Todos los días escuchamos o leemos algo con referencia a "las sanciones" contra Venezuela o contra Cuba y no se nos ocurre pensar que la palabra sanciones no corresponde. En el lenguaje diplomático de las Naciones Unidas, se dice "presión económica unilateral".

"Sanciones", según la Real Academia, equivale a "pena que una ley establece para los infractores". Las leyes, como es obvio, se aplican en los territorios de cada Estado. Por lo tanto, si Estados Unidos incrementó su arsenal de sanciones con las Patriot Acts enseguida de los muy probables autoatentados de las Torres Gemelas, esas leyes, aunque puedan ser consideradas inconstitucionales en ese país, son aplicables a sus ciudadanos, pero no a ningún Estado extranjero.

Cuando Estados Unidos procura asfixiar o someter a Venezuela o a Cuba está ejerciendo una "presión económica unilateral" –como dice la ONU– pero habría que agregar: "agresiva" y por consiguiente ilegal desde el punto de vista del derecho internacional.

No nos detengamos en el papel testimonial que juega la ONU, ya bastante notorio, (y comprensible) precisamente porque EEUU logra controlarla, excepto cuando se pronuncia la Asamblea General (donde no hay veto) y entonces, desde hace aproximadamente 17 años, esta condenó el bloqueo a Cuba con el voto de todos los Estados, excepto dos: EEUU e Israel. Y en la última votación, Brasil.

Claro está que esta noticia –cuando aparece– es en letra chica. En cambio, sobre Venezuela, toda vez que hay una noticia (proveniente de Washington) se dice "el dictador Maduro, que no es reconocido por EEUU, así como casi 50 otros países" (sin agregar que en el mundo hay 196 países). Sin mentir, se está manipulando.

Todos los días escuchamos o leemos algo con referencia a "las sanciones" contra Venezuela o contra Cuba y no se nos ocurre pensar que la palabra sanciones no corresponde.

Volvamos al origen de nuestra utilización del término "sanciones". De pronto las hemos rechazado, hemos comprendido su función arbitraria de presión, pero igualmente esa expresión ha circulado incluso en publicaciones de izquierda. Lo que ocurre es que los medios masivos de comunicación en Uruguay reciben información internacional casi exclusivamente de agencias de noticias norteamericanas o de Reuters o France Presse (algo más neutras pero sensibles a sus gobiernos, aliados de EEUU), y esos despachos vienen en versión española. Hay que agregar que, periodistas y ciudadanos comunes, todos, estamos inundados –cada día más– por un incremento infinito de "información" banal, emocional, a veces hasta compulsiva, que no es inocua, sino que distrae e incide reduciendo la capacidad crítica. Cada día tenemos menos tiempo para pensar.

La desaparición de la URSS fue un desastre terrible para Cuba, puesto que era su principal apoyo en productos industriales, repuestos, medicamentos, etc. Muchos –en el mundo– pensábamos que una experiencia socialista era imposible. Sin embargo, llegaron hasta crear una vacuna contra la covid-19, que exportaron a bajo precio, muy inferior al de la Pfizer. Esto no fue noticia en los medios occidentales, y cuando lo fue, ni por asomo se relacionó con el bloqueo ilegal, y en este aspecto, criminal.

Respecto a la información sobre Venezuela, los silencios y la desinformación –quizás– son aún mayores. Por ejemplo, casi no apareció el hecho de que el gobierno de Maduro se reintegró a la iniciativa de Noruega y México de una mediación entre opositores y gobierno, que se sigue llevando a cabo en la capital mexicana. Tampoco tuvo relieve la división producida en el amplísimo campo opositor, en el que se tomó la decisión de dar por concluida la designación de "presidente interino" a Juan Guaidó y a la vez realizar una consulta popular supervisada por el órgano electoral en el que hay representantes del gobierno y de la oposición. Sugiero ver en internet un video que difundió CNN (fiel, desde luego, a su gobierno) en el que entrevista a Guaidó.

Informarse bien lleva tiempo.

Roque Faraone es escritor y docente.