Desde el siglo XV hasta mediados del siglo XX, América del Sur fue una región de recepción de poblaciones extrarregionales, primero de origen tanto europeo como africano y luego, tras la prohibición de la esclavitud, en su mayoría europeos. Entre 1800 y 1957, Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela recibieron 16,3 millones de migrantes, 6,6 millones de los cuales eran africanos que llegaron antes de la abolición de la esclavitud. Además de estos flujos, la migración de China y Japón a Brasil y Perú a principios del siglo XX fomentó el desarrollo agrícola e industrial de la región al mismo tiempo que desencadenó vínculos transnacionales e intergeneracionales que persisten hoy. Finalmente, desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, cristianos árabes de Líbano, Palestina y Siria llegaron a Argentina, Brasil, Chile y México, siguiendo un patrón típico de migración en cadena. Aunque fueron flujos muy bajos, ayudaron a contribuir en gran medida al comercio regional.
En este contexto, América del Sur aparece como un destino atractivo para los migrantes intrarregionales y extrarregionales, puesto que cuenta con legislaciones que se enfocan en la protección de los derechos humanos, los migrantes y los refugiados. La migración en la región ya no se caracteriza por ser sólo de venezolanos que huyen de su país, sino también de haitianos, cubanos, dominicanos y, más recientemente, migrantes africanos y asiáticos.
La migración internacional es definida por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) como aquel movimiento de personas fuera de su lugar de residencia habitual y a través de una frontera internacional hacia un país del que no son nacionales. A su vez, el término migrante refiere a todas las personas que por diversas causas se trasladan fuera de su lugar de residencia habitual, de manera temporal o permanente, e incluye a los trabajadores migrantes, migrantes objetos de tráfico, migrantes en situación de irregularidad, como también los estudiantes internacionales. De manera similar, la migración internacional aparece como una de las principales preocupaciones que existen en el sistema internacional dado que posee importantes efectos sociales, económicos y políticos que repercuten de forma directa en el actuar de los estados.
Por otro lado, es importante tener presente que el 3% de la población mundial corresponde a migrantes internacionales, siendo en cifras 244 millones de personas (Naciones Unidas, 2016). Esta cifra muestra cómo la migración internacional es una forma de movilidad de la población a través de las fronteras estatales. Los estados cumplen un rol clave en determinar si están a favor de la migración y establecen normas de libre circulación, o si consideran que esta es problemática para el desarrollo interno de la nación, lo que genera el cierre de sus fronteras.
En lo que respecta al régimen jurídico migratorio, se puede apreciar que existen varias convenciones que protegen a los migrantes en situaciones tanto de regularidad como de irregularidad; la Convención Internacional sobre Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migratorios y sus Familiares es uno de los tratados que abarca varios aspectos de la migración, incluyendo los derechos que deben adquirir los migrantes en situación irregular.
América del Sur se caracteriza por ser una región dispuesta a aceptar a la migración internacional, dado que sus estados han ratificado tratados y convenciones sobre la temática de migración, refugiados y la protección correspondiente a los derechos humanos. De acuerdo con Acosta y Harris (2021), se puede observar un emergente régimen jurídico migratorio latinoamericano del siglo XXI, que se caracteriza por la adopción de nuevas leyes de migración, generalmente acompañadas por esquemas subregionales de movilidad como el Acuerdo de Residencia Mercosur, Bolivia y Chile, y más recientemente el Estatuto Migratorio Andino. Cabe destacar que estos regímenes jurídicos incluyen las temáticas del derecho al acceso al mercado laboral, educación, sistemas de salud y el derecho de reunificación familiar. De manera similar, los estados latinoamericanos abarcan la temática de los migrantes en situación irregular y en sus normativas incluyen programas extraordinarios de regularización (Acosta y Harris, 2021).
A su vez, América del Sur ha registrado un significativo aumento de migrantes provenientes de África y Asia, dado que los países de este continente han implementado políticas de visados y apertura legal para los migrantes. A su vez, algunos migrantes de estos continentes se han establecido de manera permanente, como se deduce de la evolución de las residencias concedidas, aunque parte de ellos viajan por vía aérea o marítima con el propósito de llegar a Estados Unidos y Canadá, identificados como sus principales países de destino en el Norte, y utilizan varios países de América del Sur y América Central como países de tránsito (Informe de migración regional 2: recientes tendencias migratorias en América del Sur, 2017). Existe la presencia de migrantes con nacionalidades pertenecientes al Cuerno de África, Nigeria, República Democrática del Congo, Egipto.
América del Sur ha aceptado un elevado flujo de migrantes provenientes de Siria debido al conflicto armado en ese territorio. Varios países del continente otorgaron visas humanitarias e implementaron programas de reasentamiento.
Según la OIM (2020), en las dos últimas décadas en América Latina no sólo ha habido un aumento de la migración, sino también un incremento en los flujos transcontinentales, principalmente de africanos. Existen importantes corredores migratorios dentro de África y desde este hacia otros continentes; en relación con América Latina, muchos de ellos se relacionan con la proximidad geográfica y con vínculos históricos como el tráfico de africanos esclavizados hacia el continente entre los siglos XVI y XIX, así como la utilización de países latinoamericanos como lugares de tránsito para reemigrar hacia otros destinos, especialmente a Estados Unidos.
Por su parte, la migración proveniente de Asia es notoria en el continente latinoamericano debido a que esta comenzó a producirse desde el siglo XIX. Los países de la región han experimentado el aumento del número de solicitudes de residencia, que provienen de China, Corea del Sur, Japón, y actualmente se ha presenciado nuevas nacionalidades provenientes de Bangladesh, India, Pakistán, pero con bajo impacto en los países de América del Sur. De manera análoga, de China procede el colectivo asiático más importante en la región. Durante 2016 se concedieron más de 15.000 residencias (temporales y permanentes) en Argentina, Chile, Colombia, Ecuador y Perú, siendo la primera nacionalidad asiática que ha recibido el mayor número de residencias en dichos países (Informe de migración regional 2: recientes tendencias migratorias en América del Sur, 2017).
Por otro lado, en la última década la región ha aceptado un elevado flujo de migrantes provenientes de Siria debido al conflicto armado en ese territorio. En este contexto, varios países del continente otorgaron visas humanitarias e implementaron programas de reasentamiento. A modo de ejemplo, en 2014 el Estado uruguayo recibió un grupo de familias sirias para brindarles refugio en el marco de la coordinación de planificación y ejecución del programa de reasentamiento de personas sirias refugiadas en la República de Líbano.1 De manera similar, Argentina llevó a cabo el Programa Especial de Visado Humanitario para Extranjeros afectados por el conflicto de la República Árabe de Siria,2 por el cual los migrantes sirios obtenían la residencia por dos años para luego poder solicitar una residencia definitiva. En el caso de Brasil, el Estado puso a disposición normas que facilitaban la concesión de visas humanitarias a aquellos individuos que fueron afectados por el conflicto en Siria; Chile, por su parte, implementó el Programa de Reasentamiento Solidario.
La intensidad de la migración internacional ha aumentado constantemente a medida que América del Sur y la región latinoamericana en general vieron expansiones en el desarrollo humano y la urbanización, y a medida que los boomers de las décadas de 1950 y 1980 alcanzaban la edad adulta. Es por eso que esta región percibió diversas formas de movilidad internacional, entre las que se destacaron la migración fronteriza, la migración extrarregional e intrarregional, las migraciones laborales y forzadas, entre otras. Por consiguiente, la migración extrarregional se expandió en términos de destinos, mientras que la intrarregional experimentó varios vaivenes de intensidad y direccionalidad.
Las principales motivaciones de migrar se basaron en la búsqueda de nuevas oportunidades, la ayuda a familiares, la existencia de un lazo histórico con la región, oportunidades laborales, legislaciones aperturistas con la migración, como también la entrada a Estados Unidos y Canadá. Si apelamos a un ejemplo, el caso de Brasil se hizo atractivo por contar con representación diplomática en varios países africanos, así como por su desarrollo económico y la visibilidad que obtuvo a causa del fútbol y otros eventos deportivos; entre tanto, Argentina se ha considerado históricamente “tierra de oportunidades” para personas procedentes de países limítrofes, así como para europeos, asiáticos y, en adelante, africanos, pues un factor que hace atractivo emigrar hacia Argentina es que “un migrante no necesita acreditar su estatus migratorio ni presentar documento de identidad para poder ser atendido en un hospital o que sus hijos concurran a una escuela” (Zubrzycki, 2013, p. 124).
Se puede apreciar que la migración internacional es un tema clave del sistema internacional dado que es producto de una serie de consecuencias económicas, políticas, sociales y ambientales que suceden en el mundo. Los migrantes involucrados dejan sus países de origen y llegan a sus nuevos destinos en busca de nuevas oportunidades, para reencontrarse con sus familiares, y contribuyen con su mano de obra a los países de destino. En el caso de la migración africana y asiática en la región, se presenta como uno de los principales temas que abarcan los estados sudamericanos puesto que en esta última década ha aumentado el número de migrantes provenientes de estos continentes. Además, los países de la región cuentan con sistemas normativos que abarcan las temáticas de migración e incluyen en esta los derechos al acceso a la educación, salud, residencia, votación, entre otras cosas. En este último tiempo este continente aparece como uno de los destinos elegidos por los migrantes, y sus justificaciones de migrar se basan en los beneficios que pueden adquirir para mejorar su calidad de vida, como también son territorios utilizados como rutas para llegar a su destino seleccionado que es América del Norte.
De modo similar, la cantidad de flujos migratorios provenientes de África y Asia han alcanzado un número significativo en la región, lo que hizo que los distintos estados llevaran a cabo diversas políticas públicas para tratar esta temática. Países como Ecuador, Argentina y Brasil han extendido el número de visas debido a la gran demanda de migrantes asiáticos y africanos en la región. Estos países presentan una de las mayores tasas de migrantes provenientes de estos continentes y la razón se basa en que tienen sólidas relaciones diplomáticas, lazos históricos comunes y un marco legal aperturista con la temática.
Lucía Suárez Galli es licenciada en Relaciones Internacionales y cuenta con un posgrado en Estudios Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales (Udelar).