A fines de abril se aprobó en nuestro país una reforma jubilatoria que en términos generales implica trabajar y aportar más para cobrar menos. Jubilarse más tarde, trabajar más, aportar más y cobrar menos puede ser una síntesis de lo que esta reforma jubilatoria nos deja a futuro.

La crisis hídrica generada en buena parte por la falta de previsión del gobierno nacional, los conflictos en la educación, la variedad de problemas relacionados con la ética que envuelven a varios de los y la integrantes del gobierno nacional, sumado al fenómeno de la necesaria novedad que marcan las formas de consumo de nuestra época, han hecho que esta reforma –que en caso de mantenerse marcará en forma negativa la vida de distintas generaciones– haya pasado a ser aparentemente una preocupación de segundo plano. Seguramente, a impulsos de nuestro pueblo, volverá a tener los lugares de discusión y acción social que merece.

La reforma jubilatoria aprobada a fines de abril es, sin lugar a dudas, un atropello a nuestros derechos humanos y una inmoral metida de mano en el bolsillo de los y las trabajadores y trabajadoras de este país.

El “tiempo libre” y su relación con el empleo

La reivindicación y el intercambio respecto de la necesidad de disponer de nuestro tiempo como un derecho inalienable del ser humano han sido parte de este debate.

Esta necesaria reivindicación de tiempo libre pone de manifiesto la existencia de un tiempo no libre o esclavo que, para buena parte de la población, parecería ser el tiempo destinado al empleo o las tareas remuneradas. Se desprende de aquí el siguiente problema: ¿cuáles son las condiciones de empleo o trabajo remunerado de las grandes masas y qué lugar ocupa este empleo o trabajo en nuestras vidas?

Por otra parte, parece necesario pensar en un problema que antecede al “tiempo libre” y conlleva un conflicto aún mayor que el de su reivindicación –que ya de por sí resulta importante–, y es si existe tiempo libre. ¿Existe un tiempo nuestro? Una pregunta aparentemente tonta que guarda un gran problema detrás, a saber: ¿qué o quiénes gobiernan nuestras vidas?

Mutación, flexibilidad, control y adaptabilidad del sistema capitalista

Contradictoriamente y al mismo tiempo, parecería que el sistema capitalista, con nuevas variantes y dinámicas, implementa tecnologías y nuevas relaciones de trabajo que irían dejando más tiempo libre a las personas.1 Sin embargo, esto no es cierto. La gobernanza del sistema capitalista es cada vez más controladora, más extensa y conjuga las características de masividad y unicidad entre las sociedades y los individuos que la componen.

En un sistema en que el control y la penetración de conductas y valores se imponen cada día más, ¿podemos afirmar que nuestro “tiempo libre” es libre y a la vez nuestro?

En cierto sentido, las experiencias de la vida capitalista se parecen al rito o al ritual y guardan esa potencia de sucederles a miles de millares, pero haciéndonos creer que la vida es totalmente individual y propiamente mía.

Haciendo un corte bruto, ilustrativo pero en parte impreciso, no mucho tiempo atrás podía afirmarse que nuestras horas dedicadas al trabajo y a aspectos más institucionales de nuestra vida eran las horas gobernadas por agentes externos a nosotros, mientras que las demás horas eran, por así decirlo, nuestras.

Lo importante de esto consistía en que nuestro tiempo libre era nuestro. Uno podía dedicar ese tiempo a la actividad que escogiera. El sistema de producción de capital parecía tener un fin en la cadena. Ahora la cadena parece no tener fin y esto reafirma algo que a esta altura no debería admitirse que sea siquiera discutido: el sistema capitalista excede los límites de la producción y la economía, y es en el mayor sentido de la expresión un “orden social instituido”.2 Si bien esto ha sido así desde larga data, en esta nueva etapa del capitalismo este tiene esa doble cualidad que juega en su favor. Hoy, más que nunca, el sistema capitalista castiga, cosifica y expulsa, pero a la vez, y también más que nunca, gobierna y absorbe. El consumismo expresado en el consumidor voraz ya no es más una consecuencia del sistema, sino que es parte fundamental de este. El consumidor trabaja en régimen de 24 horas durante los siete días de la semana para el sistema, y como consecuencia de esto el capitalismo se expande y reproduce más velozmente a partir de él.

A su vez, el tan nombrado fenómeno de las inteligencias artificiales parecería ser incluso superador del capitalismo de plataformas. Esto podría devenir, por un lado, en la disminución de ingresos y falta de empleo para buena parte de la población y, por el otro, en mayor “tiempo libre” para quienes no resulten expulsados del mercado laboral.

Parecería importante reparar en lo siguiente: en un sistema en que el control y la penetración de conductas y valores se imponen cada día más, ¿podemos afirmar que nuestro “tiempo libre” es libre y a la vez nuestro?

Los actos voluntarios, autónomos e incluso autárquicos, pensados y responsables, parecen tener hoy cada vez menos condiciones para su auténtico desarrollo. Así las cosas, tal vez sea necesario comenzar a hacernos preguntas tales como ¿qué, quién o quiénes son dueños de nuestro tiempo? y ¿tenemos tiempos realmente libres?, para desde allí comenzar a desandar y desarrollar otros problemas.

Martín Nessi Silvano es estudiante de profesorado de Filosofía en el Instituto de Profesores Artigas, edil departamental de Montevideo por el Frente Amplio e integrante del Movimiento de Participación Popular.


  1. En este caso, hablamos de las personas que aún no han sido expulsadas del mercado laboral y que son parte del sistema y no de la cantidad enorme de excluidos y excluidas que la injusta realidad de este sistema genera. 

  2. Nancy Fraser, Los talleres ocultos del capital. Un mapa para la izquierda, Traficantes de Sueños, 2020.