El próximo gobierno, encabezado por Yamandú Orsi y Carolina Cosse, deberá paliar los déficits acumulados en estos cinco años de gobierno de las derechas y retomar los impulsos postergados del ciclo progresista, en todos los aspectos de la vida nacional.

En tal sentido, es bueno repasar ahora alguna de las iniciativas en materia de salud manejadas en el programa del FA y desarrolladas en el Plan País.

La salud es un derecho humano; todos los seres humanos, más allá de su condición, por el hecho de serlo, deben acceder a ella y es la obligación de la sociedad, a través del Estado democrático, hacerlo posible. Eso implica tender a la gratuidad y universalidad de las prestaciones, y esto a su vez con una visión comunitaria, en varias direcciones.

En el campo de la salud, y sobre todo de la salud mental, se ve claramente que el ser humano es el conjunto de sus relaciones sociales: la salud es biopsicosocial. El acceso a la educación, vivienda, alimentación, la ausencia de inseguridades y tensiones hacen posible la salud. Y a su vez, en estas políticas, como en las demás políticas sociales, pensamos que la participación en su diseño y aplicación facilita su ejercicio.

El Sistema Nacional Integrado de Salud fue un gran logro de los gobiernos frenteamplistas que no ha podido ser anulado por este gobierno de derecha. De lo que se trata ahora es de que funcione y de mejorar su equidad y eficacia. Para esto es necesario:

a) Corregir las inequidades en el gasto en ambos subsistemas, el público y el privado.

b) Adecuar las cápitas, o sea, lo que se recibe por cada usuario, no sólo por edad y género, sino además por riesgo. Vale decir, que sean mayores si hay enfermedades previas.

c) Disminuir los copagos en prestaciones como psicoterapia o exámenes complementarios.

d) Ante la dificultad de acceder a especialistas, constituir 18 policlínicas móviles para llevar las especialidades a todo el país.

e) Un gran shock tecnológico para, a través de la telemedicina, desarrollar lo anterior.

f) Facilitar el acceso a los medicamentos, mejorar su gestión y distribución.

g) Telemedicina para asistencia a adultos mayores y discapacitados.

h) Un gran esfuerzo en prevención y atención primaria de salud.

Los temas de la seguridad, el consumo de drogas y la salud mental están relacionados. La inseguridad tiene su raíz en que somos una sociedad violenta, desigual y con fracturas en su integración.

La violencia se expresa en la difusión de la violencia de género, el aumento de los homicidios o en hechos que ahora se dan cotidianamente, como la agresión hacia las maestras en las escuelas: todos son índices de un malestar y frustración en nuestra sociedad, a veces reprimido o latente, que se descarga a través de estos actos.

Las fracturas atacan al país integrado que fuimos alguna vez. Esto se expresa a través de múltiples conductas, por ejemplo, ir o no ir a determinadas zonas de la ciudad en función de la clase social.

El Sistema Nacional Integrado de Salud fue un gran logro de los gobiernos frenteamplistas que no ha podido ser anulado por este gobierno de derecha. De lo que se trata ahora es de que funcione y de mejorar su equidad y eficacia.

Vivimos en una sociedad desigual, en la que un tercio tiene ingresos menores a 25.000 pesos junto a un 27% de desocupación juvenil. La falta de horizontes o futuros posibles coexiste junto a la desigualdad ostentosa, la exaltación de un consumo inalcanzable, el vacío interior, la pérdida de los sentidos en la vida y la sustitución de los ideales del trabajo, la solidaridad y la familia por el individualismo exacerbado. En ese contexto, la afirmación del yo herido se produce a través de la violencia, los vacíos se intentan llenar por las adicciones y el consumo inalcanzable a través del delito.

El narcotráfico opera y alimenta estas realidades. La sociedad violenta, desigual y fracturada alimenta el delito y la patología mental y el consumo abusivo de sustancias, lo que no implica que confundamos cada una de estas realidades.

Es notorio el aumento de la patología mental: crecimiento del suicidio sobre todo adolescente, depresión, trastornos graves de la personalidad, adicciones de diversos tipos, psicopatías.

La patología mental tiene causas complejas biopsicosociales que no se pueden reducir a una sola de estas tres dimensiones. Lo psíquico en realidad es microsocial.

Somos nuestras relaciones sociales, para bien o para mal: los vínculos tempranos, la presencia o ausencia de las figuras parentales, el apego o el desapego, el abuso o el afecto recibido, todo eso actuando de manera consciente o inconsciente. Y por supuesto condicionado por la dimensión macrosocial; en un clima de inseguridad, privaciones o desocupación, las funciones parentales se ven afectadas.

Pero, además, lo macrosocial opera a través de los modelos de construcción del yo, en torno a los cuales se presentan los valores con los que nos identificamos para constituir nuestro yo.

En el extremo, los valores del individualismo posesivo, de la competencia y de la lucha por triunfar sobre los demás dejan un vacío de sentidos para la vida humana, y esto conduce a la patología: los trastornos de la personalidad, la psicopatía o el llenar los vacíos por las adicciones.

Construir sociedad, comunidad, una sociedad integrada e igualitaria es también construir salud mental, lo que no quiere decir caer en el reduccionismo de que estas dinámicas se corrigen mecánicamente. Se trata de construir una sociedad mejor, una plataforma para avanzar en el tratamiento de todas estas realidades.

Algunas propuestas

En materia de drogas, se podrían unificar los servicios en diagnóstico y tratamiento de la Junta Nacional de Drogas, el Ministerio de Desarrollo Social y ASSE en una red de centros, así como habilitar una plataforma digital que funcione las 24 horas para prevención, información y acceso a recursos.

En cuanto a la salud mental, es necesario declarar la emergencia nacional, constituir un Comité de Emergencia con participación de la academia y de la sociedad, habilitar múltiples espacios de escucha y atención las 24 horas para jóvenes de 15 a 29 años, con psiquiatra, psicólogo y trabajadores sociales. También implementar una línea de atención por Whatsapp para escucha y coordinación de psicoterapia, constituir centros comunitarios de promoción de la salud mental, con coordinación público privada, y un equipo multidisciplinario para promover propuestas artísticas, deportivas, culturales y de inserción laboral, así como establecer 40 equipos de atención primaria para tratamiento ambulatorio de patología mental y violencia de género.

Para la Policía, un sector vulnerable, con alto porcentaje de suicidios, se requiere incluir el tema en la formación de los cuadros policiales, un centro de atención psicológica las 24 horas y equipos especializados en seguimiento y evaluación, con índices de alerta ante el riesgo suicida.

Se necesitan recursos para poder hacer realidad las disposiciones de la ley de salud mental, especialmente la desmanicomialización.

Todo esto implica desarrollar una política de salud en consonancia con los acentos propositivos de Yamandú y Carolina: luchar contra las desigualdades, construir sociedad, promover la participación popular y hacer posible la vida digna para todos y todas.

Manuel Laguarda es psiquiatra y psicoterapeuta psicoanalítico. Integra el Comité Ejecutivo del Partido Socialista.