La caracterización de la etapa que vive el mundo abarca situaciones similares a las que han ocurrido a través de la historia en las que se produjeron cambios o reordenamientos hegemónicos.

Al declive de la hegemonía estadounidense y a la emergencia de la superpotencia China se les suman otros países que ostentan distintas capacidades y que participan activamente de foros o bloques, iniciativas y acuerdos regionales que crean nuevas fuerzas que diversifican el “poder” mundial.

Se producen o se agravan conflictos y confrontaciones que en ocasiones provocan tragedias humanitarias y ambientales.

La guerra en Ucrania, además del brutal costo en muertos, heridos y destrucción de infraestructuras, ha puesto en cuestión la continuidad de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, lo que se suma a la expectativa de la asunción de Donald Trump como presidente de Estados Unidos en enero.

La reconfiguración de Medio Oriente en pleno curso convive con la masacre en la Franja de Gaza y las muertes en Líbano, y ahora con la incertidumbre de los acontecimientos en Siria.

En este panorama, en la economía global se producen potentes procesos de neoproteccionismos de gran repercusión sobre las formas de actuar de los protagonistas.

La búsqueda de sustituir el dólar como moneda de intercambio comercial sigue su curso impulsada por los BRICS (referencia conjunta a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). En simultáneo se procesan creaciones de instituciones financieras que compiten con las instituciones de la posguerra junto con la creación de la ONU.

En ese escenario, nuestro continente, bajo el liderazgo de Brasil, intenta tener una voz y buscar superar la irrelevancia que hasta ahora lamentablemente ha padecido.

Este contexto ofrece dificultades, incertidumbres y oportunidades para nuestro país. Una política exterior de Estado que busque afirmarse en el Mercosur con una clara autonomía estratégica debe aprovechar las oportunidades y minimizar las dificultades. La clave estará en una inteligencia que deberemos desarrollar al máximo que nos permita actuar con la precisión necesaria para descubrir toda oportunidad en inversiones, inserción en cadenas de valor y complementación productiva, acceso a nuevos mercados y mejoras en las condiciones de acceso. Ello implica una estrecha coordinación y el fortalecimiento de todas las instituciones públicas y privadas que actúen en la máxima sintonía utilizando todas las capacidades de la cancillería y las representaciones del país en la región y en el mundo.

Las nuevas realidades geopolíticas han hecho posible abrigar expectativas de una aprobación final del acuerdo Mercosur-Unión Europea. Los posibles acuerdos con China dependen de cómo logremos fortalecer al Mercosur, mercado regional de sumo interés para el gigante de Asia. La multipolaridad y el proteccionismo generan complicaciones, pero también opciones que debemos saber aprovechar.

En simultáneo, debemos encontrar caminos para contribuir a los objetivos de la paz, el desarme nuclear, la defensa del ambiente, la recuperación de la vigencia del derecho internacional y la defensa de los principios tradicionales que la mejor tradición nacional ha distinguido a nuestro país en el mundo, destacando la promoción y la defensa de los derechos humanos en los escenarios multilaterales.

Carlos Pita fue embajador de Uruguay en Chile, España y Estados Unidos.