Menos mal que la sensatez de exponer las ideas con sobriedad pudo más que el odio. Menos mal que la prudencia por no incurrir en la promesa fácil pudo más que el insulto. Menos mal que el esfuerzo programático pudo más que la campaña sucia. Tenemos entonces un país que se reparte entre una izquierda consolidada y madura y una derecha que aprenderá quizá a plantear la lucha por el poder de un modo diferente al ejercido hasta ahora.
¿Qué ha triunfado? ¿El pragmatismo acomodaticio? ¿Una ideología? ¿O una teoría política? Tenemos cinco años, ni más ni menos, para responder, sin apuro, pero sin distraerse. Queremos creer que la historia evoluciona, a la velocidad del pueblo, hacia un desarrollo sin excluidos, hacia un bienestar sostenible, en dirección a un horizonte de esperanzas. Pero no podemos equivocarnos, no podemos permitirnos la más mínima de las metidas de pata, y menos que menos podemos conformarnos con no agitar las olas en el agua estancada del statu quo.
Hay modos de prevalecer en un país que nos merecemos. No habitamos un mundo confortable y de atmósferas alentadoras. Hay un viejo mundo que comienza a perecer, y sus hedores ya se vuelven insoportables. Pero el amanecer de lo nuevo no aparece aún con suficiente claridad. Ojalá nos quede algo de yerba mate para discurrir con sensatez, a orillas del Plata, con paciencia, pero sin desmayos ni postergaciones inútiles.
Que el letrista no se olvide
Hemos propuesto un elenco de escribientes de la historia: el poder no es más que una lapicera para disponer, proponer y firmar. Compañeros gobernantes: son ustedes los letristas que escriben las glosas que comentará el ácido crítico del carnaval del pueblo. A no olvidarse, en estas horas de triunfo, de los que comenzaron la marcha allá por el tiempo en que todo era derrota y espera. A no olvidarse de Liber Seregni, de Zelmar Michelini, de Rodney Arismendi, de José Pedro Cardoso y de tantos otros, que sólo vieron los cimientos de la fuerza política.
Tenemos entonces un país que se reparte entre una izquierda consolidada y madura y una derecha que aprenderá quizá a plantear la lucha por el poder de un modo diferente al ejercido hasta ahora.
Tampoco hay que olvidarse, en la embriaguez de la victoria, de aquellos que dejaron su vida y hasta su propia muerte. Cada militante de la fuerza política carga en su mochila la memoria y la demanda histórica de reparación de la suerte de cada desaparecido. No se olviden, compañeros, que la marcha más multitudinaria es la marcha del silencio y la memoria. Respetemos nuestras muertes, la de nuestros compañeros y las propias.
Pero por sobre todas las cosas, no podemos olvidarnos nunca de los de abajo, los siempre postergados, los que quedan atrás de un derrame que nunca es suficiente. Todo bien con el grado inversor, el equilibrio fiscal, el control de la inflación, la honra de la deuda externa… No se nos olvide la deuda interna, la desigualdad infamante, el déficit de horizontes para la infancia y la juventud. No se nos olvide la inversión privada, sí, pero también la pública, la social, la impostergable. Que el letrista no se olvide que con cada voto le hemos otorgado un cheque de esperanza.
Te estaremos observando
El poder es un instrumento delicado: por cierto que tiene filo. Si bien hubo en este período que al fin termina un filo agudo para recortar la pública felicidad en beneficio de unos pocos afortunados de siempre, deberá haber un filo para recortar adiposidades de recursos para aprovecharlas en educación, vivienda, cuidados y salud populares. El poder es un instrumento delicado que es mejor distribuirlo no ya en una reducida élite de tecnócratas, sino a lo largo, ancho y profundo del tejido social. Es ya hora de cultivar un cuidadoso ejercicio de la escritura política: te estaremos observando por encima del hombro, compañero.
Néstor Casanova es arquitecto.