Desde su fundación, el Frente Amplio (FA) fue adoptando definiciones que buscaron la síntesis posible de sus diversos componentes. En esa etapa, en plena Guerra Fría, concurrieron a esa síntesis las propuestas de la izquierda tradicional marxista y marxista leninista, las posiciones antiimperialistas nacionalistas y populares, la visión socialcristiana con influencia del Concilio Vaticano Segundo y de la Teología de la Liberación, las definiciones provenientes del batllismo y sectores cercanos a las teorías desarrollistas.
Los procesos que se vivían en el contexto latinoamericano estaban fuertemente condicionados por la Guerra Fría y por la influencia de la revolución cubana, que convivían con corrientes de pensamiento antropológico, histórico y económico de carácter desarrollista que abrían un espacio de influencia considerable. Los economistas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, liderados por Raúl Prebisch, influidos por el pensamiento keynesiano, Darcy Ribeiro y Celso Furtado, entre otros, alimentaban doctrinariamente caminos que proponían la independencia para los países de nuestro continente.
Las experiencias de la época eran intensas y variadas. Desde el Chile de Salvador Allende, el peruanismo de Juan Velasco Alvarado, las evoluciones bolivianas, el surgimiento del FA y del wilsonismo en Uruguay, hasta los vaivenes extremos del peronismo en Argentina, con un proceso colombiano que pasó y todavía pasa por etapas complejas, aunque hoy muy promisorias.
En ese marco el FA adopta, por el camino del consenso, un instrumento plenamente vigente y vital de la unidad en la diversidad, una posición antiimperialista, latinoamericanista e integracionista, tomando como inspiración el ideario artiguista y las corrientes federales autonomistas pregonadas por algunos libertadores. Centra su posición antiimperialista en la lucha contra la potencia hegemónica continental y sus políticas de dominación, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), la Doctrina de la Seguridad Nacional y el Panamericanismo.
Las crecientemente poderosas empresas –entonces multinacionales– eran parte fundamental del esquema de dominación que condenaba a nuestros países a ser productores de materias primas sin valor agregado, impedían la industrialización, deterioraban los términos de intercambio y cerraban el círculo hegemónico económico, político y militar.
Décadas después
Reseñamos algunos de los cambios que creemos que han tenido mayor incidencia en las relaciones de poder en el mundo, en las últimas décadas, desde una óptica básicamente latinoamericana. Seleccionamos aquellos que entendemos más útiles para explicar las actualizaciones necesarias.
Los éxitos de la aplicación de las políticas de la Doctrina de la Seguridad Nacional lograron aplastar los procesos en curso, de carácter progresista, en varios países de nuestro continente.
La experiencia “guevarista” murió con el Che y las guerrillas urbanas fueron derrotadas en poco tiempo con la excepción colombiana. El terrorismo de Estado fue el instrumento terrible con el que esa política se ejecutó. En nuestro país, ya derrotada la guerrilla, se implantó una dictadura cívico-militar que siguió aplicando salvajemente esa política contra todos los y las ciudadanas que se opusieron al criminal golpe de Estado. Sus consecuencias persisten y dejaron heridas abiertas y cuentas pendientes de verdad y justicia y de reparación de víctimas y familiares, que nos seguirán interpelando y exigiendo todas las acciones pendientes atinentes a ese objetivo irrenunciable.
La revalorización de la democracia en la izquierda que se produjo en la “epopeya democrática” de las luchas contra las dictaduras determinó una jerarquización del valor de las instituciones democráticas y representativas y del valor del republicanismo como expresión de la protección de la libertad fundamentada en el derecho y la ley como expresión de la soberanía popular. Ejes de la legitimidad de origen y de ejercicio del poder de los gobiernos. Los principios fundamentales del espíritu de la Ilustración, poniendo al ser humano como centro y objetivo fundamental de la civilización, titular de derechos inalienables y exigibles para todos sin distinción, se asumieron en la mayoría de la izquierda latinoamericana y se reafirmaron definitivamente en el FA, que ya los tenía desde su fundación con su definición artiguista original.
El fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética y del bloque socialista determinaron el fin de la bipolaridad y el inicio de la unipolaridad de la hegemonía de Estados Unidos. Más allá de las aventuras editoriales del fin de la historia, esta continúa con la única superpotencia mundial ejerciendo una primacía cultural, científica y técnica, política y militar.
Esta evolución coincide con un creciente proceso de globalización económica y una acelerada incidencia de los capitales que cada vez son más transnacionales e incrementan su poder frente a los estados nacionales.
El FA ha recogido lo mejor de la tradición nacional en materia de política exterior y se ha ido adaptando a los cambios relevantes que se están produciendo.
China coincide con Estados Unidos en obtener apoyo a su reconocimiento como representante única soberana de la gran nación y comienza un proceso de incorporación del gigante asiático al mercado mundial. China abrió su economía a los mercados mundiales, y los grandes capitales se instalaron en el país entonces más poblado del mundo y uno de los más pobres también. Pocas décadas después, China saca de la pobreza a más de 750 millones de personas y se convierte en la hoy segunda potencia mundial, única en condiciones de contestarle decisiones globales a Estados Unidos.
El FA, siguiendo las mejores tradiciones nacionales en la materia, apoyó al gobierno de Julio María Sanguinetti de la época en el reconocimiento a una sola China y su apoyo al ingreso chino a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
La irrupción de China a escala global la ha convertido en protagonista principal del comercio y la inversión en América Latina y en el mundo.
A este extraordinario salto de crecimiento de China en todos los planos se suma el desarrollo de la Unión Europea y su modelo de integración, que inspiró el proceso de integración del Mercosur, ambos en crisis de funcionamiento por diversos motivos.
A estos cambios en el panorama mundial se suman procesos de crecimiento económico de Japón y el surgimiento de Rusia en la escena geopolítica, con su creciente participación política y militar en Oriente y Asia, sumado a la recuperación de Crimea en 2014 y a la invasión a Ucrania. Este último acontecimiento, a más de un año de iniciado, ha sido analizado extensa y profundamente en varios artículos y documentos de Fuerza Renovadora y personales del autor de esta nota.
En los múltiples y sucesivos cambios de la escena global, el FA se ha visto en la necesidad de dar su opinión como el principal partido político del país y anteriormente en sus tres períodos sucesivos de gobierno.
El FA se ha definido como ya lo hemos descrito. Ha recogido lo mejor de la tradición nacional en materia de política exterior y se ha ido adaptando a los cambios relevantes que se están produciendo. El cambio demográfico, el climático, la revolución productiva en curso impulsada por los impactantes cambios tecnológicos ha generado un escenario totalmente diferente. A ello se le agrega un gran crecimiento del poder de los capitales transnacionales en una economía globalizada sin instrumentos de gobernanza multilateral estatales que los regulen.
Los principios de promoción de la paz, la solución pacífica de las controversias, el principio de no intervención y de respeto a la soberanía de las naciones, la plena vigencia del derecho internacional y de la Carta de las Naciones Unidas, la promoción y defensa de los derechos humanos en todo el planeta, son líneas rectoras de la política exterior del FA.
La condena al uso de la fuerza y a la amenaza de su uso, y a la violación del respeto a la integridad territorial de los estados, también integran las definiciones del derecho internacional que el FA ha defendido siempre, como oposición o como gobierno.
La necesidad de contar con organismos internacionales que se fortalezcan se hace más necesaria que nunca ante la desatada carrera armamentista a partir de la guerra en Ucrania y el creciente desarrollo de armas nucleares cada vez con mayor poder de destrucción. El mundo está en creciente peligro por el cambio climático y por las armas. Se torna imprescindible fortalecer el multilateralismo, democratizarlo y crear nuevos organismos con capacidad real de regular los capitales transnacionales, y detener la carrera armamentista y nuclear.
Debemos buscar desde América Latina impulsar la concreción de estos objetivos en pos de un nuevo orden internacional, bregando por una gobernanza democrática global.
Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.