El primer Congreso del Pueblo se inició el 12 de agosto de 1965, auspiciado por la Convención Nacional de Trabajadores (CNT).
“707 organizaciones de fábrica o barrios; de pueblos o departamentos; sindicatos, cooperativas, estudiantiles, profesionales, docentes, de trabajadores rurales y jubilados, participan, representados por 1.376 delegados. [...] El programa [incluye]: reforma agraria, reforma industrial, que asegure el pleno empleo, y el (fomento de las) inversiones; reforma del comercio exterior (de acuerdo al interés nacional), aumento de las inversiones públicas (nacionalizaciones); reforma tributaria (impuesto a la renta personal y al patrimonio); reforma crediticia y bancaria; plan de viviendas; reforma y coordinación del transporte (que sirva al desarrollo agropecuario, industrial y comercial); fomento de las cooperativas de producción y de consumo; [...] soluciones al régimen de seguridad social, a los problemas de la educación; respeto a los derechos y libertades públicas, y, por soberanía nacional [...]”.
Este pequeño párrafo demuestra la potencia marcada en una década signada por cambios que se deseaba realizar en el mundo capitalista. Dicha década fue precedida por un hecho histórico impresionante en nuestro continente como fue la Revolución Cubana y luego llevaría a lo que fue el Mayo Francés y su expansión por el mundo.
Hoy el país y el mundo están en otra situación, la ofensiva del capital contra las y los trabajadores toma cada vez mayor virulencia, sumado a un reflujo general de las ideas y cuestiones no resueltas, con profunda autocrítica por parte del movimiento obrero y sus organizaciones, como lo fue el hecho de la caída de la Unión Soviética y todos los estados obreros del siglo XX. Al igual que la total debacle de la socialdemocracia europea con sus “estados benefactores”.
Luego de todo esto y como si fuera poco, puede indentificarse en nuestra región la andanada hacia gobiernos progresistas que en su inmensa mayoría, luego de aproximadamente 15 años de gobierno, fueron derrotados electoralmente sin que existiera un balance autocrítico profundo que permitiera avanzar no solamente sobre la base de los éxitos, sino también de los errores.
Este contexto incide en nuestro accionar cotidiano, aunque en la miopía política de algunos no lo ven o, lo que es peor, no lo quieren ver.
¿En qué contexto se pretende impulsar el próximo Congreso del Pueblo?
Tres años de un gobierno de los malla oro y para los malla oro del capital
Por más que quieran ocultarlo, debemos denunciar enfáticamente la crisis social que atraviesa el país. Prueba de ello son las decenas de ollas populares, que han sido vergonzosamente perseguidas y estigmatizadas.
Resulta innegable la caída de salarios y jubilaciones en relación con los precios, y ello difícilmente se pueda recuperar; en todo caso, si las y los trabajadores lo recuperaran sería luego de haber estado pagando desde hace un año y medio el aumento sistemático de precios, mientras las ganancias y la acumulación de la riqueza siguen estando en muy pocas manos –que son siempre las mismas– y el famoso derrame no llega jamás.
A su vez, si bien la economía creció aproximadamente 3,5%, a pesar de ello, hemos tenido caída del salario y ha habido, además, un fuerte impacto negativo en las jubilaciones y pensiones. No podemos dejar de ver e indignarnos que en 2022 las y los trabajadores perdimos 1.000 millones de dólares.
Hemos llegado a que se admita la brutal precarización del empleo, dando por válidos los llamados “jornales solidarios”, que además le sirven al gobierno para decir que “hay empleo”. Planteo esto con el debido respeto a quienes se inscriben para hacer uso de ellos, porque la necesidad es tal que, como dice el dicho popular, ¡cualquier monedita sirve!
Importantes sectores de la burguesía, sobre todo los más poderosos, como el agro y la industria de la construcción, han sido fuertemente respaldados por el gobierno, que los representa sin duda alguna, porque este es efectivamente el gobierno de los “malla oro” como ellos mismos anunciaran ni bien asumieron, el 1º de marzo de 2020.
Debemos oponernos a la corrupción salvajemente demostrada en el caso Astesiano, que hace a una corrupción estructural que, no hay duda, tiene además alianzas con parte del capital, como lo demuestra el interés de perseguir a senadores por el caso del puerto. A esto se suma una clara política represiva en la que se solicitaban pesquisas sobre personas concretas.
Nos oponemos a la reforma jubilatoria no solamente por lo que encierra en su articulado, sino por un tema conceptual y de principios. Es necesario oponerse al argumento de que el aumento de la edad para jubilarse “es posible gracias a los avances de la ciencia: vivimos más, por ende, hay que seguir trabajando más”. Nos oponemos porque si efectivamente vivimos más debemos plantearnos tener más tiempo para disfrutar de los últimos años de nuestra vida y que podamos hacer lo que muchas veces deseamos y seguramente, en la mayoría de los casos, no pudimos por tener que trabajar. En definitiva, tener más tiempo para ser abuelos y abuelas, para disfrutar del tiempo libre y del ocio, para poder desarrollar lo que no pudimos y deseamos hacer.
Reivindicar lo realizado con la papeleta rosada
Reivindicamos, no sin una autocrítica, lo realizado por el conjunto del movimiento popular contra la ley de urgente consideración (LUC). Si bien no se alcanzó el objetivo de la derogación, no deja de haber sido la más importante movilización en este período.
En las peores condiciones, con pandemia de por medio, se obtuvieron dos grandes triunfos: el primero al haber logrado juntar las firmas necesarias para impulsar el referéndum, y el segundo al haber logrado una votación muy ajustada.
Debemos tener en cuenta, además, que el tema de los 135 artículos generó debates no deseados y que, a nuestro juicio, se pudo saldar positivamente, pero no sin dejar heridas en el seno de la Intersocial.
El conjunto de la Intersocial fue capaz de convocar y hacer mover a la llamada militancia de a pie, que estaba aletargada a partir de la derrota del gobierno progresista y producto de una conducción errática para encontrar un cauce real de movilización que la convocara realmente. Esto se pudo revertir gracias a lo realizado por la Intersocial. A pesar de este salto en calidad política, no supimos aprovechar el envión para seguir aumentando la presión contra la ofensiva del capital y su gobierno.
Desde el fin de la campaña de la papeleta rosada hasta hoy no hemos logrado consolidar un funcionamiento dinámico y sistemático de la Intersocial. Para nosotros, no se trata de convocar a un Congreso al margen de las luchas centrales de la gente hoy. Sin duda, el tema de la reforma jubilatoria debe ser un cruce de caminos, porque no alcanza con pronunciarse en contra si no buscamos todas las posibles formas de lucha reales.
El Congreso no puede hacerse pensando en 2024, sino pensando en el hoy, porque las urgencias de la gente así lo exigen. Por eso no solamente debe generar un programa de soluciones desde la perspectiva del movimiento popular con independencia de clase, sino que también se debe debatir y resolver sobre un plan de lucha a corto, mediano y largo plazo.
Rumbo a un Congreso de estas características, entendemos que deberá haber encuentros en los que hablen las organizaciones involucradas en el cada tema, para luego elevar al Congreso los reclamos concretos. Por lo tanto, hay que dar tiempo para dichos encuentros, que deberán abordar temas centrales como pueden ser salud, vivienda, trabajo, educación, feminismos, ollas y soberanía alimentaria, urbanismo y derecho a la ciudad, diversidades, agro, pequeños productores y trabajadores rurales, etcétera.
Deberemos, además, hacer un profundo análisis de la realidad nacional e internacional, comprender lo que hoy vive el mundo capitalista y su crisis, donde la humanidad parece no darse cuenta de que está en ciernes la posibilidad de una guerra salvaje y devastadora. Donde el capital y su imperio no tienen ningún miramiento en desatarla, demostrando una vez más su carácter irracional y depredador del planeta que nos da vida.