El día que Israel celebra su independencia también podría haber sido el día que los palestinos celebren la suya. Sin embargo, en los años 1947 y 1948 los líderes árabes buscaron la guerra total contra Israel y los judíos en lugar de la convivencia pacífica, y hasta el día de hoy, su narrativa de la “Nakba” profundiza aún más el conflicto y aplasta la esperanza de la reconciliación.
El 14 de mayo, el día que Israel celebró los 75 años de su creación, los palestinos destacaron esa misma fecha, pero desde su punto de vista. Y no es cuestión de libre interpretación de un hecho histórico, sino de una alevosa distorsión de la historia, que pretende hacer olvidar que, si Israel no hubiera ganado la Guerra de Independencia que tuvo que librar en 1948 porque fue atacado, hoy no existiría.
De lo mucho que se distorsiona la historia del conflicto israelí-palestino, uno de los elementos más problemáticos es el de la llamada “Nakba” (catástrofe, en árabe), la forma en que los palestinos presentan la creación del Estado de Israel.
La narrativa palestina de la “Nakba” se basa en la sustitución de 4.000 años de historia judía en la Tierra de Israel, con una vil teoría conspirativa sobre la colonización europeo-judía de tierras árabes. Esa narrativa borra, cínicamente, los acontecimientos inmediatamente previos y posteriores a la Guerra de la Independencia. Mientras que el liderazgo judío, durante el mandato británico, aceptó la resolución de la ONU de 1947, para crear dos estados independientes, uno árabe y otro judío, los árabes palestinos y los países árabes lo rechazaron categóricamente, generando así el principal motivo del actual conflicto.
La proclamación de independencia de Israel, que coincidió con el fin del mandato británico, tuvo como respuesta un ataque masivo, por parte de seis ejércitos árabes, con el apoyo de los árabes palestinos, invadiendo a Israel por todos sus frentes, con el objetivo explícito de acabar con el joven Estado, llevar a cabo una limpieza étnica y “arrojar a los judíos al mar”, tal como lo declaraban los líderes árabes.
La versión palestina ignora intencionalmente el hecho de que fueron los líderes árabes quienes los alentaron a abandonar sus hogares, prometiendo que retornarían una vez que los judíos fueran expulsados. La declaración árabe de la guerra implicó que cientos de miles de árabes se vieran obligados a marchar a los países vecinos. Muchos de ellos huyeron. Muchos testificaron que lo hicieron bajo la presión de sus dirigentes. Pero lo cierto es que, si no se hubiera lanzado una guerra contra Israel, ninguna de las 600.000 personas se hubiera convertido en refugiado.
El día que Israel celebra su independencia, también podría haber sido el día que los palestinos celebren la suya.
Paralelamente, unos 800.000 judíos fueron expulsados de sus hogares en la mayoría de los países árabes –de Egipto a Irak, de Túnez a Yemen–. Sin embargo, mientras que los refugiados judíos hace tiempo que abandonaron su condición de refugiados integrándose a la sociedad israelí, los árabes palestinos han sido cruelmente abandonados por sus hermanos árabes, que les niegan la ciudadanía y los obligan a vivir en la miseria, en campos de refugiados en todo el Medio Oriente, con el objetivo de que continúen con su condición de refugiados, y de este modo, perpetuar el conflicto con Israel.
Durante décadas, desde antes de la Guerra de Independencia, a través de las intifadas, y hasta el día de hoy, la dirigencia palestina hace sonar en forma permanente los tambores de la lucha violenta contra Israel, sosteniendo una cultura de odio e incitación. En lugar de educar a las nuevas generaciones para aceptar la convivencia con sus vecinos israelíes, la Autoridad Nacional Palestina impulsa la venganza de la “Nakba”, alentando al mismo tiempo el terror. Al hacerlo, los condenan a seguir sufriendo.
Si los palestinos invirtieran las mismas energías que le dedican a distorsionar la historia del nacimiento del Estado de Israel para negociar una solución pacífica, su pueblo gozaría hoy de la misma prosperidad y paz que gozan los ciudadanos árabes que viven en la democracia israelí. Pero mientras sigan cultivando el mito de la "Nakba", victimizándose y haciendo caso omiso de los hechos históricos fundamentales, seguirán siendo rehenes de su propio discurso, eternizando de esta manera su propio sufrimiento.
Yoed Magen es embajador de Israel en Uruguay. Este artículo es una respuesta a la columna “La Nakba: la historia de la catástrofe palestina” publicada en Posturas el 16 de mayo y firmada por la embajadora de Palestina Nadya Rasheed.