Ya se ha escrito bastante sobre el efecto Milei, pero no lo suficiente porque la dimensión del impacto que provoca tiene rasgos de cambio de época. La velocidad en la violencia del cambio recuerda las formas logarítmicas, lineales y exponenciales de la matemática. La primera es lenta, la segunda es constante y la tercera, justamente, es exponencial.

El crecimiento logarítmico

Si vemos el nacimiento de las revoluciones liberales en Occidente, podemos observar que la génesis de estas, en lo que respecta a la difusión de las ideas republicanas, nace en el seno de pequeños talleres e imprentas. Durante la Edad Media el acceso a libros era limitado y su reproducción era mediante los copiadores a mano en los monasterios. Ya en el iluminismo, el proceso de transmisión de una idea va desde el pensador que elaboraba su idea, su impresión en un taller, la distribución de la publicación y, por último, su recepción. Este proceso, en comparación a lo que ocurría previamente, imprimía una velocidad casi vertiginosa.

Si lo vemos con más detenimiento, esto implicaba ciertas barreras de entrada que tenían un costo en cuanto a la impresión, distribución, cadena logística y a un receptor que tuviera la escolarización suficiente para decodificar el mensaje. Aun así, se difundieron las ideas del iluminismo y el statu quo demoró en comprender lo que subyacía en lo profundo del movimiento histórico. Cuando lo quiso controlar, fue demasiado tarde.

El crecimiento lineal

En el segundo momento histórico surge la radio, un medio que comunica mediante la oralidad, que no necesita altos niveles de alfabetización en el receptor. Desde un estudio de radio el emisor transmite mediante su voz, la que se convierte en impulsos eléctricos que se transforman en ondas de radio emitidas por antenas, recibidas por receptores de radio que convierten dicha onda en sonido. La radio cambió el juego porque redujo costos, se amplió la población receptora y se acortaron los tiempos de transmisión. El político que entendió y utilizó la radio de una forma que nunca se había visto fue el coronel Perón.

Juan Perón fue agregado militar en Italia durante el fascismo de Benito Mussolini y vio de primera mano el manejo y uso que hizo el fascismo de la radiofonía y el poder impresionante que se podía generar desde esta. Años después, de vuelta en Argentina, Perón se granjeó el apoyo del sindicalismo otorgando beneficios sociales desde el Departamento Nacional del Trabajo, y con su popularidad en auge representó una amenaza para la Junta Militar que gobernaba en ese momento. Para lidiar con él, la junta lo arrestó, pero él antes (consciente de lo que solicitaba) pidió emitir por radio un mensaje de despedida a los trabajadores. La junta, desconociendo la implicancia de lo que Perón pedía, se lo concedió. El mensaje emitido resonó tanto que miles de obreros fueron desde la periferia de Buenos Aires a la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, movilizados por un mensaje emitido por radio. La presión de la masa logró nada menos que la liberación del coronel Perón y un llamado a elecciones. El resto es historia.

El salto exponencial

Hoy el desarrollo económico y tecnológico ha permitido que en nuestro bolsillo tengamos computadores capaces de procesos complejos y conectados al mundo de forma permanente. Muchas de las funciones básicas que tomaban horas se resuelven en minutos: desde hacer las compras diarias hasta jugar al póquer con alguien que está en otro país.

De esta manera, Milei, hijo de internet, fue cabalgando el algoritmo hasta ser omnipresente en todas las pantallas de celular, en todo momento.

En este nuevo salto tenemos que el ratio inicial de contacto entre la creación del contenido y la recepción es cero. Con la fibra óptica, que es un cable transparente que transmite información con pulsos lumínicos mediante un láser, la transmisión se da a la velocidad de la luz. Este es el sustento en el cual las redes sociales se desarrollan. Las redes permiten que cualquier persona con un teléfono pueda saltar a la luz pública y que se desarrolle todo un universo en torno a algo viral que ocurra. Las redes sociales apalancadas por la inteligencia artificial estudian uno a uno a sus usuarios, mostrando contenido atractivo para que permanezcan más tiempo en la red. No importa qué tan instruido es uno, la red muestra el contenido ideal según el usuario. Si es atractivo para uno, que tiene características similares a otro, seguramente se lo recomiende a ambos y al universo entero de usuarios similares. De esta manera, Milei, hijo de internet, fue cabalgando el algoritmo hasta ser omnipresente en todas las pantallas de celular, en todo momento.

Milei es hijo de internet, es un producto endógeno de la cultura de internet, como Perón en su momento con la radio (su esposa, Eva, era actriz de radioteatros). No sale ni de la prensa, ni de la radio, ni de la televisión, es 100% producto de internet, donde se expresan libremente las nuevas ideologías, hijas de internet, que van más allá de las consideradas clásicas, propias de los siglos XIX y XX. Reflejo de ello es que se lo ha visto como otaku (persona aficionada al anime o al manga), apoyado por varios influencers y promoviendo posturas abiertamente aceleracionistas.1

La historia de amor entre Milei y la gente nace durante la crisis del gobierno de Mauricio Macri en 2018, cuando desde Twitter (ahora X) se hizo conocido por su particular estilo, generando un polo de jóvenes seguidores de ideas libertarias influidos –en parte– por movimientos similares a los que en Estados Unidos acompañaron a Donald Trump. El excéntrico economista pasó de ser una expresión marginal a catapultarse mediante Twitter spaces, emisiones en medios masivos y alternativos durante la pandemia, en parte por las sucesivas cuarentenas impuestas por el gobierno; incluso llegó a lanzar un cortometraje, que está disponible en Youtube. La desesperanza de no tener perspectivas de cara al futuro de parte de los argentinos hizo que un mensaje disruptivo llegara gracias a un interlocutor particular. Un economista que atajó en Chacarita, hincha de Boca, practicante del sexo tántrico, amante del rock, con un peinado particular y un gusto por las mujeres exuberantes, todo lo cual hizo que cayera simpático (Menem vibes) en el pueblo argentino.

En su primera campaña entendió dónde estaba el público; su objetivo fue Instagram y TikTok, donde los perfiles son personas menos instruidas que en su red de origen (X), pero con un público mayor. Donde muchos desempleados devenidos emprendedores a la fuerza se enfrentaron a los problemas de mantener un negocio, donde los nuevos pobres no vieron soluciones en la política tradicional, Milei aparecía en sus teléfonos desde el almuerzo hasta en el baño. En sus apariciones en los medios tradicionales, sus seguidores retransmitieron en paralelo en Youtube o Twitch, y lograron muchas más vistas que puntos de rating en la televisión.

El caso de Milei es la conjunción de una crisis económica que lleva ocho años y una crisis de seguridad en los centros urbanos argentinos con las nuevas formas de comunicación. ¿El resultado? La tormenta perfecta. El sacudón del statu quo por parte de un nacido en la twittercracia rompe el equilibrio existente en ambos lados de la sociedad argentina, inaugurando una tercera vía. Porque si vemos hoy la famosa grieta fomentada por los medios tradicionales, parece no existir más. Hoy el partido es todos contra Milei.

El candidato oficialista, Sergio Massa, declaró hace poco: “Acá hay proyecto, no sólo son frases bonitas para TikTok”. Ese, quizá, sea su error fatal. Porque hay que tener proyecto, pero también hay que saber comunicarlo. Más allá de cómo se resuelva esta historia, Milei produjo un cambio que va a ser difícil que se pueda revertir, son los síntomas de un cambio de época.

El año que viene tenemos elecciones en Uruguay. ¿Qué tipo de campaña veremos? ¿Habrá algún candidato que surja desde los nuevos medios, como Milei o Trump? ¿Quién será el nuevo Benito Nardone?

Marcelo Núñez es analista en Comunicación.


  1. Se trata de posturas, tanto de izquierda como de derecha, que promueven la intensificación del capitalismo para empujarlo más allá de sus límites y generar caos y cambio social.