Las mujeres han sido sometidas al arbitrio de los hombres a lo largo de toda la historia humana. Con o sin su consentimiento, siempre fueron “el segundo sexo”. La política, la guerra, la religión y el mercado han sido desde siempre cosa de hombres. La simbiosis entre androcentrismo y proceso civilizatorio es una evidencia incontrovertible. En casi todo tiempo y lugar, masculino ha sido definido como sinónimo de superior, racional, fuerte, dominante, y femenino como inferior, sentimental, débil, sometido.

Tampoco hubo época ni sociedad sin mujeres valerosas que se rebelaron. Muchas de ellas prefirieron el escarnio público y aun la muerte antes que vivir sometidas. Augusto, primer emperador romano, había hecho aprobar en el año 18 a.C. una ley que condenaba las relaciones sexuales de las mujeres fuera del matrimonio; era aplicable a casadas, solteras y viudas, y excluía a prostitutas y concubinas. El juicio debía ser público y los castigos muy severos. Se trataba de una reacción conservadora a la promiscuidad femenina en las clases pudientes de la ostentosa Roma (la masculina, proverbial y masiva, era incuestionable). En claro acto de desobediencia civil, numerosas mujeres patricias empezaron a declarar que ejercían la prostitución. Con su osadía lograron que la lex Iulia de adulteriis se aplicara poco y nada para finalmente caer en desuso.

A lo largo del siglo pasado, las mujeres occidentales tiraron abajo obstáculos socioculturales milenarios que las sojuzgaban: accedieron a la ciudadanía política y al mercado de trabajo, redujeron drásticamente la brecha histórica de la desigualdad respecto de los hombres, desanclaron el placer sexual del mandato de procreación y conquistaron el derecho al aborto en los países capitalistas centrales. Ya hace más de 20 años que la ONU prescribe la adopción de un “enfoque de género” que condene la desigualdad socioeconómica y la discriminación por razones de sexo o género.1

A pesar de tales logros –absolutamente extraordinarios, vistos a la luz de la historia– estamos muy lejos aún de una genuina igualdad de derechos; persiste en el mundo entero la preeminencia masculina en los ámbitos de poder, el sexismo y la violencia machista jamás dieron tregua.

César Augusto puede descansar en paz: su semilla germinó. Tiene curso en nuestros días una nueva reacción a la insumisión femenina y al cuestionamiento de la tradicional concepción binaria de los géneros. Sus adalides –no todos hombres– denuestan contra la incorporación de la noción de diversidad sexual en textos escolares, ridiculizan el lenguaje inclusivo y se declaran víctimas del “feminazismo”.2 Estos críticos parecen vivir en otro mundo donde la equidad de género ya es un hecho pero a “ellas” no les basta y quieren todo el poder, y por tanto hay que frenarlas. Su reacción indignada encuentra un firme respaldo en la atávica moralina patriarcal que exuda el Vaticano.3

Un sutil quid pro quo favoreció la embestida: la sustitución del término “enfoque de género” por “ideología de género”.4 Esta última formulación, acuñada por la Santa Sede,5 induce a pensar que los reclamos de equidad de género y reconocimiento de la diversidad sexual no responden a un “enfoque” –tal como expresa la ONU– sino a una “ideología”.6 Y quien dice ideología sugiere adoctrinamiento, dogmatismo, fundamentalismo, intolerancia. Un pasito más y la aversión a los dogmáticos que quieren adoctrinar a nuestros niños estará justificada.⁷ La meta: restaurar el orden patriarcal caro a todas las grandes religiones y a todas las viejas culturas.

La actual contraofensiva conservadora constituye una seria amenaza a importantes logros democratizantes. La más amplia libertad sexual y de género nos humaniza, la heteronormatividad patriarcal nos embrutece.

Razonemos “por el absurdo”: ¿Y si los problemas de la humanidad sólo tuvieran chances de resolverse con las mujeres al frente? Los hombres ya tuvimos nuestra oportunidad, y lo que hicimos con ella en los últimos 10.000 años está a la vista. La historia puede contarse como un reguero ininterrumpido de sangre derramada por machos violentos y ávidos de poder, de muerte y de gloria. Las campañas de conquista, tierra arrasada, violaciones masivas y genocidios han sido indefectiblemente obra masculina.

La humanidad toda se ha autopropulsado al borde de la catástrofe civilizatoria y la amenaza de extinción ya no es una mera distopía. Los timoneles de ese viaje al abismo han sido y son hombres. Perdido por perdido, bien podrían relevarnos las mujeres en los puestos de mando. Y digo “las mujeres”, no alguna que otra arrostrada que debió masculinizarse para lograrlo: Juana de Arco, Margaret Tatcher, Golda Meir, Angela Merkel...

¿Es una utopía inalcanzable? Tal vez. Pero el “realismo” del mercado, de la política y de la guerra sólo han traído miseria, padecimientos, masacres, espirales ascendentes de violencia y caos, devastación del ecosistema terrestre. Seamos realistas en serio: pidamos lo imposible.

Vista al filo de la historia, la impactante reducción de la brecha de género operada en el siglo XX es muy reciente. El sedimento inercial de la tradición y de las culturas ancestrales –todas ellas androcéntricas– oficia de poderoso contrapeso. La actual contraofensiva conservadora constituye una seria amenaza a importantes logros democratizantes. La más amplia libertad sexual y de género nos humaniza, la heteronormatividad patriarcal nos embrutece.

François Graña es doctor en Ciencias Sociales.


  1. http://www.un.org/womenwatch/osagi/conceptsandefinitions.htm 

  2. No faltan mujeres maledicentes contra la equidad de género y la diversidad sexual: por caso, las intervenciones públicas de la senadora Graciela Bianchi y de la escritora Mercedes Vigil, así como Marta Varela Gallinal en su libro El verdugo de la infancia. La ideología de género (2022). 

  3. “El Papa Benedicto XVI, de una manera clara y sintética, nos ha recordado que el ser humano con el ateísmo pretendió negar la existencia de Dios; con el materialismo, las exigencias de la libertad; y con la ideología de género, las de su propio cuerpo”. https://www.celam.org/cebitepal/detalle_d.php?id=76. Otros cristianos más radicales secretan paranoia, odio al diferente y victimismo desembozados: https://otroscruces.org/cristianismo-e-ideologia-de-genero/ 

  4. “Al denominarla ideología se hace referencia al carácter dogmático que se presupone respecto a las ideas de igualdad, empoderamiento y respeto de la vivencia personal de la identidad y la sexualidad” https://campusgenero.inmujeres.gob.mx/glosario/terminos/ideologia-de-genero 

  5. Inés Acosta: “Género en disputa”. Brecha, 8 de marzo de 2019. 

  6. Diana Maffía: “La ideología de género”. Brecha, 8 de marzo de 2019.