La democracia republicana es imprescindible. Concilia la ética con la ley, el derecho propio con el deber colectivo, la educación con el desarrollo y la no utilización de la pobreza con fines políticos, entre otras tantas acciones y principios. No sabemos si lo podemos hacer, pero es imprescindible.

Desde la reapertura democrática en 1985 a la fecha, gobiernos diferentes, en ideología y en la ética de la responsabilidad, caracterizaron las formas de gobernar Uruguay; también las agendas jerarquizadas que legitiman el contrato y compromiso social con la ciudadanía toda.

La educación, la seguridad ciudadana, la seguridad social, la integración al mundo, el sistema de salud, las políticas agropecuarias, estabilidad y oportunidades legítimas de trabajo, la igualdad de derechos y oportunidades, entre otros, se han evidenciado imprescindibles para todos los gobiernos. Muchos de ellos, logros imposibles y negación sistemática para asumir el fracaso.

En tiempos electorales, la voracidad de acceder al poder y/o permanecer en él, sin evaluar alturas, virtudes y capacidades, se visibiliza de manera descarnada, además de naturalizar violencias que desacreditan a todo el sistema político y debilitan la credibilidad de la política como herramienta imprescindible para transformar la realidad de la gente y al conjunto de la sociedad.

Hay quienes hoy priorizan el permanecer y transcurrir frente a la decisión de honrar el oficio que desarrollan y la vida misma. El fomento del respeto y el genuino reconocimiento del valor que cada individuo tiene contribuye a consolidar mayor humanismo y productividad en los vínculos, en los insumos y en los logros colectivos, tan importante para la política partidaria y tan cuestionada –su falta– por toda la ciudadanía.

Cuando hacemos referencia al carácter republicano de nuestra democracia, evidenciamos la amplitud en la participación e involucramiento de la ciudadanía en su fortalecimiento. Sin embargo, en la actualidad la política partidaria parece prescindir de la militancia de los militantes y de la dirigencia de los dirigentes; la campaña electoral se potencia en lo mediático, se la intenta legitimar con personas mediáticas y se banaliza al mismo tiempo la importancia de los partidos políticos, sus estructuras y sus propias agendas que le dan identidad ideológica, contenido y la profundidad necesaria en el debate, entre otras.

En la actualidad, la política partidaria parece prescindir de la militancia de los militantes y de la dirigencia de los dirigentes; la campaña electoral se potencia en lo mediático.

El rol del Estado; la eficiencia y solidaridad de un sector privado dinámico; la generación de riquezas, de recursos y tecnología; la calidad y cantidad de servicios y la consolidación de derechos y libertades, ya sean individuales como colectivas, son pilares imprescindibles de la democracia. Son parte del contenido que los partidos políticos, a través de sus referentes partidarios, deben jerarquizar en el diálogo, validando el verdadero compromiso político y social en cercanía con la gente.

La fortaleza de un proyecto político se mide por su dignidad intrínseca y por el hecho de descubrir que fuera de ese ideal no tenemos interés en transitar, que la vida no puede ser solamente duración, porque no hemos nacido para durar; la consigna es desplegar proyectos de mayor dignidad y, si fracasamos, hay que volver a empezar.

No podemos decir que nos llevará toda la vida, porque construirnos como personas nos lleva toda la vida y nadie puede dar por culminada esa tarea. Es imprescindible, entonces, que no claudiquemos de un ideal de convivencia que está sustentado en la ley y la libertad.

Uruguay siempre fue un país donde la vocación democrática, la voluntad reformista, la jerarquización del Estado fueron principios fundamentales que garantizaron la calidad democrática. La libertad, democracia y justicia social es el conjunto indivisible y fundamental de nuestro sistema de valores.

Partidos modernos que garanticen una sociedad más justa y dignifiquen el trabajo político en función de convicciones y no de resultados electorales. Partidos modernos en los que mujeres y hombres participen en los espacios de decisión, con igualdad de oportunidades, siendo expresión legítima de la sociedad actual y de los valores que la atraviesan.

Acciones imprescindibles, miradas imprescindibles, humanismo imprescindible, creer que lo imposible es imprescindible habla de la calidad democrática que necesitamos alcanzar aún, un impostergable desafío que nos compromete y obliga con el país y su gente.

La libertad, la democracia y la justicia social siguen siendo imprescindibles para transformar el Uruguay.

Andrea Maddalena fue prosecretaria nacional de Políticas de Género del Partido Colorado (2010-2021), directora de Descentralización de Inmujeres (Mides, 2021-2023) y es referente de la Red de Mujeres Políticas del Uruguay (1992-2024).