Las elecciones internas de los partidos políticos se proponen regular y promover la determinación democrática de los candidatos de cada partido como forma, entre otras cosas, de garantizar una opción democrática al interior de cada colectividad política al elegir al candidato que la va a representar.
El proceso desencadenado a estos efectos pone de manifiesto estilos y metodologías diferentes y variadas: análisis de opinión, marketing electoral, perfil de los candidatos, contenidos de los discursos, etcétera. En todo esto, la ideología también está presente, aunque no lo parezca. Históricamente para la derecha las campañas electorales han sido sólo una puesta en escena para acceder al gobierno.
Para la izquierda se trata de algo diferente. Además del obvio propósito de ganar la elección para acceder al gobierno, se busca construir y desarrollar un vínculo estrecho en el tejido social, a efectos de hacer posible las relevantes transformaciones que se proponen. No se trata de meramente ofrecer un menú atractivo de propuestas. Además de ello hay que concebir y practicar una acción molecular a nivel de la sociedad que permita comprometer en la futura gestión de gobierno a los diversos actores sociales.
Por ello es que el primer y fundamental compromiso del FA es la puesta en práctica de una democracia participativa, constantemente alimentada con la participación protagónica de la gente.
El FA esto lo sabe muy bien, porque en su rica trayectoria protagonizó experiencias muy valiosas y originales que le valieron el reconocimiento. Fue el caso, por ejemplo, de la propuesta de descentralización participativa impulsada para Montevideo en 1989.
La larga historia del FA ofrece también otros ejemplos, aunque con el tiempo esa preocupación sufrió un cierto debilitamiento. Al final de los 15 años de gobierno nacional, pudo observarse un claro alejamiento en el contacto con la gente, lo que, como fuera reconocido por la autocrítica realizada, explica en buena parte la derrota de 2019.
El primer y fundamental compromiso del FA es la puesta en práctica de una democracia participativa, constantemente alimentada con la participación protagónica de la gente.
En esta elección de 2024 es necesario comprometer al candidato o la candidata en esta estrategia. En ello es de vital importancia definir y acordar la relación de la fuerza política y el gobierno. Está muy claro que el gobierno y el FA son entidades sustancialmente diferentes; de lo que se trata es de definir el vínculo que debe existir entre ambos.
El gobierno se ejerce a nombre de todos los ciudadanos, pero ello no impide que exista una relación activa y enriquecedora con la fuerza política. Además, una estrategia transformadora como la propuesta progresista requiere la participación protagónica de los actores sociales a efectos de mejorar, rectificar o enriquecer la gestión de gobierno.
Los gobiernos del FA tuvieron dificultades para cumplir adecuadamente esta función de ida y vuelta con la fuerza política y su militancia, y con ello se produjo el alejamiento de la población, como quedó de manifiesto en el proceso de recorridas por todo el país encabezado por el compañero Fernando Pereira, conocido como “El FA te escucha”.
En esta coyuntura electoral es importante dejar en claro ciertos compromisos que permitan relanzar la potencia transformadora del progresismo en Uruguay. Entre otras cosas se trata de desalentar esa tóxica aspiración a ocupar cargos de gobierno en detrimento de la relación sistemática y concreta con la gente. Los cargos han de proveerse con los mejores compañeros que sepan conjugar capacidad técnico profesional, compromiso con el programa de gobierno y lealtad política. El grueso de la militancia partidaria es indispensable en su presencia molecular durante y después del proceso electoral.
Hay que recordar que esta elección del mes de junio es entre los frenteamplistas, por lo tanto el abordaje de estos tópicos es indispensable para ofrecer claridad al respecto y conocer entre los diversos candidatos su punto de vista sobre la relación del futuro gobierno con la fuerza política.
“El pueblo unido jamás será vencido” fue una consigna fundacional del progresismo en Uruguay; esa unidad vital solamente se garantiza con un compromiso que trasciende lo electoral hacia una misión generadora de cambios inscripta en la existencia misma de la izquierda.
Álvaro Portillo es sociólogo.