“El objetivo de una izquierda genuinamente novedosa implica subordinar el Estado a la voluntad general”. Mark Fisher, Realismo capitalista

El viernes 21 de junio, en estas mismas páginas, Marcos Otheguy expuso su opinión sobre qué es ser de izquierda.1 Afirmó que dicha condición se expresa en una sensibilidad ubicada “del lado y al servicio de los más vulnerables”. El director frenteamplista del Banco de Seguros del Estado (BSE) asegura visualizarla cabalmente en José Artigas y su preocupación por los más infelices. Con esta perspectiva se interna en la actualidad política nacional y sostiene que, “si tenemos la justicia como guía”, la propuesta plebiscitaria promovida por la central obrera y otras organizaciones sociales no puede ser considerada una buena iniciativa.

Dejando de lado varias afirmaciones que no respalda, el autor señala que los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE) muestran que “la pobreza infantil es 11,6 veces superior a la de los adultos mayores”. Por lo tanto, considerando que los “problemas sociales en Uruguay [...] no están principalmente entre la población en edad de jubilarse” y agregando a ello su particular preocupación por el alto costo de la propuesta a plebiscitar, Otheguy concluye que la iniciativa no es buena. Para demostrarlo se permite afirmar que “más que un giro a la izquierda, lo que parece instalarse es un pensamiento que tiene características más conservadoras que progresistas”. Y entonces, con la ayuda de algunos nombres que lucen bien, nos esclarece sobre “una izquierda que no puede dar cuenta del cambio de época que transitamos” y, peor aún, rechaza “la imaginación y el compromiso con los desafíos que el momento nos impone”.

En mi opinión, eso no es así. Puedo estar equivocado y las miles de firmas que reunieron las organizaciones sociales también. La propuesta que se somete a consulta popular pretende a la vez asegurar y consolidar los derechos contemplados en el artículo 67 de la Constitución de la República. Y ello no va en contra de nadie ni de ningún otro derecho.

No me parece que terminar con la administración privada de los recursos financieros ahorrados por los trabajadores ponga en evidencia a una izquierda que corra “el riesgo de volverse una fuerza conservadora”. Tampoco creo que la propuesta de explicitar en la Constitución el derecho a jubilarse a los 60 años de edad tras haber trabajado no menos de 30 dé cuenta de una izquierda “atrapada en una estructura de apegos melancólicos”. ¿Acaso pretender establecer prestaciones jubilatorias mínimas retrata a una izquierda “cuyos deseos terminan tornándose retrógados y autoflagelantes”? ¿O permitiría “garantizar a todos los trabajadores, patronos, empleados y obreros retiros adecuados”, como mandata la Constitución?

Desde que las organizaciones sociales hicieron su propuesta, el hambre infantil devino el mayor argumento en su contra. Afirman que los recursos son escasos. Sin embargo, de acuerdo a los datos expuestos en estas mismas páginas por Daniel Olesker,2 “entre 1973 y 2004 el PIB creció 87% y el salario real cayó 48%. Casi el doble de riqueza y casi la mitad de los salarios”. Desde 2019, hemos sabido últimamente, el ajuste se profundizó aún más y el hambre infantil, también. Y desde la aprobación de la reforma jubilatoria promovida por el actual gobierno, los trabajadores deberán trabajar más y pagar más. En este sentido, mientras Otheguy sigue buscando el rumbo que le “devuelva la confianza en un proyecto emancipatorio superador del capitalismo”, no me parece nada mal que el movimiento popular continúe afirmando y consolidando sus derechos básicos.

Según sostiene Wendy Brown, el neoliberalismo “ataca los principios, las prácticas, las culturas, los sujetos y las instituciones de la democracia entendida como gobierno del pueblo”.3 Muchos de esos ataques se han hecho realidad en nuestro país. Por eso neutralizar las políticas neoliberales asegurando todos los derechos constitucionales que esas mismas políticas pretenden contrariar no sólo es una manera muy clara y efectiva de promover y mejorar la calidad de vida de la sociedad uruguaya; es también y en particular una manera de profundizar los rumbos de izquierda en el Uruguay de hoy.

Juan Pedro Urruzola es arquitecto.