La primavera nos inunda y junto con ella la lucha por la diversidad emerge con las mismas características: cálida, abierta, renovadora y plural. El carácter interseccional se hace notar especialmente, mostrando cómo diversas formas de discriminación se entrelazan y afectan a las personas de manera compleja. La homofobia, el racismo, la gordofobia o el clasismo no son experiencias aisladas, sino que se entrelazan, creando una red intrincada de opresión que debemos enfrentar.
Este viernes 27 de setiembre, la Marcha por la Diversidad bajo la consigna “Hasta que nuestros derechos sean hechos” tomará las calles, partiendo desde la plaza Libertad hasta la plaza Primero de Mayo, donde se leerá la proclama. Esta manifestación no sólo es una celebración de la diversidad, sino una firme declaración de resistencia frente a las crecientes fuerzas antiderechos en nuestra región.
En contraste, la agenda de la extrema derecha, que amenaza con retroceder en avances logrados, se ha vuelto alarmantemente visible. En Uruguay, la fórmula de Cabildo Abierto, liderada por Guido Manini Ríos y Lorena Quintana, ha dejado clara la postura conservadora de su fuerza política con la redacción del programa de gobierno bajo la premisa “El Uruguay del trabajo y los valores”.
En el primer pilar referente a la familia y el desarrollo humano manifiestan querer socavar los intentos para imponer una “perversa ideología de género” bajo la creencia de que esta contribuye a la sexualización de los niños y la división de las familias. Se jactan además de haber votado en contra de la ley de paridad, siendo el único partido que se atreve a presentar propuestas de acción para estos casos donde, a su criterio, se deteriora profundamente el tejido social.
La homofobia, el racismo, la gordofobia o el clasismo no son experiencias aisladas, sino que se entrelazan, creando una red intrincada de opresión que debemos enfrentar.
La retórica de Quintana y otros miembros de Cabildo Abierto ha sido explícita: en una entrevista para Radio 970 Universal, Quintana afirmó que renunciaría si su partido “se viste de diversidad”. Guillermo Domenech también ha reforzado estos puntos de vista conservadores, haciendo comentarios desafortunados como los realizados en el programa Fácil desviarse (Radio Del Sol), donde cuestionó si por su biología el hombre estaba preparado para ser penetrado, en una clara muestra de homofobia.
En la región, figuras como Jair Bolsonaro en Brasil y el entonces candidato a presidente Javier Milei, quien comparó la ley de matrimonio igualitario con contraer matrimonio con un elefante, ilustran una tendencia preocupante hacia la retórica antidiversidad. Estas declaraciones no sólo socavan los avances en materia de igualdad, sino que también fomentan un clima de odio y exclusión.
Dentro de este tipo de lógicas, la izquierda de hoy busca normalizar e imponer comportamientos impropios que afectan a la salud y el bienestar de los ciudadanos. Juegan con la figura de las infancias como principales damnificados para generar alarma y empatía. Luchan incansablemente contra un enemigo imaginario, aquel signado por un libertinaje extremo y políticas que ahogan al estado.
Nos enfrentamos a un momento crucial. No podemos repetir los errores que ya han causado estragos en nuestros países vecinos. Este año, más que nunca, es imperativo concientizar a cada ciudadano sobre la importancia de participar activamente en una democracia plena y saludable. Estas señales son un recordatorio claro de que no debemos dar el progreso por sentado. El avance que tanto valoramos puede revertirse rápidamente si descuidamos los espacios de diálogo y consenso.
Malena Lizarazú es militante por los derechos humanos y estudiante de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República.