotros machacamos en que no había suecos en el horizonte y que sólo podíamos esperar más AFAP, y que las trabajadoras y trabajadores, pequeños y medianos empresarios, nuevamente serían los que pagarían el plato, otra vez aderezado de supuestas “importantes mejoras para los sectores de menores ingresos” (es decir, el mismo discurso que Rodolfo Saldain nos escribió en su libro de 1997).
El actual momento de definiciones
Por fortuna, el arco de opositores a la reforma ha venido creciendo significativamente. Comenzó con la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social (ATSS) y el Movimiento Nacional en Defensa de la Seguridad Social (Mondess), adoptando una postura de denuncia y crítica severa junto con la elaboración de una propuesta alternativa que se difunde en decenas de reuniones en distintas zonas de Montevideo y el llamado interior del país. Casi en simultáneo, el equipo de representación de los trabajadores y trabajadoras en el Banco de Previsión Social (BPS) fue siempre crítico de los contenidos, divulgando importantes análisis y realizando a su vez centenares de reuniones. Poco tiempo después se sumó unánimemente el PIT-CNT a partir de su último Congreso.
Casi en simultáneo, el diputado César Vega comenzó a oponerse especialmente a las AFAP desde su espacio radial, y hace algunos meses la totalidad del Frente Amplio –aunque tiene matices en su seno– ha anunciado que votará en contra de la mayoría del articulado (demorándose de manera incomprensible en su accionar, ya que recién ahora ha empezado a salir a explicarle a la población los contenidos de la reforma, con las excepciones conocidas de Ernesto Murro y alguno o alguna más a través de entrevistas y videos en todo este tiempo).
Últimamente, ya en la Cámara de Diputados, la bancada de Cabildo Abierto empezó a estar parada de punta frente a aspectos relevantes de la iniciativa.
Desde hace un par de semanas, además de lo que ha trascendido públicamente de parte de integrantes de la bancada del Partido Colorado diciendo “que no vamos a votar la reforma si va a pagar jubilaciones menores que las que se calculan con el régimen actual”, está en mi conocimiento que ya hay diputados de este partido que tienen definido su voto contrario al proyecto.
El Directorio del BPS
Es sabido que la mayoría del Directorio del BPS (reconocidos por su pública y notoria incapacidad en la materia, salvo alguna excepción) ha optado por desechar y pisotear su autonomía constitucional en cuanto a “organizar y coordinar los servicios estatales de seguridad social”, apoyando no solamente los recortes de la reforma sino en particular la Agencia Reguladora que pretende crearse por encima de él.
Seguir pensando en una reforma en contra de la opinión de los representantes sociales no solamente es una barbaridad política, sino que claramente violenta una de las columnas constitutivas de la OIT.
Como es sabido, los directores Ramón Ruiz y Ariel Ferrari (de ONAJPU) se oponen con claridad. Asimismo, es particularmente destacable la postura (y combativa actitud) del representante de los empresarios señor José Pereyra, que muy bien asesorado en general y sobre todo en lo que refiere a tributación, quien no solamente se ha posicionado en contra de la reforma (sin aceptar la opinión de los dueños de las grandes empresas que obsecuentemente y en defensa de sus propios intereses la apoyan), sino que además lo hace en nombre del movimiento Un Solo Uruguay, mayoritariamente representativo de pequeños y medianos empresarios y también de algunos de mayor porte.
Seguir pensando en una reforma en contra de la opinión de los representantes sociales no solamente es una barbaridad política, sino que claramente violenta una de las columnas constitutivas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): la necesidad de tomar sus decisiones en forma tripartita. Acá, dos de las tres partes no quieren lo que plantea el gobierno.
La piedra en el espejo
Como es obviamente comprobable, en el título aludimos al cuento atribuido a los hermanos Grimm, popularmente conocido como Blancanieves y los siete enanitos. Si se lo recuerda, en él la madrastra de la muchacha se obstina en ser la más bella del reino e insiste preguntándole a su espejo mágico: “¿Quién es la más bonita?” En el tema que intento abordar quienes parecen insistir respondiendo que la suya es la mejor reforma son cada vez menos: su ideólogo Rodolfo Saldain, el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Pablo Mieres, y otros adláteres, y con cierta virulencia el propio presidente de la República Luis Lacalle Pou.
Hasta pocas horas atrás, cuando los opositores insistimos en cuestionar los resultados agraviantes que significarán para los trabajadores y trabajadoras los cambios que se proponen, la respuesta por demás soberbia era y sigue siendo “hacen mal los números”, apropiándose de la verdad los propios promotores como si fueran el Oráculo de Delfos o los augures romanos, remitiendo a quienes somos sus oponentes al incómodo –y muy injusto– lugar de meros ignorantes que tal vez deberíamos dedicarnos a otra cosa.
El contador Luis Camacho, quien estuvo al frente de la Asesoría Económica y Actuarial del BPS por más de 30 años, el actuario número uno en seguridad social en el país, asesor no sólo de la OIT sino además de la muy prestigiosa Asociación Internacional de Seguridad Social (AISS), cuestionó ante la Comisión Especial de Diputados la tasa de reemplazo que establece la reforma y el nivel de las jubilaciones del nuevo régimen en comparación con lo vigente. Junto a importantes disquisiciones técnicas, dijo lapidariamente: los “resultados serán peores” y “esto sucede para todos los ingresos”, “las reducciones superan el 15% y crecen, para el caso de 30 años de actividad, al 27%”. Finalmente enterró los dichos laudatorios de la ministra de Economía y Finanzas, Azucena Arbeleche, contestándole: “para mí es imposible que todo sea mejor, es prácticamente imposible”. ¿Quién se atreve ahora a decir que estamos equivocados y hacemos mal los números? ¿Quién se mantendrá en la hoguera de las vanidades?
Esto no es un cuento de hadas
No se puede ni se debe banalizar la discusión. En cualquier régimen medianamente democrático todos estos elementos y actores juntos darían para decir “borrón y cuenta nueva”. ¿Será esa la actitud del oficialismo? ¿Los demás miembros de la coalición perderán su independencia y se inmolarán ante la opinión mayoritaria de nuestro pueblo, en el que por supuesto hay cientos de miles que se oponen a la reforma sin integrar las organizaciones sociales nombradas, y son votantes de todos los partidos?
Entonces sí: es la hora de decir basta. Con la tranquilidad, firmeza y madurez que en muchos momentos de nuestra historia nos han caracterizado como nación. No es en el individualismo ni en el sacrosanto altar de lo privado donde encontraremos las soluciones. Solidaridad, siempre solidaridad y justicia, y unas enormes orejas escuchando y representando a la mayoría del pueblo es lo que hace falta. Participación de la ciudadanía como madre de todas las reformas. Recorrer estas sendas –y no las de las cúpulas– sigue siendo una necesidad colectiva para mejorar la situación que tenemos.
Adolfo Bertoni fue presidente de la Asociación de Trabajadores de la Seguridad Social (ATSS).