Nació en Montevideo el 21 de febrero de 1934. Estaría cumpliendo 90 años. Militante del Partido Nacional, inició su trayectoria parlamentaria en 1966, tras ser elegido diputado por la lista 36 impulsada por Pedro Chiesa, del Movimiento Herrera-Heber. En las elecciones de 1971 fue reelecto diputado por el departamento de Tacuarembó, pero en esa oportunidad como candidato del Movimiento Por la Patria, orientado por Wilson Ferreira Aldunate.
Por su honestidad política y su firmeza en la defensa de los principios constitucionales y democráticos, fue elegido presidente de la Cámara de Representantes con los votos del Partido Nacional y del Frente Amplio al comenzar el 15 de febrero de 1972 una nueva legislatura. En un hecho excepcional, cuando finalizaba su mandato en la presidencia fue reelecto para el cargo por la mayoría parlamentaria conformada por blancos y frenteamplistas, infligiendo una nueva derrota al oficialismo del Partido Colorado durante la presidencia de Juan María Bordaberry.
Director del diario El Debate en 1970 y 1971, el 24 de abril de 1972, retenido por un comando del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), Gutiérrez Ruiz fue trasladado ante el fotógrafo policial Nelson Bardesio –detenido por los tupamaros– para que investigara en su calidad de parlamentario las actividades del escuadrón de la muerte, denunciadas en documentos del MLN-T.
En un pasaje del libro Nada ha sido en vano, el dirigente Jaime Pérez recordaba al Toba de esta manera: “Era muy inteligente y muy guapo. Hay un hecho que lo pinta: se comenzaba a discutir el estado de guerra interno y [Rodney] Arismendi recibió un llamado telefónico informándole que había un malón en la casa central del Partido [Comunista]. Gutiérrez Ruiz salió junto a él y enseguida fui yo. Cuando entramos al salón la situación era tenebrosa. Estaban todos tirados en el suelo con las manos en la nuca. Eran cientos de muchachos, porque en ese momento había un activo de la UJC [Unión de la Juventud Comunista]. Los represores, armados con metralletas, parecían dopados, desfigurados; algunos tenían pelucas y otros estaban con los rostros cubiertos. Estaban sedientos de sangre. Allí pudo pasar cualquier cosa y si no pasó, fue por la actitud serena aunque conmovida del Toba. Frenó la situación e hizo venir de inmediato al juez. Fue un gesto de su parte muy valiente en lo humano y en lo político. Su asesinato fue una inversión del fascismo, consciente de que hacía algo irreparable”.
Su templanza, su coraje, su defensa de los valores democráticos y su solidaridad manifiesta en tiempos tensos y ásperos de dura represión fascista, antes, ahora y siempre, distinguen al Toba con muy alto honor.
Exilio, secuestro y muerte
Tras la consolidación del golpe de Estado, exiliado en Buenos Aires, actuó solidariamente con compatriotas en la resistencia a la dictadura. Los muertos, desaparecidos, presos, torturados, exiliados, expatriados, destituidos, la arbitraria clasificación de ciudadanos en categorías A, B y C, y el desempleo por defender ideas democráticas, se multiplicaban por decenas de miles en Uruguay. En las primeras horas del martes 18 de mayo de 1976, en operativos coordinados en connivencia con los usurpadores golpistas, comandos armados de sicarios actuando con total impunidad secuestraban en Buenos Aires –donde vivían desde junio de 1973– a Héctor Gutiérrez Ruiz y a Zelmar Michelini. En la misma jornada, era detenido el doctor Manuel Liberoff, personalidad de gran prestigio en el Sindicato Médico del Uruguay y militante del Partido Comunista en el Frente Amplio, aún desaparecido.
En su edición del viernes 21, el diario uruguayo La Mañana titulaba a ocho columnas: “Es un enigma la suerte corrida por Michelini y Gutiérrez Ruiz”, y agregaba: “También fue secuestrado el médico Liberoff”. Esa noche, los cadáveres de Zelmar y el Toba, acribillados y maniatados, aparecían en el interior de un automóvil, junto a los de otros dos compatriotas, William Whitelaw y Rosario Barredo.
Ante la cobarde y premeditada acción mercenaria que quitó la vida a los dos dirigentes políticos compatriotas, el doctor Carlos Quijano desde México escribía: “Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz fueron mis amigos. Algo más, digamos: mis compañeros en largas jornadas de lucha contra la dictadura. Debo recordarlo una vez más. Fui compañero de Michelini y Gutiérrez Ruiz. De ahora en adelante, lo seré más que nunca”.
Afrenta a la memoria y más represión
Una de las jornadas luctuosas más detestables de la historia uruguaya tuvo lugar en la brumosa y fría mañana del martes 25 de mayo de 1976, en ocasión de los sepelios de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz.
En el entierro del Toba en el cementerio del Buceo, una hora después del realizado a Zelmar en el Cementerio Central, donde los coraceros con sus caballos arremetieron reprimiendo a la gente, también se registraron incidentes cuando efectivos policiales intentaron quitar la bandera uruguaya que cubría el féretro.
El dictador Bordaberry felicitó formalmente a la Policía por impedir que se colocara un pabellón patrio sobre el féretro del legislador blanco expresando en una nota: “El funcionario demostró rapidez de decisión, conocimiento de las normas vigentes, pero especialmente demostró, en mi opinión, sensibilidad frente al hecho que significa el rendir honores a los restos de un ciudadano requerido por actividades contra la Patria”.
Corolario. Aclaración de las Fuerzas Conjuntas N° 1323: “Con fecha 7 de setiembre de 1973, Héctor Gutiérrez Ruiz fue requerido por la Justicia, como sedicioso con el N° 781. Se cursa el presente comunicado a efectos de anular la mencionada requisitoria y evitar que ciudadanos incautos enfoquen el suceso como si se tratara de un militante del Partido Nacional, verdad meramente formal, en virtud de haber dictaminado la Justicia su integración con la subversión”. Comunicado repudiable por toda persona de bien que eleva a Gutiérrez Ruiz, aún más honrado.
“En ninguna evocación del Partido Nacional puede estar ausente su nombre”
Del diario La Razón de Buenos Aires en 1986: “En ninguna evocación de la historia del Partido Nacional pueden estar ausentes su nombre, su espíritu de alta calidad humana y su estilo tan personal e irrepetible. Por los años de los años persistirá el coro de nuestros jóvenes militantes que aseguró, con sinceridad y llaneza, como él lo merecía, que Toba muerto, que Toba asesinado con acopio de vileza, estaba presente en la lucha contra la dictadura”.
Desde su muerte hace ya casi 48 años, aún no ha surgido en filas del Partido Nacional cuadro dirigente de su jerarquía y prestigio. Su templanza, su coraje, su defensa de los valores democráticos y su solidaridad manifiesta en tiempos tensos y ásperos de dura represión fascista, antes, ahora y siempre, lo distinguen con muy alto honor.
Miguel Aguirre Bayley es periodista y escritor.