La situación en Venezuela nos preocupa y ocupa. Desde el domingo a la madrugada, con los poco fiables resultados proclamados por el Consejo Nacional Electoral, hemos observado diversos hechos que nos alertan al ver de forma sistemática el progresivo deterioro de las libertades y la democracia, que nos obliga moralmente a alzar la voz.

La persecución a líderes opositores, el miedo en las calles y la poca legitimidad del régimen venezolano se convirtieron en una marea democrática que optó sin dudas por un cambio de gobierno en Venezuela. Un pueblo que otrora acogiera a nuestros compatriotas por la situación política en Uruguay emanada del golpe de Estado cívico-militar hoy vive en carne propia la degradación de las instituciones, que nos compromete, más allá de las ideologías, a reclamar transparencia.

Esta no es una cuestión de izquierdas o derechas, esta es una cuestión de libertad o impunidad. Banalizar la democracia es avalar las sistemáticas violaciones a los derechos humanos que denunciara en su momento la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Cada cual ha elegido el lado de la historia en el que quiere estar, en esta hora es imprescindible la defensa de los valores republicanos, democráticos y garantistas; esa debe ser la postura de los pueblos que han luchado contra los vicios de la impunidad que aún siguen vigentes de una forma u otra.

La comunidad internacional se ha expresado de forma clara, el oficialismo venezolano debe mostrar las actas verídicas para que su resultado pueda ser reconocido; sin embargo, en un gesto de irresponsabilidad, el gobierno de Venezuela ha respondido con la expulsión de los cuerpos diplomáticos que han solicitado las garantías electorales para el reconocimiento político.

Lastimosamente, hay quienes utilizan la triste situación de Venezuela con el único objetivo de tener un rédito político en el futuro proceso electoral; ese es el caso del oficialismo uruguayo. Los integrantes del actual gobierno han utilizado con fines electoralistas el dolor de un pueblo que anhela la libertad, con el único fin (espurio, por supuesto) de capitalizar para su beneficio propio la tristeza de los y las venezolanas.

Los integrantes de la coalición multicolor nos hablan de libertad, pero de forma sistemática en el Parlamento realizan afirmaciones con dudoso tinte democrático, acusan a la oposición de autoritaria y agitan los “cucos” de siempre. ¿Acaso esto ayuda al proceso venezolano? En absoluto, sólo ayuda para los videos que colocarán esos mismos dirigentes en redes sociales o para los titulares de prensa. El posicionamiento del oficialismo, en palabra de sus parlamentarios, es radicalmente opuesto a la declaración de la cancillería, que tiene un dote de seriedad y responsabilidad. Cobrar al grito en un tema tan serio es un error irremediable para la democracia.

La persecución a líderes opositores, el miedo en las calles y la poca legitimidad del régimen venezolano se convirtió en una marea democrática que optó sin dudas por un cambio de gobierno en Venezuela.

En un país faro de la democracia como el nuestro, acusar a la oposición de cómplice denota las intenciones de quienes lo esgrimen. Pareciera que a algunos de los dirigentes del oficialismo en Uruguay les importara más la lucha personal por una banca de cara a octubre que la defensa de la libertad y la democracia en Venezuela.

El Frente Amplio ha sido claro y Yamandú Orsi también; un país que no ofrece garantías electorales, que duda del resultado si pierde, que proscribe a candidatos opositores y que tiene presos políticos tiene un resultado sospechado. La mejor forma de defender la democracia es reivindicar las libertades, que hoy son objeto de violacion sistemática en Venezuela.

Es lamentable la hemiplejia moral de la coalición de gobierno, que en otros procesos electorales ha callado de forma vergonzante la represión y la escalada autoritaria y hoy quiere emerger como la única voz en defensa de las garantías democráticas. ¡Por favor!, debería ser vergonzante para las instituciones que en su momento encarnaran las voces de Wilson Ferreira y Enrique Tarigo ver cómo en la actualidad tienen actitudes dubitativas y carroñeras al condenar algunos procesos y avalar otros.

Comparar a Maduro con el proceso que encarará el Frente Amplio en un futuro gobierno progresista en Uruguay sólo demuestra la importancia que le dan nacionalistas, colorados, cabildantes e independientes a la causa venezolana: ninguna. Sólo les importa su beneficio político. El día en que la noble causa venezolana por la libertad no sirva más a los intereses de la derecha uruguaya la descartará. Esa es nuestra principal diferencia, nosotros vamos a luchar con determinación por los estándares democráticos y garantistas sin importar ideología, porque antes que cualquier condescendencia está la lucha permanente por las libertades hoy vulneradas en Venezuela.

Hoy tenemos el deber de denunciar la represión, el encarcelamiento y las nulas garantías que vive el pueblo venezolano; quedarnos callados o ser sumisos a estos hechos de profunda notoriedad política sería un profundo error. Los uruguayos tenemos una tradición democrática que, por fuera de los intereses espurios de algunos dirigentes para obtener rédito político en este suelo, debemos reivindicar. El legado del general Liber Seregni, de Zelmar Michelini o del presidente Tabaré Vázquez nos debe llamar a la reflexión; estos no son momentos de dualidad o ambigüedad; ante el atropello democrático a la voz del pueblo debemos con firmeza defender la democracia.

El pueblo venezolano ya ha perdido el miedo, reclama su derecho a poder elegir libremente su destino, aquel destino que otrora militara Uruguay venciendo a la dictadura cívico-militar. Hoy avalar el régimen de Maduro es elegir el lado de la complicidad, es no reconocer que el pueblo reclama una vida en paz; optar por la reconciliación es respetar la autodeterminación de los pueblos, concuerdo, pero la determinación del pueblo venezolano es cada vez más unánime, esa firmeza a ser libres, a reclamar garantías electorales y también a volver a su patria, para abrazar a su familia y poder cantar “gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó/ la ley respetando/ la virtud y honor”.

Quedarse en silencio no es opción, y la hora requiere defender la voluntad soberana de los pueblos del mundo. Hoy la verdadera revolución es apoyar la causa de los pueblos que anhelan la libertad.

Gastón Castillo es dirigente de Alternativa Frenteamplista, secretario de Juventudes de la Coordinadora E del Frente Amplio y presidente del Comité Unidad-Teja del Frente Amplio.