El inicio de cada año está acompañado por el peregrinaje por las escuelas de las familias que por mudanzas, cambios en los referentes parentales, inmigración o pases solicitados y aún no logrados piden un lugar. Estos pedidos no impactan igual en todas las escuelas; en los hechos, en la mayoría hay cupos excedentes por la baja de la natalidad. Pero las escuelas de Tiempo Completo y Tiempo Extendido, y los Jardines de Jornada Completa se ven siempre desbordados, son muy valorados como consecuencia de la prédica favorable a la jornada completa, la posibilidad de un currículo integral con talleres diversos, el servicio de alimentación, más horas de escuela que habilitan más tiempo disponible de los adultos y un horario que favorece al aprendizaje e integración social.

Todos los sectores sociales, barrios y localidades requieren este “formato escolar” más allá del origen social o la condición económica, factores siempre asociados a la segregación residencial. A su vez, la implantación de Tiempo Completo en distintos contextos ha asegurado que son centros que tienen mayor diversidad sociocultural que otras escuelas, logrando instalarse como espacios plurales y evitando el estigma de la “escuela para pobres”.

Ayer, una idea

La idea de más tiempo para enseñar y aprender tiene muchos antecedentes. El maestro y pedagogo Agustín Ferreiro reclamaba más tiempo de atención personal del maestro ya a mediados del siglo pasado, el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE) en la década de los 60 recomendaba “enseñanza de tiempo completo para el 20% del alumnado de las escuelas urbanas, a aplicarse prioritariamente en aquellas que, por el medio social en que se encuentran, ostentan bajos rendimientos”. Y luego insistía: “Las posibilidades del desarrollo futuro de la educación estarán dadas por [...] una prestación del servicio más intensa y eficiente, es decir, más matrícula con una permanencia más prolongada en la institución escolar”.

Este Plan, reconocido como el más serio diagnóstico y planificación para el desarrollo en una perspectiva de largo plazo (1965-1974) organizado desde el sistema político, tuvo su correlato desde las organizaciones sociales que convocaron al Congreso del Pueblo (1965). Ahí, y a propuesta de la Federación Uruguaya de Magisterio, se impulsaron “soluciones que amplíen el tiempo de escolaridad tanto en la jornada diaria como en el mejor aprovechamiento del año lectivo”.

Posteriormente se desarrollaron experiencias de extensión horaria, no oficiales, cumplidas por equipos docentes que hacían gala de una autonomía de los centros que hoy nos sorprende: Villa García, Cadorna y más cerca en el tiempo en Cuchilla Pereira, entre otros.

Estos apuntes dan cuenta de la preocupación en la pedagogía nacional desde antes de las transformaciones gestionadas por la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP).

Así, entre 1990 y 1994 el Consejo Directivo Central (Codicen) presidido por el Dr. Juan Gabito transformó a tiempo completo unas 50 escuelas casi todas ex “Al Aire Libre”. Entre 1995 y 2000 (presidencia del Prof. Germán Rama) se sumaron otras 28 escuelas, y se formuló una propuesta pedagógica específica a partir de un trabajo liderado por prestigiosas colegas (Marina Orozco y Teresita Francia) y la participación de la Federación Uruguaya de Magisterio (FUM) y las asambleas técnico docentes (ATD). En este período, la extensión de la jornada escolar se erige como una política pública de consenso y amplio respaldo, más allá del rechazo que la remoción de directores o la imposición de capacitaciones generaron en el Magisterio.

Entre 2000 y 2005, aun con la crisis de 2002, se incorporaron otras 26 escuelas. Pero es recién en las administraciones del Frente Amplio que se multiplicó por 2,8 el número de centros.

“Entre 2005 y 2020 la cantidad de escuelas de Tiempo Completo o Extendido pasó de 104 a 296. Aunque el crecimiento de estas modalidades se registra desde mediados de 1990, en el último quinquenio se ha observado un importante incremento [...] En 2020, cerca de 52.000 niños de 1° a 6° asistieron a algunas de las escuelas de tiempo completo (231) o extendido (65)”. Ambas modalidades “comprenden el 22,4% del total de alumnos de escuelas comunes (frente al 7,2% en 2005, 9,8% en 2010 y 17,6% en 2015)”. (Monitor Educativo, pág.11).

Las metas se van achicando discretamente... ya no son los 135 liceos de Talvi, ni el 40% de la matrícula de quintiles 1 y 2 en Tiempo Completo, tampoco aparecen los “Centros Luisa Luisi” anunciados a fines de 2021.

En Educación Inicial había 12.342 alumnos en escuelas y 9.988 asistiendo a Jardines; en total 22.330 niños de entre 3 y 5 años asistían en régimen de jornada completa, alcanzando 25% de la matrícula.

En síntesis, en el período 2005-2020 se habilitó un promedio de 13 escuelas de tiempo completo o extendido por año, se sumaron unos 2.500 cupos anuales, además de los Jardines de Jornada Completa, se triplicó el porcentaje de matrícula cubierto, concretando un esfuerzo colosal que permitió alcanzar las metas proyectadas casi 50 años antes por la CIDE.

Hoy un juramento, mañana una traición

La actual administración propuso en su plan quinquenal focalizar la extensión del tiempo pedagógico en los centros categorizados como quintiles 1 y 2, tanto en inicial como en primaria. En concreto, toma como valor de referencia 22% del alumnado de las escuelas de los sectores de pobreza, y se plantea llegar a 40%. El indicador no es preciso sobre si la meta incluye a Jardines de Infantes. Si no fuera así, y aunque sólo se refiriera a la matrícula en escuelas comunes, se tendrían que incorporar casi 18 mil alumnos.

Esta meta, por demás ambiciosa, contó con las obras proyectadas y licitadas por la anterior administración, que permitió llegar en 2021 a 307 escuelas y 53.676 alumnos de 1° a 6°. Pero para cumplir la meta se deberían pasar a jornada completa unos 6.000 alumnos en este 2023 (lo que requiere unas 25 nuevas escuelas), a la vez que se deberían transformar otras 35 escuelas para alcanzar la meta prometida en 2024.

Esos locales no se están construyendo, tampoco aparecen financiados los gastos de salarios y funcionamiento. Pasar un alumno del régimen de cuatro horas a uno de jornada completa cuesta unos 1.000 dólares anuales, con pequeñas variaciones entre Tiempo Completo y Extendido. Serían al menos seis millones de dólares este año, y el triple a partir de 2024.

Lejos de esos anuncios, en 2022 la ANEP sólo creó cuatro ETC (alguna de ellas pronta desde meses antes), según una precisión que hizo por Twitter Robert Silva, presidente del Codicen, y ninguna de Tiempo Extendido. La mala noticia: 2022 tuvo crecimiento mínimo de plazas en jornada completa, la matrícula total (incluido inicial) en Tiempo Completo se incrementó en apenas 500 alumnos, en tanto en Tiempo Extendido el aumento fue cero.

Para 2023, Silva promete seis ETC y cuatro Jardines nuevos, es decir unos 2.000 cupos más, lejos de la meta anunciada al comienzo de su gestión. Las metas se van achicando discretamente... ya no son los 135 liceos de Talvi, ni 40% de la matrícula de quintiles 1 y 2 en Tiempo Completo, tampoco aparecen los “Centros Luisa Luisi” anunciados a fines de 2021 como una propuesta integral y de jornada extendida similar a los Centros María Espínola. Aún no se sabe el alcance de estos proyectos, tampoco la injerencia que tendrían organizaciones de la sociedad civil en la extensión de la jornada escolar, ni el financiamiento... iniciando el penúltimo año de gestión son demasiadas incertidumbres si se pretende cumplir lo prometido.

Esta evidente falta de recursos puede paliarse en alguna medida por un contexto demográfico de baja natalidad que puede ser una ventana de oportunidades para avanzar en cobertura y extensión del tiempo pedagógico. Al comparar la demanda por edades, se observa que para el tramo de 6 a 11 años hay 49.606 niños menos a partir de 2021 que los que había en 2006 (INEEd, pág. 26), un número bastante próximo a los cupos disponibles en jornada completa.

En resumen, parece necesario: a) retomar la extensión de la jornada escolar como política pública requerida por la gente, asegurando recursos presupuestales que la hagan posible, b) acompasar las promesas a lo viable evitando frustrar expectativas, campañas engañosas o encubrir en la transformación curricular otros compromisos urgentes, c) aprovechar el bono demográfico y los consensos que esta política reúne para comprometer la duplicación de la matrícula en pocos años.

Héctor Florit es maestro y fue director general de Primaria.