No nos une el amor sino el espanto;
será por eso que la quiero tanto.
Jorge Luis Borges (1964)

Hace apenas unos días se viralizó en redes sociales un video en el que el senador de la República Sebastián da Silva expresaba en una reunión de jóvenes blancos de todo el país congregados en el departamento de Colonia: “Hay un alambrado grande que divide a la gente de bien del FA de Pereira y de Abdala”.

“Sombra final se perderá, ligera”

Para denostar al Frente Amplio, el senador eligió personalizar su comparación. Así, deja entrever su rechazo ante cualquier influencia que venga del ámbito del PIT-CNT. Si bien primero se refirió al actual presidente de la fuerza política opositora, no es un dato menor que previo a dicha responsabilidad era el presidente de la central única de trabajadores. En términos institucionales, sin embargo, su ataque se dirigió al representante de toda la orgánica opositora. A su vez, su acometida también se orientó a un destacado dirigente comunista, quien además es el actual presidente de la organización sindical.

El video del senador incluía además una segunda afirmación, en la que analizaba la necesidad de un rol activo de los socios de la coalición para el Partido Nacional, porque hay “lugares donde el Partido Nacional no llega”, porque en algunos lugares los blancos, sin saber por qué, “son rechazados”. Este tema, aseveró Da Silva, ha sido motivo de amplia discusión en la interna nacionalista, sin haber podido llegar a conclusiones definitivas.

Sin pretender explicaciones absolutas sobre este problema, quizás la primera afirmación sea la punta de la madeja para encontrar las respuestas para la segunda.

“Aquí mis pasos/ tejen su incalculable laberinto”

Las afirmaciones de Da Silva tienen un contexto. Quien las expresó es un senador suplente del Partido Nacional por el herrerismo, que en estos días se encuentra por dejar su banca debido al regreso de su titular al senado, Sergio Abreu. Ahora bien, cabe señalar que el senador suplente se ha vuelto alguien muy destacado, al punto de lograr volverse muy conocido por su intensa y periódica actividad, en especial en Twitter. Quizá lo que más ha sobresalido este tiempo de su parte ha sido la alta agresividad de su comunicación diaria, eligiendo a los principales dirigentes de la oposición para confrontarlos, siempre en un tono constante y muy beligerante. Muchas veces su participación se destaca por el uso de adjetivos descalificantes y verdaderos insultos. La aparición en estos días coincide, y no por pura casualidad, con el insólito exabrupto protagonizado por la senadora Graciela Bianchi, que casi provoca un incidente diplomático de gravedad con España, ya conocido por todos.

Ahora, cabe destacar que la aparición del senador coincidió justamente con el retiro de Bianchi de la primera línea de fuego (bajó mucho su intensidad), sustituyéndola en su doble función cotidiana: la absorción de críticas y la emocionalización del debate político diario. Este rol consiste en intervenir para distraer y atraer el músculo crítico de la ciudadanía, que en lugar de estar orientada en contra del gobierno (y por la dinámica comunicativa, podríamos hablar en este punto de la mismísima figura del presidente) se dirige hacia ella. Da Silva tomó la posta, al menos momentáneamente, transformándose en el cañonero principal del gobierno.

Su confrontación violenta contra la izquierda es de todos los días. Coherente con el fangoso tono del mensaje que dejó ante los jóvenes de su partido, apenas unos días antes el senador dedicó varios días, ante la muerte de uno de los sobrevivientes de los Andes (Coche Inciarte), a compartir comentarios lamentables que muchos escribieron en las redes sociales, agregando que cada uno de estos era expresado por izquierdistas.

“Desde esa puerta he visto los ocasos”

Las referencias al alambrado que divide la sociedad fue probablemente su mejor actuación, a pesar de que ha tenido muchas (que por la extensión de este artículo no podremos enumerar, además de que el senador presenta una hiperactividad tuitera durante todo el día). En su discurso, separa al país en dos con una alambrada, metáfora que no admite muchas dudas por tratarse del elemento que divide y demarca los campos de nuestro país. Este aspecto es armónico con su accionar político diario, en el que la defensa permanente de los intereses del sector rural son su mayor constante, identificándose como un “hombre de campo”. Así, se trata de un alambrado que separa al “campo de la ciudad”, a “los buenos de los malos”, a “la gente de bien del resto”; en definitiva, a los blancos de los demás.

De esta manera, Da Silva apela a un viejo clasismo propio del pensamiento de su sector, y que es (y lo ha sido desde el primer día) un signo patognomónico del herrerismo. El senador nos dejó también algunas frases célebres que siempre suelen acompañar sus mensajes, tales como “siempre en el camino, nunca en la posada”, donde evidencia que se autopercibe como un hombre de acción y de andar, no de quietud.

“El incierto ayer y el hoy distinto”

Hace unos días, Da Silva conmemoró los 150 años del natalicio de Luis Alberto de Herrera compartiendo una foto del político blanco en su juventud, afirmando que se trataba del “jefe definitivo de la mejor doctrina del Partido Nacional”. Apoyado en una espada y vestido al estilo campero, seguramente perteneciente a las épocas en las que el joven nacionalista recorría los campos como un insurrecto frente a los gobiernos institucionales de turno. Se trata de una imagen que representa un tiempo que los blancos suelen recordar con admiración y exaltación, en lo que claramente es una notable contradicción con la valoración condenatoria de otras insurrecciones que ocurrieron en la historia del país. Pero digamos que se trata de un detalle, nada más.

Este tipo de actores funcionan canibalísticamente en las redes sociales del mismo modo que el payaso-monstruo creado por Stephen King: existen en la medida en que se crea en ellos.

Lo importante es que la pista para comprender estas expresiones del senador se encuentra en el pensamiento del propio Herrera, que parece tener aún plena vigencia. Según afirma Caetano (2021), Herrera constituyó una de las expresiones máximas de lo que llama liberalismo conservador, expresando un antijacobinismo militante, representado en ese tiempo principalmente contrario al batllismo, teniendo preferencia por lo anglosajón y su cultura política, que supo evidenciar sus simpatías por el franquismo y estuvo fascinado por el ascenso del fascismo en Italia. Poseía un ruralismo militante, fue un agitador político de los productores rurales, defensor declarado de los estancieros y sus intereses, siendo así el sostén de un verdadero nacionalismo agrario.

En referencia al esclarecedor texto de Herrera La encuesta rural, el historiador subraya allí la existencia de dos mundos separados, la estancia y los rancheríos; frente a la miseria del rancherío y sus condiciones de vida miserable, se alza la estancia, escudo de la civilización, que emerge como engendradora del orden; se trata de dos mundos bien distintos que se distinguen por sus hábitos; por el “trabajo” y la “honradez”.

Caetano subraya que Herrera creía también en el “entendimiento natural entre estancieros y empleados”, muy distinto a lo que sucede con los reclamos del obrero de la ciudad y sus relaciones con el trabajo y sus patrones. El “campo” es entonces más “sano” frente a la “artificial y debilitante ciudad”, que además es “engañadora y falaz”. Herrera veía en el batllismo al enemigo del campo y consideraba sus pretensiones de socializar la propiedad rural, fundada en lo que define como un “humanitarismo literario”, un “afeminamiento que quiere socializar [la propiedad]”, afectando el “alma buena del paisano” y enfrentándolo al estanciero, al que entiende siempre como la providencia. Así, actuar contra la estancia es atentar contra ese puntal de la propia vida y también de la nacionalidad.

Por su parte, José Pedro Barrán (2007) subrayó que probablemente Herrera adhirió intelectualmente a lo que ya sentía, es decir, su desprecio de gran señor ante la plebe. Marcado por la intolerancia a los radicalismos peligrosos, diabolizaba la violencia que proponía cambios sociales, pero no condenaba otras rebeliones de determinados reclamos políticos. A esto sumaba su condena total al furor igualitario, a los programas de tendencias igualitarias, una nivelación social que pensaba inaceptable porque pretendía arrasar las jerarquías del talento y la riqueza.

Inés Moraes (2022) afirma que Herrera le proporciona al ruralismo de principios del siglo XX una retórica potente que oscilaba entre la victimización, la denuncia y la ironía, características que, dice, pueden rastrearse hasta hoy. A su vez, señala que Herrera entendía a la ganadería como la industria madre y al estanciero como un agente de prosperidad y orden.

A su vez, María Laura Reali (2022) destaca en el liberalismo conservador el predominio de la libertad sobre la igualdad, la promoción de la iniciativa privada y, especialmente para Herrera, sus preferencias por Inglaterra, su persistente anglofilia (por su orden político y el respeto a las jerarquías), el predominio de las libertades individuales y su capitalismo efectivo de mercado sin participación del Estado, así como su comprensión de que los estancieros son un intenso factor evolutivo.

“Ante ese mármol he aguardado en vano”

De más está decir que el senador Da Silva utiliza la provocación como método permanente. Diariamente está presente en la discusión pública con sus comentarios, para hacer entrar a incautos izquierdistas que ceden a la tentación de responderle, generando intensa violencia en sus respuestas. Su rol, podemos decir, es el de generar un odio que alimenta y absorbe, ya que le permite justificar todo lo que afirma y, al final, confirmar que tiene razón en sus definiciones de los militantes de izquierda. De hecho, no es menor que quienes principalmente divulgaron el video de sus declaraciones en Colonia fueron principalmente militantes de izquierda expresando su indignación. De todas maneras, debe reconocerse que Sebastián da Silva, más allá de su papel asignado, se ha desempeñado excelentemente en esa representación. En ese sentido, ha sido muy inteligente en sus movimientos, ya que pasó de ser un ignoto “senador suplente” (carácter señalado en una confrontación pública con un miembro de su propio partido) a ser uno de los actores más reconocidos y confrontativos de la derecha. Y en política ser conocido es mucho. Algunos de sus partidarios lo inflaman diciéndole que es “el mejor senador del Partido Nacional”.

Pero, ante todo, debemos insistir, para que quede muy claro: este tipo de actores funcionan canibalísticamente en las redes sociales del mismo modo que el payaso-monstruo creado por el maestro del terror, el escritor Stephen King: existen en la medida en que se crea en ellos. Una vez reconocido esto, basta no mirarlos, no darles existencia, para que se desintegren en la más absoluta nada.

Nicolás Mederos es profesor de filosofía, escritor y comunicador. Fabricio Vomero es licenciado en Psicología, magíster y doctor en Antropología.

Referencias

  • Barrán, José Pedro. (2007). El pensamiento conservador laico y sus prácticas. Uruguay 1900-1933. Estudios Sociales 33. Segundo semestre 2007. Udelar. Montevideo.
  • Caetano, Gerardo. (2021). El liberalismo conservador. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.
  • Moraes, María Inés. (2022). La fragua del ruralismo conservador. En: Historia de los conservadores y las derechas en Uruguay. De la contrarrevolución a la Segunda Guerra Mundial, Broquetas, M., Caetano, G. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.
  • Reali, María Laura. (2022). El surgimiento del herrerismo. En: Historia de los conservadores y las derechas en Uruguay. De la contrarrevolución a la Segunda Guerra Mundial. Broquetas, M., Caetano, G. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.