Valentina tenía 17 años y la mató su exnovio de la misma edad, otro hijo sano del patriarcado, otro varón violento. La muerte de una mujer joven en manos de otro varón. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo nos van a seguir matando?
La violencia machista no tiene límite de edad, los femicidas pueden estar a la vuelta de la esquina, en tu liceo, en tu lugar de laburo, en tu familia, y por supuesto que puede ser tu pareja, tu novio, tu saliente, ese que te jura amor eterno y al mismo tiempo te re caga a palos, te denigra con palabras cargadas de odio, alimentando tu miedo e inseguridad, volviéndote tan pequeña que ni vos misma te podés reconocer, acosándote día y noche hasta que pierdas tu estabilidad.
Eso le pasó a Valentina. Muchos sabían que eso pasaba, algunos le llamaban una relación tóxica. Otros habrán pensado que era cosa de gurises. Lo que no dimensionaron es que iba a acabar enterrada en la arena de una de las playas más concurridas de nuestra costa oceánica. En la playa Brava de Punta del Este.
Le prometieron una charla a la orilla del mar, una tarde sospechosamente cálida, y terminó enterrada en la arena, muerta. Su vida se limitó a la voluntad de un “varoncito de 17 años”, que supo anteponer su necesidad de control, argumentando bajo la idea de pertenencia, “si no es conmigo, no es con nadie”, creyéndose dueño de Valentina, de su vida y actuando a consecuencia. ¿Qué pasa con nuestras adolescencias? ¿Cómo es posible que la rueda de la violencia machista siga girando y sume generaciones cada vez más jóvenes?
¿Qué pasa con esas masculinidades tan jóvenes y proporcionalmente hegemónicas y violentas? ¿Por qué motivo persisten con fuerza y cada vez están más presentes? ¿Qué reflexión nos deja esto como sociedad?
¿Qué pasa con nuestras adolescencias? ¿Cómo es posible que la rueda de la violencia machista siga girando y sume generaciones cada vez más jóvenes?
Como adultos que debemos promover el cuidado y protección de nuestros niños, niñas y adolescentes, que debemos encargarnos de generar conciencia respecto a temas tan importantes como es la violencia basada en género para que estas conductas no continúen reproduciéndose en nuestra sociedad, ¿a qué cambio cultural apelamos? ¿Cuál es el límite? El límite es finísimo y peligroso, nos continuamos sintiendo inseguras y vulnerables no sólo nosotras, las mujeres adultas. Ahora siento miedo por mi hija, por nuestras gurisas, porque las siguen desapareciendo y también las matan. Nos violan en manada, nos matan, nos violan en un patrullero, abusan de nuestros cuerpos, dañan nuestras infancias, dañan nuestra psiquis generando secuelas irreversibles. ¿Cuándo vamos a empezar a hablar en serio de toda esta deuda ancestral que tienen con nosotras?
Por Valentina, por su familia, por el dolor que nunca podrán quitarles a su madre y a su padre de sus corazones, por sus amigues, por sus compañeres de clase. ¿Quién va a reparar todo el “daño colateral”?
El exnovio de Valentina tenía una orden de restricción de acercamiento, tenía denuncias. Tanto Valentina como el femicida son menores de edad. ¿Cómo nos debe interpelar este “detalle?” Hay un sistema de protección que falló, la Justicia falló, la Policía falló, el centro educativo falló, las políticas públicas que apuntan a la protección y promoción de derechos de las infancias y adolescencias también fallaron. Acá hay varios responsables, pero ineludiblemente el Estado sigue estando ausente.
El patriarcado persiste y resiste más de lo que esperamos, más de lo que imaginamos, más de lo que deseamos. Es momento de hacernos cargo.
Ximena Giani pertenece al Círculo Feminista de Casa Grande, Frente Amplio.