En el tema de las drogas, tomemos también el buen reflejo de proponernos ser un “pequeño país modelo” y regulemos el mercado de las drogas ilegales. A mediados de enero de este año, el diario El Observador publicaba los resultados de una encuesta que les hicieron a los parlamentarios uruguayos sobre la regulación de las drogas; los datos indican que el 60% está de acuerdo o muy de acuerdo en regular el mercado de todas las drogas. Tenemos condiciones y argumentos de sobra para hacerlo, tenemos una oportunidad histórica de resolver con seriedad el mayor problema que tiene nuestra sociedad, que es el aumento de la violencia y la inseguridad derivadas de la acción de las mafias del narcotráfico.
Estados Unidos ha asumido que la guerra contra las drogas ha sido un fracaso, México ha pagado altísimos costos por el combate con lógica bélica a los narcos y sus cárteles, Colombia ha fracasado con total éxito en todas sus medidas antidrogas hasta llegar a una guerra interna interminable que destroza su sociedad, Ecuador ha sido tomado por asalto por los comandos delictivos que operan la droga… Así podríamos relatar los periplos de todos los países latinoamericanos que sufren con mayor o menor intensidad las consecuencias de la clandestinidad del mercado de drogas.
Regular el mercado de las drogas no solucionará de un día para el otro todos los problemas, pero es el primer paso para poder resolverlos de raíz. Luego hará falta, sin duda, una peregrinación internacional para avanzar junto a otros países en este camino. Podríamos pensar la unidad político-económica Mercosur como primer marco de alianza regional para combatir con seriedad el narcotráfico y todos los delitos asociados. No podemos hacerlo solos y no podemos pretender que todo se haga a nuestro modo o a nuestro parecer. Necesitamos consensuar, ceder, incluso aceptar desde el inicio que el resultado final no va a satisfacernos del todo, pero sabremos que se ha dado el paso más importante para recuperar la convivencia y la tranquilidad de la gente que vive de su trabajo, nuestra gente.
Ya es claro que el aumento indiscriminado de penas da poco resultado y que muchas veces sólo nos ha llevado a procesar con severidad al más débil de la cadena, llenando las celdas de jóvenes pobres y encarcelando a madres vendedoras de brownies cannábicos de alguna playa de Rocha.
El incremento del gasto policial no ha resuelto absolutamente nada. Aunque es bueno que a las vecinas y vecinos les reporte tranquilidad el patrullaje y la presencia de los uniformados, tenemos que ser conscientes de que no podremos curar el cáncer con analgésicos; estamos gastando recursos que podrían estar destinados a la educación en una batalla que está demostradamente perdida. Básicamente estamos tirando la plata, y lo venimos haciendo desde hace varios períodos de gobierno. Como dijo Albert Einstein: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”. Es tiempo de cambiar la estrategia.
Desde Rumbo de Izquierda estamos planteando que no sería descabellado intentar un pacto nacional por la vida y la buena convivencia. A partir de un conversatorio desarrollado por nuestro sector, surgieron algunas pistas imprescindibles para comenzar a debatir sobre estos asuntos. La experiencia nos demuestra que todos los mercados que pongamos en consideración (el del comercio internacional de mercancías, el financiero, el de trabajo, etcétera), para funcionar bien, deben ser regulados. ¿Por qué el de las sustancias psicoactivas debería desarrollarse en una lógica diferente? De hecho, Canadá avanzó sobre la regulación de algunas drogas duras y Alemania acaba de legalizar y regular el mercado del cannabis mientras otros países europeos ya lo están haciendo o considerando seriamente hacerlo. Como señalábamos anteriormente, para avanzar en materia de seguridad y buena convivencia se debería trabajar sobre la regulación de un mercado que, estando en manos de las distintas mafias, nos trae, además de problemas de salud, graves perjuicios sociales.
Regular el mercado de las drogas no solucionará de un día para el otro todos los problemas, pero es el primer paso para poder resolverlos de raíz.
Planteemos algunos puntos para abordar esta discusión, sin la intención de ser taxativos sobre todas las dimensiones que deben considerarse en el tratamiento de este asunto.
El mercado de sustancias psicoactivas debe ser regulado como todos los mercados deben serlo.
No hay que perder de vista igualmente que los problemas de violencia y mala convivencia van mucho más allá de la regulación del mercado de las drogas.
Este no es solamente un problema de derechos humanos individuales, sino de las comunidades y su derecho a vivir en paz, en un marco de buena convivencia y bajo el imperio de la ley.
Romper el monopolio de la Policía y del Ministerio del Interior para trabajar sobre estos temas.
Poner en el centro del asunto aquellas políticas que desincentiven el consumo, y asumir que este problema no se resuelve con más policías y más cárceles.
Saber que hay muchos modelos de regulación y que siempre conviene ser gradualistas y no generar más miedo ni incertidumbre en la población.
Tener en cuenta que es un problema complejo que exige estrategias integrales; siempre existe el riesgo de que regulando las sustancias psicoactivas el delito se desplace a otras áreas.
Las drogas también generan problemas de salud pública y, por lo tanto, es necesario crear una política de educación sobre el consumo de sustancias psicoactivas que concientice y desestimule su uso. Debemos desarrollar un sistema de formación en la materia que permita la reducción de los daños y que evite el mal manejo de las sustancias por parte de los consumidores. La regulación es, por sobre todas las cosas, una gran política de cuidado de las personas y la sociedad. Podemos tener lugares de uso de drogas con cobertura de asistencia especializada.
Tenemos las políticas de desestímulo aplicadas al tabaco, que ya están probadas y que se podrían aplicar a otras drogas. Podríamos hacer que los suministradores fueran parte responsable de la salud e integridad del consumidor. Deberíamos construir centros para gestionar los problemas del consumo problemático y las adicciones. Tendríamos que fijar los precios y no dejarlos librados al mercado; las campañas de información y desestímulo serían prioridad.
Regular el mercado de las drogas implica incorporar al sistema estos productos y, por lo tanto, nuestro abordaje no puede terminar siendo tan complejo y fiscalizador que inhiba a los consumidores de abastecerse en lugares seguros y los siga empujando a las bocas y a las manos del narco. Tenemos que lograr una regulación para cuidar a las personas y a la sociedad. Y para este fin se deben dedicar los dineros que estos mercados aporten a través de los impuestos.
Podemos cambiar la realidad de nuestro país definitivamente, podemos asumir el desafío y ser ejemplo para el mundo. Podemos hacerlo en forma de consenso, de común acuerdo entre todos los actores políticos, y darle a la sociedad una solución segura y madura. Tenemos que convocar a los expertos y, desde la política, brindar todas las garantías para la seriedad del proceso. Acá no se plantea una receta, sino una invitación para pensar, con la ilusión de poder cambiar las cosas para bien de todos, sin exclusiones.
Juan Erosa es militante de Rumbo de Izquierda.